martes, 18 de diciembre de 2012

EL REGRESO DEL PRI Y EL CONCEPTO DE ESTADO





En lo que podríamos llamar criterios de gobierno de los partidos políticos, se encuentra una clara diferencia en la forma de interpretar la intervención del Estado en la vida de los particulares de Acción Nacional y el Revolucionario Institucional. Si bien se afirma que este último ha modificado su manera de enfocar algunas prácticas del ejercicio público, en otros aspectos se percibe con claridad el mismo concepto, cuando menos en el esbozo de los primeros días de Enrique Peña Nieto.

Sin entrar en la descripción de lo que podríamos llamar secuelas de una cultura de la función pública en el país y de la que muchos ciudadanos esperaban una práctica distinta de los gobiernos del PAN, podemos establecer que el estado de cosas que condiciona nuestra vida democrática y política no sufrió cambios de fondo. Por razones no claras no asumieron los gobiernos de dicho partido la transformación del ejercicio de la función pública que la sociedad esperaba y pareciera que prefirieron caminar por la ruta de los intereses creados, que permitió a los gobiernos de dos sexenios mantenerse en un espacio de comodidad.

En un intento de establecer las diferencias elementales de los dos gobiernos de Acción Nacional,  podríamos establecer que Vicente Fox se manifestó como un personaje práctico y de concepción simple del ejercicio de gobierno, asimilándola a dirigir una empresa particular, llegando al extremo de olvidar que su función estaba regulada por normatividad jurídica. De paso olvidó también considerar la visión histórica del país.

En otro extremo se encontró Felipe Calderón de formación católica e ideológica tradicional. Sufrió un fenómeno común de los gobiernos de Acción Nacional, la falta de claridad de misión de su gobierno, lo que no le permitió tener un proyecto que le permitiera arribar en la práctica a la Declaración de Principios y Programa de Acción de su partido.

Sin embargo en algo fueron coincidentes ambos gobiernos, en su concepto de Estado. A pesar de la ideología conservadora de su partido, asumieron un principio de liberalismo tradicional, “dejar hacer y dejar pasar”. Dejar en libertad la acción de las distintas fuerzas  de la sociedad, situación que generó el abuso de los fuertes sobre los débiles. No asumieron que la experiencia histórica ha obligado a los estados a intervenir para garantizar los equilibrios, lo que significa brindar un mínimo de justicia.

El desconocimiento de la estructura social y política de determinado momento histórico, lleva a los líderes de los gobiernos a tomar decisiones equivocadas o a la inacción. De esa manera se puede decir que se considera la falta de acción del Estado como una limitante del desarrollo natural de las fuerzas sociales y por consecuencia de la democracia. Además dichos gobiernos por el desconocimiento del desarrollo histórico, confunden la etapa histórica que se vive.

Es claro que dentro de la herencia de los gobiernos del PRI se encuentran los grupos de poder actuales y que fueron utilizados de forma indiscriminada para la manipulación política con cinismo pragmático. Mismos que los gobiernos de Acción Nacional protegieron y utilizaron sin escrúpulo alguno. Sin embargo no debemos olvidar que los ideólogos del Revolucionario Institucional generaron lo que podríamos llamar la semilla de su desaparición.

Es muy temprano para establecer que el nuevo gobierno va a mantener el ritmo y la presión que viene ejerciendo sobre los grupos. La habilidad y su capacidad de manipulación no es desdeñable y no es remoto que en el proceso logren complicidades y condiciones para debilitar las acciones en su contra, sin embargo la necesidad del gobierno de brindar resultados y hacer creíble su intención de mejorar la vida de la nación, podrían obligarlo a mantener el ritmo y el sentido de las decisiones.

Sin embargo pasada esa etapa de resabio predemocrático, el mismo Estado se puede convertir en un ente limitante de la democracia y como consecuencia del desarrollo del país, cuando su intervención sistemática se convierte en un factor que inhibe el libre movimiento de la acción individual.

Así nos encontramos ante dos momentos determinantes del Estado. El papel de equilibrio de fuerzas  en una etapa de inmadurez democrática y el de intervención mínima cuando esa sociedad ha evolucionado. En el primer caso estamos ante la concepción de Estado como lo concibieron los teóricos de El Renacimiento, cuando habla del dominio (El Príncipe), sobre los señores feudales. El segundo es el que esboza Lenin, cuando afirma que la última etapa del comunismo es aquella en que el Estado se convierte en una administración de servicios, en la que ya no es necesaria la fuerza del Estado.

La concepción que el gobierno de Peña Nieto ha retomado es que el Estado es el rector de las decisiones de la sociedad, es desde luego una interpretación de la etapa en que nos encontramos, se refiere a un momento de subdesarrollo democrático y político con sedimentos de feudalismo, ejemplarizada con la actuación impune de los grupos de poder.

Lo mismo se puede decir de los poderosos sindicatos que medran de los intereses públicos y sociales como la educación y los hidrocarburos, como los feudos monopólicos de importantes áreas económicas y de medios de comunicación entre otros, que no solamente abusan con libertad absoluta sino que gozan de la protección del Estado, en temas como el impositivo y las decisiones discrecionales de la función pública a su favor.

Como paradoja inesperada vemos que el Presidente que ha sido señalado como favorecido en la pasada elección por los grupos de poder, acabará por desmantelarlos, ante una intensa presión social. Sobre todo la actitud crítica de los jóvenes, que se manifiestan a través de los modernos sistemas de comunicación, que han puesto en jaque a los gobiernos autocráticos.

Pareciera de esa manera que estamos en la antesala del regreso de un concepto de gobierno que liquide los cacicazgos y grupos feudales que atosigan al país. Sería un enorme avance hacia la democracia, una sociedad que a través de la presión obliga a un gobierno a acabar con los obstáculos que frenan el desarrollo económico, tecnológico, cultural y social del país.

De esa manera el Estado Mexicano libraría la última batalla para lograr su soberanía, como paso previo para arribar a la democracia plena. Esperemos que los criterios de los pensadores del Revolucionario Institucional se consoliden para trasladar al Estado de un estadio feudal al democrático.  

Por una errónea interpretación del momento histórico nos empantanamos por doce años, es tiempo de retomar el camino y regresar por la ruta del proceso de la democracia y superar ese escollo para entrar en una nueva etapa del desarrollo histórico.