jueves, 25 de mayo de 2017

EL MUNDO QUE CREO A RULFO




Amasado y construido con sedimento y estructura telúricos nació el narrador, las historias germinaron como semillas coloniales de rígido contenido religioso y humor sarcástico. Al tiempo que ese mundo crea al narrador le implanta las imágenes poéticas descarnadas como vivencias del Bajo Sur de Jalisco, el valle que abarca de Autlán a los volcanes, en un círculo de montañas cuyo emblema es la Sierra de Manantlán.

Los elementos que perfilan la identidad del Bajo Sur se mantienen desconocidos, los únicos estudios antropológicos son de poblaciones indígenas y los hizo Isabel Kelly en la primera mitad del siglo veinte, patrocinados por la norteamericana Universidad de California. En ellos estudió Kelly las tribus otomíes y nahuas.

Un factor determinante lo fue la evangelización de los Franciscanos que pervive no sólo en la cultura sino también en los restos de templos y en imágenes religiosas que se adoran en las poblaciones, como la Virgen de La Asunción de Tonaya. Vírgenes construidas por los artesanos de Michoacán de pasta de caña de maíz. Los frailes ejercieron la catequización en todas las poblaciones y crearon conventos en Tuxcacuesco, Ejutla y Autlán, hasta que en 1797 el obispo Cabañas ejecuta Cédula Real que decreta la secularización de los curatos franciscanos.

En tanto los grandes personajes de Autlán del siglo diecinueve son conservadores, ilustrados y altruistas, los seminarios de Autlán y Ejutla ejercieron poderosa influencia en la guerra cristera, alimentada por sacerdotes egresados de este último y formados bajo la tutela de Francisco Amezcua. Participaron en ella en Zapotitlán, Tolimán, Tuxcacuesco, San Gabriel y Autlán, para considerar solamente de las parroquias. Las versiones locales hablan de sacerdotes sacrificados en Autlán, Ejutla, Toxin y Apulco.

Las distintas revueltas fueron destructivas de archivos eclesiales y civiles. Insurgentes, liberales, villistas y cristeros tuvieron como denominador común la depredación. Fueron bandoleros, violadores y destructores de vidas y patrimonios y por consecuencia destructores de la cultura y la riqueza de la región. La zona la arrasaron bandas disfrazadas de reformadores o revolucionarios con sus despiadadas huestes como Antonio Rojas, Simón Gutiérrez o Pedro Zamora. No es casual que ahí haya encontrado alojo y simpatía el líder del Cártel Jalisco y su tropa de delincuentes.

En entrevista con Luis Harss en la ciudad de México y publicada en “Los nuestros, Sudamericana, Buenos Aires, 1966”, dice Rulfo que apellida Vizcaíno por lo materno, y continúa diciendo que todos los Vizcaíno eran delincuentes, que era muy común entre esos hombres cambiarse el nombre, en lugar del patronímico se ponían el geográfico.

En su obra aparecen personajes con características de familiares identificables como sociópatas, tal es el caso de su tío abuelo Librado Vizcaíno y sus hijos, quienes eran los propietarios del mesón de Zapotlán, lugar en el que asesinaban a los arrieros para despojarlos de sus bienes para luego enterrarlos en el baldío colindante. Otro personaje no menos siniestro de la familia es Rodolfo Paz Vizcaíno, originario de Tonaya, hijo de la tía abuela de Rulfo Magdalena Vizcaíno, dueño de la playa Tenacatita del poblado El Rebalse, en el que mantenía a sus trabajadores en esclavitud y que sus ejecutores asesinaban cuando intentaban escapar. En el extremo de su conducta desquiciada el personaje pasaba del asesinato más atroz al arrobo en la oración religiosa. Los días finales de Rodolfo los pasó como sacristán en la iglesia de Santa Rita de Casia en la colonia Chapalita en Guadalajara. Paz Vizcaíno fue identificado por Agustín Yáñez como El Amarillo, cacique de la costa en su novela La Tierra Pródiga.

Un elemento recurrente en la obra de Rulfo es el incesto, que se localiza con mayor frecuencia en las sociedades cerradas en las que es común la convivencia sexual entre familiares cercanos y que el aislamiento vuelve a sus gentes hacía dentro de sus propias comunidades y del entorno familiar, factores a los que no podía ser insensible el escritor.

