jueves, 4 de junio de 2015

SALOMON Y ALEJANDRO EN LAS MIL Y UNA NOCHES


          

                                    
Salomón el rey sabio, y Alejandro el conquistador aparecen en Las mil y una noches transfigurados por la leyenda creada en torno a sus extraordinarias figuras. Son dos grandes personajes de los que se hace mención en varias narraciones destacando su figura y sabiduría. Hombres míticos, cargados de elementos mágicos y maravillosos que impresionan al lector con sus acciones.

En torno a Salomón, el proceso de mitificación debió de empezar a raíz de su muerte, pero fue en Babilonia donde los rabíes dieron forma definitiva a su leyenda en el Talmud. De ahí o de la tradición oral judaica, la tomaría Mahoma, el cual la trasplantó al Corán sin modificar sus rasgos esenciales. Todo lo que se dice de Salomón es de procedencia talmúdica; sus relaciones con la reina de Saba, su muerte, su eutanasia, que solo fue notada porque un ratoncillo royó el extremo del báculo en que se apoyaba, sentado en su trono, con apariencia de vida. Como afirma R. Cansinos Assens en su Estudio literario-crítico de Las mil y una noches, es fácil ver cuánto ha influido esta leyenda talmúdica no sólo en la imagen de Salomón que los raui miliunanochescos nos dan, sino también en otras historias del libro, donde los anillos mágicos juegan importante papel.

Soleimán como es llamado, es ahí no solamente un rey sabio, sino un gran mago, iniciado en toda ciencia hermética y que, por el poder de sus conjuros y de su nombre grabado en su anillo, se hace obedecer de todos los genios (chedin, en el Talmud), y él es señor de todos ellos, así de los aéreos como de los acuáticos y terrestres, y, además, de toda la fauna andante, reptante y volante de todos los reinos de la naturaleza. El cadáver de Salomón, según la leyenda, fue depositado en un lugar secreto, más allá de los siete mares, y colocado sobre un lecho, en el que conservaba toda la apariencia de la vida, vestido con todos sus atributos reales y conservando en el dedo su anillo talismánico.

La mitificación de Alejandro, el hijo de Filipo, Iskander para los redactores de la obra, no es de tan exclusiva línea talmúdica, pues a ella se han mezclado otras de tipo greco-persa. Fue principalmente un libro griego, el del pseudo Calístenes, especie de biografía novelada -–que decimos hoy— del gran macedón y que, traducida del griego al siriaco, penetró de esta lengua en el mundo árabe, el que sirvió de base para las poetizaciones de Firdusi y de Nizami, que cantó en su Iskander-Námeh las fabulosas hazañas del famoso guerrero dando a sus campañas un cariz de expedición científica y de apostolado misionero.

En la idealización hebraica, Alejandro conserva su carácter de Enviado de Dios y lleva el epíteto de “Baal-ha-Karmain” –señor de los dos cuernos— que los árabes tradujeron a su lengua Zu-l-Karnain, con que se le designa en el Corán. Mucho se ha discutido sobre este epíteto de bicorne que, según unos, alude a sus victorias sobre los persas y los medos, que Daniel, en sus visiones proféticas, contempló simbolizados en un carnero con dos cuernos; otros piensan que alude a sus triunfos bélicos en Oriente y Occidente; y hay quienes opinan que se refiere a haber vivido el gran guerrero el tiempo de dos generaciones. (Alejandro murió a los treinta y dos años). La base de todas esas interpretaciones radica en el significado de fuerza, vigor y poder que el cuerno tiene en la simbólica semítica. Sabido es que también a Moisés se le atribuyen dos cuernos en la iconografía mística.

Jaddo, sumo sacerdote de Jerusalén le mostró a Alejandro la profecía de Daniel, en que se anunciaba que un rey macedonio o griego había de destruir el imperio de los asirios, y, agradecido el monarca, entró en el templo y ofreció sacrificios al Dios de los judíos. Todo esto se refiere en el libro I de los Macabeos y también en el libro II, capítulo VIII, de las antigüedades judaicas, de Flavio Josefo.

