jueves, 25 de octubre de 2012

GONZÁLEZ MORFÍN, EL PAN Y LA DEMOCRACIA





La reciente muerte de Efraín González Morfín inició una reflexión sobre lo que han significado los distintos actores en la democracia en México, además de ubicar la participación histórica de los partidos políticos y sus personajes. Para el caso, aun no logra dilucidarse con claridad el perfil de Acción Nacional, sobre todo en la alternancia, al pasar de la participación testimonial a la descarnada lucha electoral.

El padre de González Morfín, al lado del Arzobispo de Guadalajara, José Garibi Rivera, fue protagonista del desprendimiento de lo que sería el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente de la Universidad Autónoma de Guadalajara, movimiento de origen jesuita y con el que seguramente el joven simpatizaba. Su formación social proviene de espacios de la educación superior de esa orden religiosa en la que también cursó la educación básica.

La posición de González Morfín debemos verla no solamente desde el ámbito estrictamente personal de un personaje de gran conocimiento y cultura, sino también la localizamos como un eslabón más dentro de la tradición conceptual política o si se quiere ideológica de esa corriente histórica del país.

Si hemos de tratar de entender al país desde el ángulo de Don Daniel Cosío Villegas, que consideraba al PRI y al Presidente de la República como los dos pilares del Sistema Político, entonces habríamos de concluir que Acción Nacional vendría a ser como antípoda la otra cara de dicho sistema.

Símil geográfico que se entiende porque el PRI surge, por un lado, como la síntesis de pensadores liberales y socialistas, además de integrar a líderes de distinto origen y formación en la década de los veintes, elementos que cargaría durante toda su historia y que le han generado no pocas fricciones internas en el afán de mantener su estructura. La génesis de Acción Nacional, por su parte, entraña la incorporación de organismos seculares católicos como la Acción Católica de la Juventud Mexicana, que en algunas vertientes alimentó también a movimientos radicales como el cristero. Aunque con clara inspiración religiosa, Acción Nacional por decisión de sus creadores nunca fue un partido católico  como sus primos de América Latina, mantuvo siempre una posición laicista por más que muchos de sus miembros fueran obstinadamente católicos.

Los referentes políticos del PRI Gobierno que influyen en la creación del PAN son sin duda la de los movimientos de izquierda, concretamente el gobierno de Lázaro Cárdenas, marcadamente sus contenidos de educación universitaria. Así por ejemplo en la UNAM se presenta la lucha por la Autonomía y la Libertad de Cátedra, en la que aparece junto a José Vasconcelos, como personaje destacado, Manuel Gómez Morín, cerebro y creador del partido. Por otro lado en Jalisco es notoria la definición del autlense Efraín González Luna en el conflicto universitario local.

Si bien debe decirse que dichos personajes, los fundadores del PAN, participaron y se definieron por la concepción antisocialista o si se quiere antigobiernista, nunca promovieron la lucha violenta. Antes bien se destacaban por su conocimiento, cultura, humanismo y posiciones pacifistas. Para la época de la fundación de Acción Nacional, en 1939, González Morfín tenía 10 años. Dichos eventos debieron dejarlo marcado; además, ¿cómo podría ser ajeno a la influencia de un personaje de la estatura intelectual y política de su padre?

Sin embargo, se habría de conocer su liderazgo y su sólida formación, sin duda con gran influencia paterna, en la década de los sesentas, bajo esa figura religiosa que cambio al mundo: el papa Juan XXIII, con su encíclica Pacem in Terris y sobre todo con la convocatoria y apertura del Concilio Ecuménico Vaticano Segundo, que vino a revolucionar no sólo lo teología y los cánones sino hasta la formalidad centenaria de la iglesia católica, que abarcó desde el ritual en que el sacerdote oficiaba de espaldas a la feligresía y oraba en latín para hacerlo de frente y en español y convertir sus cantos en populares, como la propia concepción de la arquitectura de las iglesias para convertirlas en abiertas e iluminadas. Ahí está la raíz de la transformación o si se quiere de la reconstrucción de principios de Acción Nacional que con un bagaje claramente social, y que algunos llegaron a catalogar de izquierdismo en una aparente contradicción con los creadores del partido, impulsaron Adolfo Christlieb Ibarrola y sobre todo Efraín González Morfín.