Para sus biógrafos los hechos que marcaron al autor fueron las vivencias de la infancia, la violencia y la muerte en que se vieron envueltas la región y su familia. Su traumatizada niñez lo acerca a personajes como Dickens, Chaplin y Edith Piaf. La fuerza de la narración y las desgarradoras historias se alimentan de la experiencia propia, origen también de la angustia, de la inseguridad y de depresiones solo tolerables con el alcohol.

Las influencias culturales las encontramos sin esfuerzo en representaciones de reminiscencia del teatro del Siglo de Oro Español, en solares adaptados a donde asistía fascinada la población. Por su parte las pastorelas heredadas de la evangelización se presentaban en los patios y corrales de las casas de los vecinos y eran motivo de alegría y esparcimiento popular con su natural contenido religioso, en las que aparecía sin esfuerzo la picaresca con personajes como La Pereza y El Bartolo. En todo aquello se percibía un claro sabor manchego.

Compositores e intérpretes reconocidos surgieron de entre los músicos de la región, la influencia de la cultura local se evidencia en personajes de San Gabriel como los músicos Blas Galindo y Felipe Santana y el tenor José Mojica. Músicos cultos y populares reconocidos los hay también en Autlán, Tonaya, Ejutla, El Limón y El Grullo. A la vez que los estudiosos ubican en el poblado de Copala a Nabor Rosales creador de sones jaliscienses del siglo diecinueve y principio del veinte.

Más allá del Nevado hacia el oriente en Zapotlán surgen músicos como José Rolón, Consuelo Velázquez y Rubén Fuentes. Sin olvidar que la mayoría de las poblaciones como Zapotiltic, Tamazula, Tuxpan, Pihuamo y Tecalitlán son conocidas por su rica veta musical. Tiene la música como origen seminarios, conventos e  iglesias, en cuyo entorno se creaban grupos musicales para los oficios religiosos y las fiestas profanas. No es ajeno a esa poderosa influencia cultural el surgimiento de escritores como Juan José Arreola o pintores como José Clemente Orozco.

Otro fenómeno que influyó en el perfil de la región fue la paulatina desaparición de las comunidades indígenas que conoció San Buenaventura, el sobrino de Hernán Cortés en su paso por la región. Como fantasmas deambulan en las historias de Rulfo los indios de Apango que bajan al tianguis de la mitológica Comala de Pedro Paramo o en la geografía real de la sierra de Manantlán a los poblados del llano, a vender loza, fruta, manzanilla o tomillo.

Hermann Hesse sostiene que el espacio creador se encuentra en el subconsciente del individuo, lo que nos induce a pensar que en los recuerdos olvidados del consciente está la veta creadora, José Gorostiza por su parte afirma que la belleza del arte nos permite evadirnos de la realidad que nos lastima. Esos razonamientos nos acercan al secreto de Rulfo, quien al intentar superar un mundo de experiencias traumáticas en especial de la niñez, producto del brutal criollismo regional con clara dosis de sadismo, lo sublimó hasta convertirlo en obra de arte.  

Como en los países conquistadores, la violencia y la marginación convivían paralelas en El Bajo Sur con la cultura musical y literaria. El resultado de esa contradicción produjo creadores como Juan Rulfo, que tuvieron el lenguaje como paleta y las vivencias como motivo de la tela magistral.

Bibliografía:
Ascencio, Juan. Un extraño en la tierra. Biografía no autorizada de Juan Rulfo.
DEBATE, Random House Mondatori, S.A. de C.V. México, D.F. 2005.
Brambila, Crescenciano Pbro. El Nuevo Obispado de Autlán. Obispado de Colima. Colima, Col., 1962.
Campbell, Federico. La Ficción de la Memoria. Juan Rulfo Ante la Crítica. Ediciones ERA. UNAM. México, 2003.
Villaseñor y Villaseñor, Ramiro. Bibliografía. Juan Rulfo. UNED. Guadalajara, Jal., 1986.




lunes, 1 de mayo de 2017

LOS CÍRCULOS VICIOSOS





Las administraciones públicas en Jalisco están inmersas en círculos viciosos conectados entre sí, que convierten cualquier alternativa en una vuelta en sí mismos, hasta morderse la cola como si fueran  seres reptantes.

Todo parte de los intereses electorales, con el afán de tener campañas exitosas, las financian con recursos públicos violentado cualquier escrúpulo político. Las acciones inmorales las realizan los candidatos de todos los signos y tipos. Así se pervierte sobre todo a las administraciones que fatalmente se han convertido en fuente irregular e ilegal de financiamiento.