Por su parte el Corán habla de Zu-l-Karnain en la sura XVIII Al-Kahf (La ajaquefa), donde cuenta su historia a los creyentes, siguiendo los términos de la leyenda greco-siriaca. Todo lo que en las Mil y una noches se dice de Alejandro procede de esa fuente greco-hebraica, la misma de donde tomó Nizami los elementos para su poema epos, en que aparece Alejandro hecho un sabio en sus diálogos con los sabios griegos e hindúes, y el ángel Serosch le confiere el doctorado profético. El héroe emprende entonces, acompañado de siete sabios (los siete visires del posterior Libro de Sendebar), sus accidentados y maravillosos viajes a los cuatro puntos cardinales del globo, visita todos los pueblos y razas y, después de haber dado así la vuelta al mundo, inquiriendo todos sus misterios, muere, acometido de súbita dolencia, en Schah-zur, cerca de Babilonia. De donde es llevado a su descanso definitivo a Alejandría, ciudad fundada por el líder guerrero.

Como se verá, en esta idealización del conquistador macedónico entran no pocos elementos de la de Salomón, y entre ellos dos rasgos principales: la sabiduría y el poder; Iskander, como Salomón, es un profeta de Dios, además de un perfecto caballero al modo de Aquiles o Eneas. Y ese rasgo místico en su figura marca la confluencia del genio helénico con el semítico, nos dice Cansinos Assens. Sin dejar de ser ambos personajes mitos de las leyendas orientales y occidentales, agregaríamos nosotros.



lunes, 1 de junio de 2015

OBJETOS EMBLEMATICOS DE LA BIBLIA





ARCA DE NOE
Es en el primer libro del Pentateuco El Génesis, en que la Biblia narra El Diluvio y la construcción de un arca por Noé, por orden de Yahvé, para que sobreviviera al diluvio con su familia y una pareja de animales de cada especie. Dicha arca debía ser de madera resinosa, de cañizo y calafeteada con betún, de trescientos codos de longitud (ciento treinta y cinco metros), cincuenta codos de ancha (veintidós y medio metros) y treinta codos de altura (trece y medio metros).  Con una cubierta  a un codo (cuarenta y cinco centímetros), rematada por encima (con inclinación para desagüe). La puerta en su costado y con un primer, segundo y tercer piso. El nivel de las aguas subió en el diluvio quince codos (siete metros setenta y cinco centímetros.


TEMPLO DE JERUSALEN
El rey David decidió hacer un templo para Yahvé que debería ser grandioso sobre toda ponderación, para tener nombre y gloria en todos los países. Antes de su muerte hizo grandes preparativos y llamó a su hijo Salomón y le ordenó que lo edificara, puesto que a él no se le permitió construirlo por haber participado en innumerables hechos de violencia. El trabajo fue hecho por artistas fenicios entre los años 1013 y 1006 a. de c. David dio a Salomón el diseño del vestíbulo y de los demás edificios, de los almacenes, de las altas, de las salas interiores y del lugar del Propiciatorio.

Dice la biblia que Salomón designó 70,000 hombres para porteadores y 80,000 canteros en el monte, y puso al frente de ellos 3,600 capataces. Envíó decir a Jirán, rey de Tiro:
--“Haz conmigo como hiciste con mi padre David, enviándole maderas de cedro… Me propongo edificar un templo al Nombre de Yahvé…” Envíame, pues, un hombre diestro en trabajar el oro, el bronce, el hierro, la púrpura escarlata, y que sepa grabar; estará con los expertos que tengo conmigo en Judá y en Jerusalén, y que mi padre David ya había preparado. Envíame también madera de cedro, de ciprés y algummim del Líbano;… Daré para el sustento de tus siervos, los taladores de los árboles, 20,000 cargas de trigo, 20,000 cargas de cebada, 20,000 medidas de vino y 20,000 medidas de aceite”
Contestó Jirán rey de Tiro:
--“….Te envío, pues, ahora a Jirán Abí, hombre hábil, dotado de inteligencia; es hijo de una danita, y su padre es de Tiro… por nuestra parte cortaremos del Líbano toda la madera que necesites y te la llevaremos en balsas, por mar, hasta Jope, y luego tu mandarás que la suban a Jerusalén.”  

