domingo, 31 de octubre de 2010

LA ESTRUCTURA INFORMAL DE LA FIL






Para los lectores participar de una feria del libro es como asistir al paraíso; encontrar ahí las editoriales y las ediciones que es difícil localizar en los lugares habituales de venta, es un verdadero agasajo. Encontrarse, además, frente a frente a los grandes personajes de la literatura o escucharlos en sus disertaciones, es algo que no se puede despreciar fácilmente.



Sin embargo, es difícil imaginarnos la manipulación comercial que existe atrás de la venta de un libro; no es fácil entender como un objeto de cultura se convierte en un instrumento de consumo. Por otro lado, es de sentido común que el nivel de cultura de una sociedad se mida por el número de libros que lee. Así, el mercado de los libros se beneficia de una sociedad culta; sin embargo no asume como obligación mejorar la calidad cultural de dicha comunidad, sino únicamente satisfacer las necesidades del segmento social.



A pesar de cualquier criterio, el mercado debe darse y desarrollarse dentro de ciertos parámetros de honestidad. Cuando se utilizan recursos públicos para mejorar la vida cultural y educativa, la aplicación presupuestal es honesta; cuando se desvían los recursos para mejorar las ventas y apoyar a los comerciantes estamos ante un desvío de los recursos, entre otras razones porque se está afectando la lógica del mercado; cuando menos eso nos dicen los defensores de las leyes de la oferta y la demanda.



La Feria Internacional del Libro, patrocinada desde hace dos décadas por la Universidad de Guadalajara, puede servir de referente; convertida en un éxito comercial a través del manejo de medios y en el que los autores siguen el guión que les dictan sus casas editoras. Aunque muchas de las veces reciben un trato indigno al ser obligados a adoptar poses y expresar declaraciones como si se tratara de actores de telenovela.



El referente más claro de la estructura de intereses que opera tras bambalinas --y que se puede apreciar, incluso, por su influencia y cercanía con quien dirige la Feria Internacional del Libro--, es el GRUPO PRISA, empresa española que abarca diferentes ramas de los negocios, destacadamente la editorial. A este grupo pertenecen las editoriales Alfaguara y Santillana; además edita el influyente periódico español “El País”. Ligada al periódico y las editoriales se creó la Cátedra de Estudios Latinoamericanos, cuyo comité lo integran Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Felipe González.



La familia Polanco propietaria de GRUPO PRISA, participó abiertamente con el Partido Socialista Obrero Español en su llegada al poder, de ahí la cercanía e identificación con personajes como Felipe González y los miembros de su partido que han obtenido y ejercido el poder en España, llevándola a la modernidad democrática y a la consolidación económica con su entrada a la Comunidad Europea.



Por su parte, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes han sido el soporte para sostener y consolidar la Feria Internacional del Libro, que año con año se desarrolla en Guadalajara, con beneficios comerciales óptimos para dicho grupo económico. Entre los mejores beneficios se localiza la legitimación de Editorial Santillana que tiene un excelente mercado en la venta del libro oficial para las escuelas del país.



En lo que se refiere a negocios ajenos a los libros, el grupo controla un sector importante de medios de comunicación como las radiodifusoras, a través de las que manipula ante el mundo oficial para incrementar sus negocios. El caso de Carmen Aristegui, que no se ajustó a sus políticas mercantiles y acomodaticias, es paradigmático, habiéndola obligado a retirarse de la empresa por su conducta digna e independiente de periodista ante el Gobierno Federal.



Es una paradoja que un grupo que participó en su país de los difíciles procesos de democratización y que impulsó, a través del PSOE, políticas que mejoraron el nivel económico de la sociedad española, venga a este país con un afán inescrupuloso y depredador, apoyándose en personajes que debieran luchar por la dignidad y el bienestar de los mexicanos; fortaleciendo, a su vez, al cuestionado grupo que se apoderó de la estructura de la Universidad y que ha hecho de dicha institución una fuente inagotable de recursos para el patrimonio personal de sus integrantes.



Fue evidente el nerviosismo del grupo económico con el debilitamiento de Raúl Padilla, con las críticas de los medios por su conducta inmoral en la administración universitaria y sobre todo con la confrontación con el Rector Carlos Briseño. El propio periódico El País intervino en apoyo del grupo universitario a través de editoriales, en que elogiaba a la Universidad y a la Feria Internacional del Libro.



En el caso de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, es difícil entender dichas actitudes egoístas, que hacen olvidar --incluso a personas de su nivel intelectual-- que se deben a un sector social que las ha mantenido en el pedestal al leer sus obras. Es posible que ese sea el mayor daño, al generar con su actitud la pérdida de confianza de quienes creen que quienes escriben los libros, tienen esa cualidad de héroes que los hace mejores que el común de los humanos.



Tampoco se debe dejar de lado la actitud y conducta de los personajes que disponen del dinero público de forma inescrupulosa y lo invierten en fines no claros ni honestos. Si los dineros están destinados para la educación superior, y se invierten en promociones de empresas que ya de por si obtienen ganancias estratosféricas en mercados controlados como el de la educación, es sin lugar a dudas una inmoralidad.



La falta de claridad en la aplicación de los recursos lleva necesariamente a suponer un mal uso de ellos, además de desvirtuar la función universitaria y deteriorar la imagen de una institución que no lo merece. La Feria Internacional del Libro debiera ser eso, una feria en la que la participación de las empresas editoriales se diera sin paternalismos presupuestales. En la que los lectores disfrutásemos de ella sin pensar y tener la sensación de que participamos de un gran fraude, en el que el gran perdedor es el ciudadano jalisciense que sacrifica la educación universitaria en beneficio del boato y el negocio de unos cuantos.







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