Uno
de los temas favoritos de la seguridad pública en los últimos años a
consecuencia de la fuerte presencia de la delincuencia en el país, es
el del mal llamado mando único. Se ha presentado una opinión en todos
los niveles de gobierno sobre la necesidad de unificar mandos en las policías,
siguiendo ejemplos de otros países que de alguna manera se consideran
eficientes.
La
propuesta surgió de la incapacidad de las distintas corporaciones por enfrentar
la inseguridad que padecen muchas regiones del país, en las que la delincuencia
organizada se ha apoderado de espacios que el Estado ha abandonado. Con la
modalidad además de la aparición de grupos que se autodenominan de autodefensa,
sin que haya certeza de su origen y su organización y tampoco sobre quien las
propicia o genera.
El
fenómeno de la seguridad pública de por si complejo tiene muchas aristas, desde
la falta de profesionalismo y consolidación de cuadros, que son movidos al capricho de cada nueva
administración. La corrupción crónica de los organismos ligados a las distintas
etapas de la seguridad pública, hasta la incapacidad para entender y abordar el
fenómeno, son razones asimismo más que suficientes, para no resolver el problema.
La
tendencia a creer que el asunto puede atenderse a partir de la creación de
un mando único, entiéndase una sola corporación, surge sobretodo como reacción
a un problema coyuntural, la explosión de las bandas dedicadas a los negocios de
las drogas en el sexenio que acaba de terminar. Fenómeno que se habría enfrentado con éxito de haber tenido cuando menos una estrategia integral y la coordinación de todas
las corporaciones de gobierno.
No
influye menos en la insistencia del tema, la incapacidad que han mostrado las
corporaciones de los distintos niveles de gobierno para brindar resultados y
abatir y controlar la alta incidencia de infracciones, que repercuten en
inestabilidad gubernamental e inseguridad de personas y familias.
Uno
de los efectos más perniciosos del asunto es el alto grado de impunidad que
existe en el país, propiciado precisamente por la falta de eficiencia de las
instituciones de prevención y persecución del delito. Es de todos sabido que
una gran cantidad de delitos no son denunciados porque se conoce el resultado nulo de las investigaciones, en el menor
de los casos y en el peor cuando resulta la complicidad de dichas instancias, con la delincuencia. Los únicos datos confiables sobre denuncias, son aquellos
que por razón y necesidad de obtener los pagos de seguros, se vuelve
indispensable la denuncia.
Como
ejemplo ilustrativo podemos considerar el intento del gobierno estatal anterior
por crear en 2011 la llamada Policía Acreditable o cuerpo de élite, para lo que
contó con un presupuesto que le otorgó el Sistema Nacional de Seguridad Pública
por cien millones de pesos. Sin embargo cuando se realizó la convocatoria para
contratar elementos con el perfil solicitado, resultó en fracaso por el
desinterés de los jóvenes de incorporarse a una policía estatal desprestigiada.
La alternativa fue que dicho cuerpo fuera integrado con una selección de
personal de la propia policía estatal, por lo que de cuatrocientos elementos
que debería tener la Policía Acreditable, solamente la integran cien.
Evaluar
el asunto del mando único nos lleva de alguna manera a consideraciones de distinto
tipo. Desde el ángulo práctico podremos decir que se está tratando de resolver
el asunto con método inverso, esto es, se tiene un mando que será el
responsable de hacer eficiente la estructura policial y eso no ha resultado en
épocas anteriores, antes bien se mantienen los criterios de autoridad vertical,
lo que equivale a considerar que la solución es la disciplina seudo militar y el
ejercicio de la fuerza.
Bajo
esta consideración lo que se obtiene es un ente burocrático, que acumula los
vicios de todas las corporaciones y probablemente los potencia, ante la
imposibilidad de ejercer una supervisión cercana y personalizada, generando en
realidad una monstruo abusivo e incompetente.
Desde
el aspecto teórico debemos considerar que ese tipo de soluciones va contra el
concepto de federalismo, siendo la entidad más afectada el municipio. La razón elemental
es que no ha consolidado el servicio de seguridad pública porque no ha habido
programas que institucionalicen la función, como no los ha habido en ninguna
vertiente de la administración pública municipal.
El
país ha vivido desde la independencia una histórica tensión entre los conceptos
federal y central. En el siglo pasado se pasó del centralismo autoritario de
Porfirio Díaz a la simulación de un país federal, que ejercieron los gobiernos
del PRI. Para los mexicanos y como consecuencia del centralismo autoritario, el
federalismo quedó asociado a la democracia y la libertad política. En la década
de los ochenta y siendo Presidente de la República Miguel de la Madrid, se logró un avance importante
en el fortalecimiento del municipio al reformarse el artículo 115
constitucional, que entre otras funciones le otorgó el ejercicio de la
seguridad pública.
Sería
un retroceso a casi treinta años de distancia, quitarle esa facultad al
municipio, que si bien no ha logrado consolidar el servicio, tampoco se le ha
otorgado el apoyo suficiente para lograrlo. Los últimos años se le han dedicado
asesoría y recursos, que de alguna manera lo conduce hacia la
profesionalización de sus órganos policiacos, sin embargo necesita de más
tiempo y esfuerzo para su maduración.
En
otras palabras el mando único no resolverá el problema de la inseguridad, lo
que se obtendría es una dudosa coordinación de operación, misma que se puede
establecer mediante protocolos para emergencias, a partir de las células
municipales, estatales y federales, de organismos profesionales con un alto
nivel de capacidad operativa.
A
final de cuentas lo que falta es desarrollar una mejor organización de las
corporaciones y un alto nivel de profesionalismo de sus cuadros básicos y de
dirigencia, para brindar los resultados que la circunstancia requiera. El
abordar el problema de esa manera tendría que ser de la base hacía la cúspide, para
que con cuadros y organización adecuados, pueda crearse el mando único para
operación circunstancial. El abordarlo desde la cúspide y sin los cuadros con
la formación requerida, es seguir con la improvisación que al final nos deja lo
menos, como al principio.