El plano sobre el que se edificó el templo fue:
“sesenta codos de longitud (veintisiete metros), veinte codos de anchura (nueve metros). El vestíbulo que estaba delante de la nave del templo tenía una longitud de veinte codos (nueve metros) y una altura de ciento veinte (cincuenta y cuatro metros)… La sala del Santo de los Santos tenía veinte codos de longitud (nueve metros) igual de su anchura. Delante de la sala construyó dos columnas de treinta y cinco codos de alto (quince metros setenta y cinco centímetros). El capitel que las coronaba tenía cinco codos (dos metros veinticinco centímetros). Construyó un altar de bronce de veinte codos de largo (nueve metros), veinte codos de ancho (nueve metros) y diez codos de alto (cuatro metros cincuenta centímetros)”.

 Construyó también el atrio de los sacerdotes y el atrio grande. El Santuario para que lo habitara Yahvé debería contener una tienda con el Arca. También debía contener la Mesa de los panes de la Presencia y el Candelabro de siete brazos.

Estaba adornado el templo con madera de ciprés, oro fino de Parváin, piedras preciosas y tenía esculpidos querubines. Tenía además clavos de oro y dos esculturas monumentales de querubines.

Dice la Biblia de la imponente y magnifica Fiesta de la Dedicación:
“El rey Salomón ofreció en sacrificio 22,000 bueyes y 120,000 ovejas. De este modo el rey y todos los israelitas dedicaron el templo de Yahvé. Los sacerdotes atendían a su ministerio mientras los levitas glorificaban a Yahvé con los instrumentos que el rey David fabricó para acompañar los cánticos  de Yahvé --porqué es eterna la misericordia--, ejecutando los cánticos compuestos por David. Los sacerdotes estaban delante de ellos tocando las trompetas, y todo Israel se mantenía de pie.”

En el año de 721 a. de c. Salmanasar V, monarca de Asiria toma Israel. Nabucodonosor toma Judá en 597 a. c. La destrucción del templo y del Arca de la Alianza  por los asirios se considera que fue en 587 a. c. Ciro emperador de Persia conquista Babilonia y libera los judíos en los años de 539-538 a. c. Darío reconstruye el templo a partir de 520 a. c.

Herodes el Grande Gobernó  los judíos del 37 al 4 a. de c. e inicia la reconstrucción del templo en los años 20 y 19. Finalmente el templo es destruido por los romanos en el año setenta, durante La guerra de los judíos, comandada por Vespasiano y su hijo Tito y descrita por Flavio Josefo.


ARCA DE LA ALIANZA
Fue construida por Moisés como instrumento de adoración de Yahvé, a la vez que se depositó en ella el Testimonio que es el Decálogo escrito en tablas de piedra. Así el Arca se llama Arca del Testimonio o Arca de la Alianza. El Arca debería ser de madera de acacia de dos codos y medio de largo (un metro doce centímetros), es un cofre rectangular, transportado con la ayuda de dos varales de madera. El Arca solamente podía ser tocada por los sacerdotes, quien la tocaba sin serlo moría.

El Santuario donde debería permanecer el Arca, fue elaborado por Moisés para que lo habitara Yahvé y debería contener una tienda. La Morada debía tener una armazón de tableros de acacia. Deberían ser veinte tableros para los lados y para la parte posterior seis. Debía tener además un velo, el altar de los holocaustos y el atrio.