El giro fue tan fuerte y dramático que dentro y fuera del PAN generó desconcierto, al extremo de que la posición del propio líder del partido (Christlieb Ibarrola) se tachó de comunista en su propuesta solidaria con el movimiento estudiantil de 1968. Dicha posición generó además una contradicción dentro de las corrientes progresistas de los otros partidos, que sintieron se les arrebataban las banderas sociales por quienes consideraban conservadores.

La coherencia de pensamiento de dichos personajes se manifiesta en la historia posterior de su partido, misma que sostiene González Morfín cuando asume el liderazgo del mismo. Sin embargo, como era de esperarse, las corrientes pragmáticas hicieron alianza con las conservadoras y lucharon para recuperar lo que creían les pertenecía, la conducción de su partido por los caminos de los intereses y las posiciones de tradición católica conservadora.

A la luz de lo que es ahora Acción Nacional y su desastrosa actuación como gobierno, se observa su historia como una ruta de grandes contrastes y conflictos, en la que habiendo sacrificado a sus mejores hombres no encuentra el equilibrio entre la posición que ellos llaman moral y el pragmatismo. Así, a la distancia, no podemos dejar de observar las decisiones conceptuales bajo los valores de la honestidad que el propio partido construyó, una posición testimonial para marcar las grandes fallas de sus antípodas del PRI, destruida en su ejercicio de gobierno bajo los intereses de un utilitarismo ramplón.

Incorporar sin conflicto al epistolario partidista el legado de los grandes personajes que emanaron de él, es el desafío del PAN para lograr la coherencia entre su prédica y la acción, bifurcación que se antoja imposible de superar para reunir en una sola corriente las aguas sin aparecer como contradicción. El mayor reto será incorporar el legado de González Morfín sin que tenga sentido utilitario. Asumir al personaje con sus ideas y sus acciones coherentes, que podrían convertirse en ejes de una nueva visión de la propuesta política de ese partido, en la búsqueda de la ruta extraviada y el regreso a sus orígenes inspirados en la ética católica, la doctrina social de la Iglesia y la solidaridad social.

sábado, 13 de octubre de 2012

LA CIUDAD DE LOS INMORTALES








Un amigo me comentaba recientemente que un tercero, ministro religioso de alto rango al que estimamos ambos, acababa de partir a Turquía a recorrer la ruta de San Pablo y las poblaciones del Asía Menor, reconocidas por su historia arqueológica y cultural. Al tratar de recordar los nombres de los lugares que creí que visitaría me di cuenta que no los recordaba, lo que me generó inquietud y desazón. En ese momento me llegó a la mente El Inmortal, la narración de Borges, la paradoja que nos muestra la inutilidad de vivir mucho si acabamos sin recuerdos.

Nos relata Borges que los mortales al tomar agua de un arroyuelo adquieren la inmortalidad y con el tiempo pierden la memoria, lo que equivale a un contrasentido, porque de que vale vivir por siempre si no recuerdas el pasado. El viajero de la historia en busca de la inmortalidad bebe del arroyo y adquiere el privilegio de la eternidad. En el camino se encuentra con un personaje que lo acompaña y que ha perdido la memoria. Al mencionarle el nombre del perro de Ulises, después de un gran esfuerzo logra recuperar parte de sus recuerdos.

Nos cuenta que la historia del Inmortal fue conocida a través un manuscrito que apareció en el último tomo de la Ilíada, redactado en inglés y que abunda en latinismos, de los seis volúmenes en cuarto menor (1715-1720) de la Ilíada de Pope. Adquirido por la princesa Lusinge al anticuario Joseph Cartaphilus, de Esmirna. De Joseph nos dice la princesa que era un hombre consumido y terroso, de ojos grises y barba gris, de rasgos singularmente vagos. Se manejaba con fluidez e ignorancia en diversas lenguas; en muy pocos minutos pasó del francés y del inglés a una conjunción enigmática de español de Salónica y de portugués de Macao.

Al final de la historia nos damos cuenta que el inmortal es el mismo Cartaphilus, quien fue originalmente tribuno de una legión que estuvo acuartelada en Berenice, frente al Mar Rojo. Afirma el personaje que sus trabajos iniciaron en un jardín de Tebas Hekatómpylos en la conquista de Alejandría, durante el imperio de Diocleciano.

