domingo, 24 de octubre de 2010

LA FERIA DEL LIBRO






La Feria del Libro fue creada deliberadamente como soporte de la estructura que sostiene dentro de los círculos de poder y en la opinión pública a los dirigentes de la Universidad de Guadalajara. Su diseño fue un andamiaje comercial y de intereses del mundo editorial, cubierto por la escenografía de los libros.



Bajo la sutil conducción de importantes personajes del mundo de la literatura, se creó un complejo entramado en el que se involucraron editoriales, artistas y escritores, que bajo la seducción del mundo de la cultura, fueron pasando al activo de los intereses del grupo.



Se trata de una Feria que reúne a las editoriales de habla hispana y que se apoyan en la promoción comercial para vender sus productos. Todo bajo el concepto básico del consumo, logrando de esta manera construir un atractivo espacio mercantil, aunque no queda claro como se enriquece el espíritu con esas prácticas.



Además de utilizar la Feria para vestir al grupo que administra a la Universidad, el evento ha sido cuestionado desde sus inicios por la falta de claridad financiera en el origen de los recursos y en su aplicación. Por información parcializada se conoce de aportaciones de dependencias del Gobierno Federal, del Estatal y de los municipios importantes del estado, sin que los aportadores o el Patronato informen los montos. Otra crítica recurrente ha sido los pobres efectos que ha generado en la educación y la cultura del Estado, no solamente en la población, sino en la propia comunidad universitaria. Un indicador de ello es el pobre nivel de lectura, uno de los más bajos del país.



Haber sido concebida como un mecanismo de impacto mediático, antes que fenómeno cultural, llevó a sus creadores a construirla sobre los criterios del espectáculo, modelo probado en otros espacios de negocios del grupo, donde destacan las estrellas de la farándula y los aprendices de brujo.



Sin estudios que determinen el impacto real de la Feria en la sociedad jalisciense, permanecen las acciones en el vacío. Cada día es mayor el número de personas que perciben al evento como ajeno al universo local. Todos aquellos que de buena fe participan y lo apoyan, consideran que habrá de dejar algún beneficio colectivo cuando menos a largo plazo, aunque algunos empiezan a dudar de los frutos, considerando además lo gravoso del costo financiero para una sociedad con problemas ancestrales.



Ante la oscuridad de la administración de los recursos, aumenta la sospecha año con año. La mayor parte de ellos se considera que tienen su origen en las arcas de la Universidad de Guadalajara, que amparada en amañados recursos, escamotea cualquier dato sobre la aplicación de sus finanzas, incluyendo por supuesto el financiamiento de la Feria.



Uno de los muchos servicios que la Feria ha prestado a sus promotores es la de impresionar a quienes la financían y que tienen en sus manos el poder para afectar al grupo con sus decisiones, sobre todo podrían poner en riesgo su permanencia en el control de la institución. Afortunadamente para los interesados, esos personajes son susceptibles al halago y su escasa formación académica y cultural los convierte en fáciles objetos de manipulación. El argumento ramplón de que quienes cuestionan la Feria y por consecuencia a la Universidad, cuestionan la cultura, ha logrado que las distintas instancias que debieran exigirles rendición de cuentas soslayen sus obligaciones.



La manipulación informativa de los resultados es otra cuenta pendiente con la sociedad. Se afirma, por ejemplo, que asistió una cantidad determinada de visitantes y, al hacer una evaluación visual, muchos de ellos son niños de primarias oficiales llevados por sus profesores a empaparse de la feria. Visitas superficiales con un desfasado concepto de la educación, como si el ver estantes de libros promoviera el hábito de la lectura. En los mismos números puede englobarse a los alumnos de dependencias de la Universidad, que asisten obligados para obtener una calificación. Todos ellos son clientes cautivos que permiten inflar las cifras para la legitimación del evento pervertido desde su origen.



La Feria viene a plantearnos, además, esa tenue línea que separa la cultura de la mercadotecnia. La dificultad estriba en separar el valor intrínseco del libro de su valor como objeto de consumo. Difícil de dilucidar ya que depende en realidad del contenido del libro, que se convierte en objeto de mercado de las empresas.



Se hace evidente de esa manera, que lo que predomina es el criterio de las editoriales y no el de los autores, que en no pocos casos se ven forzados a seguir el guión que la empresa mercantil les marca. Sin dejar de lado la manipulación que el propio Patronato de la Feria realiza, todo encaja de manera perfecta en la metáfora de Huxley, con el triunfo de los dioses del consumo sobre el valor y la dignidad humanos.



Dentro de ese contexto se encuentra la posición de la familia de Rulfo que honra la memoria del personaje sobrio y auténtico. La de ellos es la defensa del escritor independiente de la manipulación de los editores y sus operadores, los organizadores de ferias. Por eso es tan difícil aceptar que su nombre sea utilizado para lucimiento de quienes aprovechan la Feria y el generoso concepto del libro.



Un evento en apariencia para el fomento de los libros y su lectura, acaba siendo una habilidosa operación de disposición de recursos públicos sin rendición de cuentas, así como para proteger los intereses ilegítimos enraizados en la Universidad. Sostener al grupo que necesita de dignidades ajenas para cubrir las vergüenzas propias. La Feria sirve para promover la venta de libros por las editoriales particulares, aunque el costo sea pervertir la cultura y mutarla en antivalor al ser utilizada como instrumento de manipulación mercantil y política.

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