Algunas veces se confunde el Decálogo con el Código de la Alianza, este último de origen Asirio, aplica el espíritu de los mandamientos del Decálogo y tiene como fuente el derecho consuetudinario y  es una colección de leyes y costumbres con preceptos que suponen una colectividad agrícola y sedentaria.


Son objetos rituales de los judíos también el Candelabro de siete brazos, la Estrella de David, el Pes Ictios, el Racimo de uvas, el Pan ácimo, la Espiga de trigo, el Cordero, las Tablas de la ley, el Cayado de Aarón y la Espada de Gedeón, entre otros.

miércoles, 27 de mayo de 2015

NATHANIEL HAWTHORNE







Su primera novela, Fanshawe de 1828, protagonizada por un héroe de corte byroniano que posee rasgos biográficos del propio Hawthorne, evidencia las influencias del Romanticismo europeo. Entre 1837 y 1842 publicó con regularidad Cuentos narrados dos veces, que aborda con detenimiento los que serían algunos temas recurrentes, como la idea del pecado y el problema del mal. Durante este periodo trabajó en la Aduana de Boston, en una granja comunal cercana a la misma ciudad, y en 1843 se estableció en Concord. Ahí escribió la colección de cuentos Musgos de una vieja granja, que incluye el célebre relato La hija de Rapaccini. En 1846 optó por aislarse en una casa de Massachusetts, donde compuso su obra célebre La letra escarlata en 1850 y, un año después La casa de las siete torres.

En 1853 describió su experiencia durante su visita a una colonia de filántropos inspirados por el socialismo utópico en La granja de Blithedale, y ese año fue nombrado cónsul de Liverpool por su amigo Pierce, entonces presidente de Estados Unidos, lo que le permitió viajar por Europa. Durante un viaje a Italia empezó El fauno de mármol en 1860, última novela que, además de sus preocupaciones morales, revela una creciente dedicación al estilo narrativo y un acercamiento a la poesía. El escritor nació en el seno de una familia de vieja estirpe puritana, tanto su vida como su obra se vieron marcadas por la tradición calvinista. Es un novelista y cuentista extraño y fantasioso, traspasado siempre por el sentimiento de culpa que heredara de sus fanáticos antepasados cuáqueros.

De La letra escarlata, su novela de imperecedera fama y que ocupa un lugar privilegiado entre las grandes novelas universales: “Situada su acción en el Boston puritano y colonial, narra el cruel y arrogante destino de Ester Pryne, que soporta toda su vida la marca infamante que en aquella época señalaba a los pecadores: una letra A magníficamente bordada sobre un paño rojo, y que era colocada al frente de todos los vestidos del inculpado. En vano es sometida Ester a toda clase de interrogatorios y vejámenes para que denuncie a su seductor, que también debía compartir el castigo. Bella y sufriente, llevando de su mano a su inocente hija Perla, ella se somete al aislamiento y al insulto, y vive en una cabaña lejos de la población, mientras que el hombre amado por ella sufre indeciblemente, sin osar descubrirse y desafiar la ira de la gente confiada a él y a lo sagrado de su ministerio. Una trágica grandeza envuelve el final de esta novela en la que el genio de Hawthorne brilla con un fulgor que oscila ente lo angélico y lo demoniaco, como el alma atormentada y orgullosa de Ester Pryne, heroína inolvidable”

También se ha dicho que la obra de Nathaniel Hawthorne siempre tendrá un lugar primordial en las letras norteamericanas, ya que con su imaginación creadora, su talento y su visión de la vida fue uno de los escritores que hizo posible que la literatura de los Estados Unidos tuviera un lugar en el mundo. Su más brillante contribución en este sentido fue, sin duda, La letra escarlata, obra profunda, de arte depurado, que demuestra la magia del poder del artista al presentar en forma tan intensa esta historia de la fragilidad y el dolor humanos… tan sombría… que sólo se aligera por un punto de eterno resplandor, más lóbrego aun que la sombra.

