sábado, 28 de marzo de 2015

HERMANN HESSE




Poeta, periodista, escritor y pensador de profunda influencia en los autores contemporáneos, Hermann Hesse recibió el Premio Nobel de Literatura en 1946, apenas apagados los fuegos de la segunda conflagración mundial, por su obra realizada durante la primera guerra. Alemán naturalizado suizo, nació en julio de 1877 y murió en agosto de 1962.

Continuos y violentos conflictos con sus padres lo llevaron a una odisea a través de diferentes instituciones y escuelas. Entró en una fase depresiva, insinuó, en una carta de marzo de 1892, ideas suicidas: “quisiera partir como el sol en el ocaso”, y en mayo hizo una tentativa de suicidio, por lo que lo ingresaron en el manicomio de Stetten im Remstal, y más tarde en una institución para niños en Basilea. En 1892, entró en el Gymnasium de Bad Cannstatt, cerca de Stuttgart, y en 1893 dejó los estudios.

Toda su obra tiene una característica general: una desgarrada, enternecida angustia por el destino del hombre. Para sus estudiosos el último romántico alemán, como se le ha denominado, en su extensa producción que abarca desde la poesía pura hasta la novela psicoanalítica, hay una permanente y obsesiva constante: entregar un mensaje más realista a las nuevas generaciones alemanas sobrevivientes a la guerra, que lograra reconciliarlas con las precedentes.

Parte importante de su obra está impregnada de las doctrinas orientalistas, de las que fue gran conocedor, transciende con gran profundidad psicológica y emotiva y rescata una poesía de extraordinaria hondura filosófica. En otros trabajos realiza un profundo y minucioso análisis del hombre. Concebido como un agudo y riguroso estudio de caracteres, al tiempo que introduce al lector en las zonas más remotas y oscuras de la conciencia humana, dibuja con trazos que deslumbran por su brillantez, un cuadro psicológico del mundo y sus habitantes, de perfección pocas veces alcanzada en la literatura universal.

Hermann Hesse era un gran conocedor de la filosofía y un buceador del alma humana. Con la visión propia de uno de los pensadores contemporáneos más influyentes, expone sus apasionantes conclusiones filosóficas sobre una humanidad que crea y se destruye al mismo tiempo. El ejemplo más acabado es Siddartha, hindú de la casta de los brahmanes a quien la contemplación de la religión de Brahma no le satisface y se inicia en la orden de los mendicantes, donde tampoco logra contentar su alma, siempre inquisitiva. Abandona todo y termina de barquero, un barquero que se transforma en el símbolo del que busca incansablemente la verdad.

En el tema de la guerra manifiesta Hesse una mordaz y a veces terrible alegoría: la del ser humano encadenado a los mecanismos monstruosos de la opresión, la autoridad coercitiva e impuesta, la crueldad demencial y aterradora de los hombres que sojuzgan a otros hombres. En casos como el de su personaje Demian el que quiere nacer tiene que destruir un mundo, la superación de una moral en favor de una poderosa vida interior reprimida, liberación definitiva de una herencia, una educación y un pasado. Emerge de esa manera la vida como corriente subterránea de la personalidad íntima, dolorosamente estancada hasta entonces y retenida en profundos estratos psíquicos por los diques de la herencia espiritual. Pasa así el pensador a ser uno de los valores más originales y más hondamente humanos de la literatura alemana. Para sus estudiosos, busca y alcanza las serenas cumbres luminosas de la plena conciencia de sí mismo.

Dice en la introducción de Demian: “No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse a sí mismos.”

Tras la declaración de la Primera Guerra Mundial en 1914, Hesse se presentó como voluntario. Fue, sin embargo, declarado inútil para el combate y destinado en Berna para asistir a prisioneros de guerra en su embajada. El 3 de noviembre de 1914 publicó el artículo “O Freunde, nicht diese Tone,” primer verso de la Oda a la Alegría, del poeta alemán Friedrich von Schiller, en el que llamaba a los intelectuales alemanes a no caer en las polémicas nacionalistas. La reacción que produjo la calificó más tarde de momento crucial en su vida: por primera vez, se encontró en medio de una violenta trifulca política, la prensa alemana lo atacó, recibió anónimos amenazantes y cartas de amigos que no le respaldaron.