No quiere decir que sea algo descubierto recientemente, sin embargo a partir de la década de los ochenta se quedó inmerso en el despilfarro y el financiamiento de las arcas públicas. En algunos casos se desvían los recursos financieros directamente, en otros se aprovecha la obra pública y la adquisición de bienes y servicios con porcentajes determinados, lo que a la par que encarece las adquisiciones erosiona la calidad de gobiernos y funcionarios.

Todavía en la década de los setentas las campañas se financiaban de la bolsa de los candidatos y sus amigos, sobrias y basadas en el contacto personal del candidato con los electores. A dicho fenómeno no han sido ajenas las prácticas de mercado electoral, sobre todo a partir de la propaganda indiscriminada en busca del voto, que paradójicamente se presentó a partir de la competencia democrática real en el país. Conforme fue creciendo la influencia de los medios y las campañas publicitarias, aumentó el gasto hasta llegar a proporciones aberrantes.

La consecuencia inevitable ha sido que conforme aumenta la competencia electoral entre partidos y candidatos, aumenta el despilfarro de gasto y el latrocinio de los bienes públicos, paralelo además al abandono de la eficiencia administrativa y la solución de los problemas de la sociedad a través de los servicios públicos, que debiera ser el centro de cualquier propuesta electoral.

Todo ello trae como consecuencia que conforme avanza la perversión clientelar de los partidos y los procesos electorales, se distorsiona la administración pública. El caso de Guadalajara sin que lo consideremos la excepción, nos muestra el patetismo de las políticas públicas practicadas por todos los partidos políticos. A partir de la década de los ochenta la población creció apenas un veinte por ciento, en tanto que el número de los trabajadores municipales aumentó más de cinco veces. Consecuencia de una administración convertida en botín de funcionarios sin escrúpulos que pagan favores electorales con bienes municipales que debieran estar destinados a los servicios.

Sin embargo esa es solo una cara del poliedro de intereses que se desarrollan en el entorno de la lucha electoral, Así los criterios de una administración decíamos no descansan en el afán de la eficiencia y la solución de los problemas de una comunidad, sino que se convierte en fuente de recursos electorales. El objetivo de la administración se distorsiona de tal manera que los administradores solamente buscan aplicar el gasto en aquello que puede generar recursos para futuras campañas, lo que es lo mismo para satisfacer ambiciones personales enfermizas.

El afán de satisfacer el ego patético de candidatos y las ambiciones de sus cómplices de aventura, que ejercen la mezquina función de agoreros y cortesanos, disfrazados de operadores, replica el vicio en los distintos niveles de las administraciones. Sin olvidar por supuesto a los familiares que participan alegremente en el festival báquico de la depredación de bienes públicos a través de empresas simuladas.

Los depredadores aplican el ejercicio de manera básica en gasto corriente y en obra pública, que es de donde obtienen recursos para sus fines prioritarios. Por lo que se ejerce un doble daño social, además de que lo que se adquiere o contrata no es de necesidad elemental para la administración, tampoco se realiza en base a las características y calidad que se requiere. La contratación de personal por ejemplo, además de ser en cantidades superiores a las necesidades, se le contrata en base a compromisos y complicidades y no de acuerdo a un perfil establecido por la función.

Los compromisos de campaña por resolver determinadas necesidades, sobre todo en el tema de los servicios públicos no tiene importancia, le apuestan al olvido al tiempo que manipulan la información y los criterios antes que a la eficiencia y el compromiso.

Así para la seguridad pública compran cámaras de mala calidad y a sobreprecio, en lugar de contratar personal suficiente y con perfiles adecuados, sin considerar que aun cuando las cámaras tuvieran un servicio eficiente, se necesitará personal capacitado no solamente para operarlas, sino para utilizar la información que generen.

No importa que por un lado se crean organismos metropolitanos de desarrollo urbano para racionalizar el crecimiento ordenado de la metrópoli, en tanto los municipios sigan autorizando fraccionamientos que en un tiempo corto habrán de ser abandonados, con desperdicio y pérdida de recursos, sobre todo de quienes los adquieren a través de sus fondos en los organismos de vivienda.  Sin atender entre otros asuntos la planeación de la vivienda considerando los centros de trabajo y el transporte público.

En los vicios están inmersos lo mismo el gobierno federal como el gobierno del estado con evidente ineficiencia, pero lo más irritante es la actitud indolente de los gobiernos municipales que habiendo prometido atender los graves problemas metropolitanos, actúan como si  no existieran, en tanto se desempeñan con superficialidad e inconsciencia.