Para algunos estudiosos de su obra, la riqueza de sus narraciones cortas se encuentra en la atmósfera y el suspenso, con argumentos centrados en sujetos de diversa y embrujada venganza, el poder de la culpa y la pasión por la belleza, todo en la particular voz de uno de los más admirados escritores de Norteamérica. Por su parte para el crítico Hyatt H. Waggoner, Roger Malvin´s Burial y My Kinsman, Major Molineux, son las historias más finas de la lengua inglesa, Young Goodman Brown es la más fascinante narración, jamás escrita, y el travieso humor del autor se manifiesta en Rappaccini´s Daughter.

Nació el escritor el 4 de julio de 1804 bajo el nombre de Nathaniel Hathorne en la ciudad de Salem, Massachusetts y murió en 1864. Su vida es compleja y fascinante, debido a su pasión por la literatura y su cercanía con el puritanismo. Dicha cercanía surge a partir de sus antepasados. Su bisabuelo, William Hathorne, fue uno de los primeros colonos en establecerse en Salem

Hawthorne es conocido por sus relatos breves, muchas veces de contenido siniestro, al gusto de la época, y por sus novelas largas. Publicó asimismo varios libros de cuentos para niños. Encuadrado dentro del romanticismo como Edgar Allan Poe, gran parte de su obra se localiza en Nueva Inglaterra, y muchas de sus historias, de contenido generalmente alegórico, recrean el ambiente de su mundo.

La crítica más reciente ha prestado atención preferente a su voz narrativa, considerándola dentro de un retórica autoconsciente, que no debe ser confundida con la verdadera voz del escritor, lo que contradice el viejo concepto del plomizo moralista cargado de complejos. Sus relatos leves y patéticos destacan por su estilo elegante y depurado. En ellos lo característico, según el escritor Luis Loayza, “…es tal vez el contraste entre la violencia exterior y la suavidad del tono, entre la voz delicada y las oscuras sugerencias de lo que dice”. Por su parte Jorge Luis Borges observa que sus cuentos expresan “el tenue mundo crepuscular, o lunar, de las imaginaciones fantásticas”.

En El valle de las tres colinas describe así “De nuevo la marchita mujer dejó oír los monótonos sones de unas preces no ideadas para ser acogidas en el cielo y, muy pronto, en las pausas de su aliento empezaron a materializarse extraños murmullos, aumentando poco a poco de volumen, hasta sobreponerse y ahogar al conjuro del que nacían. Unos gritos atravesaron los ambiguos sonidos, y fueron sucedidos por el canto de dulces voces femeninas que, al variar, dieron paso a un estruendo de risotadas, rotas a su vez de pronto por gemidos y sollozos, formando todo ello junto una horrible confusión de espanto, lamentos y risas. Resonó un arrastrar de cadenas, voces duras y crueles lanzaron amenazas, y un látigo restalló a una orden.”

Hawthorne tuvo una breve pero intensa amistad con el novelista Herman Melville, quien le dedicó su gran obra Moby Dick, “en homenaje a su genio”. Su contemporáneo Edgar Allan Poe dedicó célebres reseñas a sus colecciones más importantes, Cuentos contados dos veces y Musgos de una iglesia. Pese a ciertas reticencias, afirmó de su autor: “Diremos enfáticamente de los cuentos de Mr. Hawthorne que pertenecen a la más alta esfera del arte. (...) Los rasgos distintivos de Mr. Hawthorne son la invención, la creación, la imaginación y la originalidad, rasgos que, en la literatura de ficción, valen acentuadamente más que todo el resto.” 