Los conflictos con el público alemán no se habían disipado cuando Hesse sufrió una nueva vuelta de tuerca que le sumió en una crisis existencial más profunda: la muerte de su padre, la grave enfermedad de su hijo Martin y la crisis esquizofrénica de su esposa. Tuvo que comenzar un tratamiento psicoterapéutico. Fue tratado desde mayo de 1916 hasta 1917 por el Dr. Joseph Bernhard Lang discípulo de Carl Gustav Jung. Esto iniciaría en Hesse un gran interés por el psicoanálisis, a través del cual llegaría a conocer personalmente a Jung, quien lo familiarizó con el mundo de los símbolos, latente en Hesse desde los años de su infancia.



Se mudó al cantón del Tesino, en Suiza, donde retornó a la escritura y también a pintar, lo que aparece en su gran relato siguiente, El último verano de Klingsor. En 1922 apareció la novela Siddhartha. En 1924 adquiere la nacionalidad suiza. Las principales obras que siguieron son relatos autobiográficos teñidos de ironía, en los que se anuncia su más célebre novela, El lobo estepario (1927).

En 1931 comenzó el proyecto de su última gran obra, El juego de los abalorios. Publicó en 1932 un relato preparatorio, El viaje a Oriente. Hesse observaba con preocupación la toma de poder de los nazis en Alemania. En 1933, Bertolt Brecht y Thomas Mann estuvieron en su casa durante su viaje al exilio. Hesse intentó, a su manera, oponerse a la evolución de Alemania: publicaba desde hacía tiempo reseñas en la prensa alemana, a partir de entonces se manifestó más enérgicamente en favor de autores judíos o perseguidos por los nazis. Desgraciadamente, desde mediados de los años treinta, ningún periódico alemán se arriesgó a publicar artículos suyos.



El juego de los abalorios fue impresa finalmente en 1943 en Suiza. En esta novela, según Luis Racionero, “Propone su ideal de cultura: Una sociedad que recoge y practica lo mejor de todas las culturas y la reúne en un juego de música y matemáticas que desarrolla las facultades humanas hasta niveles insospechados”. Después de la Segunda Guerra Mundial, su creatividad declinó: escribió relatos y poemas, pero ninguna novela. Murió a los ochenta y cinco años en Montagnola, a consecuencia de una hemorragia cerebral. Así acabó la vida de un pensador que hizo de la angustia existencial la interpretación filosófica de la primera mitad del siglo veinte.




martes, 24 de marzo de 2015

EL UNIVERSO DE KAFKA







Entre todos los escritores que irrumpieron en el panorama literario checoslovaco hacia fines del siglo XIX, se destacó Kafka quien, ubicado en una línea creativa muy distinta de la de sus antecesores y de la mayoría de sus contemporáneos, se convirtió en uno de los clásicos más importantes de la cultura universal.

Max Brod, su más íntimo amigo y notable escritor y crítico dice en su libro “Kafka”: “En la conversación íntima se le soltaba asombrosamente la lengua, llegando a entusiasmarse, a ser encantador. Las bromas y las risas no tenían fin; reía a gusto y cordialmente y sabía hacer reír a sus amigos.”

Descendiente de rabinos, hijo de un comerciante, nació en Praga en 1883. Fue periodista y comerciante. Había en él como en Proust, una suerte de infantilismo que el propio Kafka no negaba, producto quizá de la conflictual relación que mantenía con su padre: “Jamás viviré la edad adulta –dijo--. De niño llegaré a ser inmediatamente un anciano canoso.”

Admirador de Mann, de Flaubert, de Dickens, de Hesse, rehuía todo lo que fuera “demasiado intelectual”. El 3 de junio de 1924, en una tarde fría murió Franz Kafka, destruido por el cáncer. El 11 del mismo mes se realizó la inhumación en el cementerio judío de Praga-Straschnitz.

La obra de Kafka ha sido definida así por Rodolfo E. Modern: “El tema de su novelística es fundamentalmente el conflicto –aparentemente insoluble—de la adecuación de la existencia humana a un mundo gobernado por propósitos desconocidos al hombre. Su clasicismo proviene en gran parte no sólo de la deslumbradora perfección de su prosa, lenta y arrolladora, sino de una conformación del sentimiento de desolación del hombre actual, cuyo único remedio apunta al nacimiento de una nueva experiencia religiosa, fuerte e inapelable.”