Tuvo conocimiento de la Ciudad de los Inmortales a través de un jinete que rendido y ensangrentado que venía del oriente que con tenue voz insaciable le preguntó en latín el nombre del río que bañaba los muros de la ciudad, a lo que el tribuno le contestó que era el Egipto que alimentan las lluvias. El viajero le contestó “Otro es el río que persigo, el río secreto que purifica de la muerte a los hombres”. Agregó que en la margen ulterior se eleva la Ciudad de los Inmortales, rica en baluartes y anfiteatros y templos.

El tribuno se dedicó a buscar el río de la inmortalidad y después de vagar por el desierto “…se encontró tirado y maniatado en un oblongo nicho de piedra, no mayor que una sepultura común, superficialmente excavado en el agrio declive de una montaña.” Afirma que al pie de la montaña se dilataba sin rumor un arroyo impuro, entorpecido por escombros y arena; que en la opuesta margen resplandecía (bajo el último sol o bajo el primero) la evidente Ciudad de los Inmortales.  Continúa diciendo que en la arena había pozos de poca hondura; de esos mezquinos agujeros (y de los nichos) emergían hombres de piel gris, de barba negligente, desnudos. Dice que creyó reconocerlos: pertenecían a la estirpe bestial de los trogloditas, que infestan las riveras del Golfo Arábico y las grutas etiópicas; no se maravilló de que no hablaran y de que devoraran serpientes.

La humildad y miseria del troglodita que lo acompañaba le trajeron a la memoria la imagen de Argos, el viejo perro moribundo de la Odisea, y le puso ese nombre. “…con mansa admiración, como si descubriera una cosa perdida y olvidada hace mucho tiempo, balbuceó estas palabras: “Argos perro de Ulises”. Y después, también sin mirarme: “Este perro tirado en el estiércol”. Al preguntarle qué sabía de la Odisea, contestó: “Muy poco”, dijo “Menos que el rapsoda más pobre. Ya habrán pasado mil cien años desde que la inventé.”

Continúa su narración al afirmar que entre los corolarios de la doctrina de que no hay cosa que no sea compensada por otra, hay uno de muy poca importancia teórica, pero que nos indujo, a fines o a principios del siglo X, a dispersarnos por la faz de la tierra. Dice “Cabe en estas palabras: Existe un río cuyas aguas dan la inmortalidad; en alguna región habrá otro río cuyas aguas la borren. ….Homero y yo nos separamos en las puertas del Tanger; creo que no nos dijimos adiós.”

Continúa al afirmar que recorrió nuevos reinos, nuevos imperios. En el otoño de 1066 militó en el puente de Stamford… En el séptimo siglo de la Hégira, en el arrabal de Bulaq, transcribió con pausada caligrafía, en un idioma que ha olvidado, en un alfabeto que ignora, los siete viajes de Simbad y la historia de la Ciudad de Bronce. En un patio de la cárcel de Samarcanda ha jugado muchísimo al ajedrez. En Bikanir ha profesado la astrología y también en Bohemia. En 1638 estuvo en Kolozvár y después en Leipzig. En Aberdeen, en 1714 se suscribió a los seis volúmenes de la Ilíada de Pope, que frecuentó con deleite. Hacía 1729 discutió el origen de ese poema con un profesor de retórica, llamado, cree, Giambattista; sus razones le parecieron irrefutables.

El 4 de octubre de 1921, el Patna, que lo conducía a Bombay, tuvo que fondear en un puerto de la costa eritrea. ….. En las afueras vio un caudal de agua clara; la probó, movido por la costumbre. Al repechar al margen, un árbol espinoso le laceró el dorso de la mano. El inusitado dolor le pareció muy vivo. Incrédulo, silencioso y feliz, contempló la preciosa formación de una lenta gota de sangre. De nuevo era mortal, se repitió, de nuevo se parece a todos los hombres.

La narración concluye con una reflexión “A mi entender, la conclusión es inadmisible. -Cuando se acerca el fin-, escribió Cartaphilus, -ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras.-  Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos.”

Se puede perder la memoria por múltiples razones y no necesariamente por haber encontrado la Ciudad de los Inmortales, historia que se queda en las páginas del genio argentino. Aunque de alguna manera siento que Borges esboza una sonrisa burlona por encima de mi hombro.