viernes, 22 de mayo de 2015

JOSEPH CONRAD







Dice de Conrad Carlos S. Sánchez Rodrigo en el prólogo de Notas de vida y letras, no es fácil acercarse al solitario a menos que él lo propicie. Pero ese aire distante no es lo único que define al personaje y al autor literario ya que se empeñó, algo contradictoriamente, en abordar la vida, la literatura y el arte desde una apasionada independencia, lo que desde el punto de vista literario lo ha situado al margen de estilos y escuelas, y desde el punto de vista de su trayectoria biográfica lo llevó al exilio y a abrazar un idioma extraño, siempre preservando celosamente en penumbra ciertos aspectos de su biografía, lo que algunos atribuyen a su invencible pudor o a su carácter proverbialmente reservado, aunque otros lo consideran sólo un artilugio literario con el que mantener vivos el interés y la curiosidad de sus lectores y críticos.

Józef Teodor Konrad Korseniowski, más conocido como Joseph Conrad, nació en Berdyczów entonces Polonia, actual Ucrania el 3 de diciembre de 1857 y murió en Inglaterra en 1924. Fue novelista polaco que adoptó el inglés como lengua literaria y su obra explora la vulnerabilidad y la inestabilidad moral del ser humano, está considerado como uno de los más grandes novelistas  de la literatura universal.

De joven viajó a Italia y luego a Marsella y terminó enrolándose como marinero en 1875. Esa experiencia cambiaría su vida y nacería una pasión por la aventura y los viajes, por el mundo del mar y los barcos. De esa época se ha documentado un viaje por el Caribe y cierto asunto de contrabando de armas a favor de los carlistas españoles del que extrajo algún pasaje para su relato de El tremolino. Algunas de sus experiencias y personajes aparecen descritas también en La flecha de oro de 1919, especialmente su protagonista, doña Rita, trasunto literario de una amante española que tuvo en esos años, mientras que algunas de sus escalas en la costa asturiana se describen en La posada de las dos brujas, de 1913.

En 1878 para escapar del reclutamiento militar ruso, se trasladó a Inglaterra como tripulante de barcos de cabotaje, ocupando sus ratos libres con una afición por la lectura de Shakespeare, lo que le permitió a los 21 años un amplio dominio del inglés, lengua en la que escribió toda su obra y en la que se consagraría como uno de sus autores clásicos. Para Javier Marías ´´el inglés de Conrad se convierte en una lengua extraña, densa y transparente a la vez, impostada y fantasmal, (…..) utilizando las palabras en la acepción que les es más tangencial y por consiguiente en su sentido más ambiguo´´

Tras obtener la nacionalidad inglesa, pudo presentarse a los exámenes de aptitud oficial de la marina mercante británica. En el último cuarto del siglo XIX, al llegar el imperio británico a su máxima expansión, las necesidades del comercio a gran escala junto con las nuevas tecnologías de la siderurgia y el perfeccionamiento de la máquina de vapor, produjo una crisis en la técnica secular de la navegación impulsada por el viento, debido a que los barcos de vela, eran incapaces de competir en velocidad, capacidad de carga y mayor fiabilidad con los grandes vapores de acero.

Enfrentado a la encrucijada de esos dos mundos que se cruzan sin comprenderse e ignorándose, uno, el dominado por el imprevisible capricho del viento, el de la dura y secular técnica de la navegación a vela y, el otro, el de la esclavitud por la tiranía de la puntualidad y la deshumanización de la vida a bordo, Conrad toma partido ardiente por el primero, aun  sabiendo que está irremisiblemente condenado a sucumbir legándonos, ese es su mayor valor, esa irrepetible galería de tipos humanos, armadores, oficiales, capitanes y marineros, que lo han convertido en uno de los clásicos de la literatura del mar.