En Preparativos de boda en el campo (1907), el primer relato de Kafka publicado, ya asoman claramente esas pautas subrayadas por Modern. En ese cuento, el argumento y el escenario constituyen lo principal, desplazando el desarrollo mismo de la trama a un muy secundario lugar. Tentación de la aldea y Recuerdos del ferrocarril (1914) son cuentos producidos en la etapa de madurez creativa. Ahí, como en sus obras posteriores, luce la claridad formal de su prosa, su humor de esencia trágica y la estructura férreamente lógica de su razonamiento, que emerge de un planteo aparentemente desordenado y, a veces, caótico.

En todos esos relatos se pasa, casi sin transiciones, del humorismo grotesco a un planteo sobrio de la realidad y a un análisis despojado y subjetivo del mundo circundante y de las razones y fuerzas que lo mueven y modifican. Hay en todos ellos, esa casi obsesiva inquietud por ahondar en los misterios de la existencia humana, que caracteriza y define a toda la obra kafkiana, esencia temática que está presente en la médula misma de “El proceso”, uno de sus libros fundamentales.

La imagen kafkiana total del hombre y de su universo, engloba también la comprobación de fenómenos más temibles y definitorios: la opresión (El proceso), la esclavitud del pensamiento y la falta de libertad (América), la persecución por motivos religiosos y políticos (El castillo), la tiranía que se ejerce sobre los marginados (La colonia penitenciaria).

Todos esos valores otorgaron muy especial significación a la obra de Kafka. Situado entre los escritores más trascendentes del mundo, su obra ejerció siempre profunda influencia entre los literatos de su tiempo. Honda, absorbente y fascinante, la obra de Kafka no sólo constituye un ejemplo impar de talento sino que es, sobre todo, una de las cumbres más altas alcanzadas por el pensamiento filosófico del hombre contemporáneo.

Para Ignacio López, traductor de Metamorfosis novela corta publicada en 1916, las primeras líneas revelan las características que la sitúan entre las más significativas obras de Kafka: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose  en su cama convertido en un monstruoso insecto.” De ahí en adelante Metamorfosis transcurre en un escenario inquietante, misterioso y sombrío envuelto por una atmósfera anormal, preñada de simbolismos.

En todos y cada uno de los relatos incluidos en Metamorfosis, Kafka se asoma a los abismos del alma humana, a los que no analiza con curiosidad malsana sino casi contra su propia voluntad, como el científico que tiene que cumplir con su deber. De ese análisis surge, libre y claramente, una visión total del mundo. Un mundo desigual y cruel al que no obstante Kafka no condena y del que no abjura; simplemente lo ve, lo analiza y lo desnuda tal cual es, sin apasionamientos ni prejuicios.

Ese mundo, nos quiere decir Kafka, puede reducir a un hombre a la condición de un animal, de un insecto. Eso es lo que hace cuando lo lleva  ante un tribunal, cuando juzga. La relación que el hombre juzgado mantiene con sus jueces es terrible y ambivalente: los encargados de dictar la sentencia pueden, también, comportarse como animales y asumir la condición de bestias. Así, unos y otros se confunden una y otra vez, más allá de la posición que cada uno ocupa en el proceso: una mascarada que desenmascara al hombre.

Pero Metamorfosis no se agota ahí. Concebida  como la historia de un hombre que sufre una profunda transformación física, señala que el protagonista conserva, ampliadas, las facultades de ver y oír. Desde esa perspectiva, una de las cosas que ve es la persecución que agobia a millones de hombres y mujeres, víctimas de prejuicios políticos y religiosos.

Cadencioso, interrumpido suavemente por pequeñas pausas que le otorgan, al decir de Brod, una arquitectura melodiosa, que hacen de cada uno de los cuentos y de su conjunto “una melodía que no está constituida por materia de esta Tierra”. “El lenguaje es claro como el cristal y en su superficie no se nota más que la aspiración de expresar el objeto correcto y nítidamente. Sin embargo, bajo el vivaz fuego de ese límpido arroyo idiomático, fluyen sueños y visiones de profundidad insondable.”

La esperanza que sus personajes alientan pese a todo, traducen el arraigado credo existencial de Kafka, quien dijo: “No desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives”
  





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