Como reconoce en el prólogo de El espejo del Mar, fue gracias al bagaje vital adquirido durante sus años como marino, los episodios vividos durante esa época, los tipos humanos que pudo conocer y las historias que oyó en puerto durante las tediosas horas a bordo, los que modelaron ese universo geográfico y moral en el que el individuo aparece confrontado en solitario a las fuerzas desatadas de una naturaleza hostil, junto a una fuerte carga de pesimismo respecto a la condición humana y en relación al papel de la civilización, esto último objeto de su relato El corazón de las tinieblas, en el que narra de forma oblicua las atrocidades que se estaban cometiendo contra la población indígena en el Estado Libre del Congo.

Tras lograr la nacionalidad británica en 1866 y escribir su primera novela La locura de Almayer, en 1884, a la vuelta de su último viaje a Australia, residió en los años siguientes en el sur de Inglaterra, ya dedicado exclusivamente a su labor literaria. Publica Un paria de las islas en 1896, al año siguiente, Salvamento, El negro del Narcissus y Una avanzada del progreso.

Durante estos años conoció a Rudyard Kipling y a Henry James, colabora con Madox Fox en la novela Los herederos. En 1900 escribe Tifon y Lord Jim, novela en la que evoca el traumático accidente que sufrió a bordo del vapor Palestine, y que estuvo a punto de costarle la vida. Los años siguientes publica Nostromo, El espejo del mar y El agente secreto que dedica a H.G. Wells.

En el Prefacio del autor de El agente secreto al referirse  a la crítica dice que algunas imputaciones fueron severas, otras incluían una nota angustiosa y que  ´´…Debo deducir que en el año de 1907 yo conservaba aún mucho de mi prístina inocencia. Ahora pienso que incluso una persona ingenua podría haber sospechado que algunas críticas surgían de la suciedad moral y sordidez del relato.´´

En 1913 lo visita Beltrand Rusell. En 1914, durante un viaje a Polonia, estalla la primera guerra mundial. En 1916 el almirantazgo le encarga diversas comisiones de reconocimiento por varios puertos británicos. Al término de la guerra se traslada a Córcega y en 1923 a Estados Unidos. Poco antes de morir rechaza un título nobiliario que le ofrece el gobierno inglés.

No se debe perder de vista que la lengua de la gente culta era el francés, la tercera de Conrad, tras el polaco y el ruso, de manera que es altamente meritorio que pudiera escribir de manera tan fluida y efectiva en su cuarta lengua, el inglés. Su obra literaria colma la laguna entre la tradición literaria clásica de escritores como Charles Dickens y Fyodor Dostoievsky y las escuelas modernistas. Algunas de sus obras se han etiquetado de románticas, aunque normalmente suaviza el romanticismo con los giros del realismo y la ambigüedad moral de la vida moderna. Junto al autor norteamericano Henry James ha sido llamado escritor pre-modernista, y así mismo puede enmarcarse dentro del simbolismo y el impresionismo literario.



domingo, 17 de mayo de 2015

JUAN CARLOS ONETTI






Nació Onetti en Montevideo Uruguay en 1909 para morir en Madrid en 1994. La escritora Uruguaya Cristina Peri Rossi lo considera uno de los pocos escritores existencialistas en lengua castellana. Mario Vargas Llosa por su parte dijo de él en 2008 que es uno de los grandes escritores modernos no sólo de América Latina. Afirma Vargas Llosa que no ha obtenido el reconocimiento que merece como uno de los autores más originales y personales, que introdujo sobre todo la modernidad en el mundo de la literatura narrativa. Su mundo es pesimista, cargado de negatividad, eso hace que no llegue a un público muy basto.

Su primera obra publicada fue el cuento Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo en 1933. En 1935 1936, en La Nación de Buenos Aires aparecen dos cuentos El Obstáculo y El posible Baldi. Ejerció diferentes oficios y escribió cuentos y artículos que fueron publicados en diversos medios de Buenos Aires y Montevideo hasta 1939, en el que publica su primera novela, El pozo a la vez que es nombrado secretario de redacción del semanario Marcha.

En 1950 publica El pozo una novela central en su obra. En ella, y mediante un complejo juego de planos, Onetti funda la ciudad ficticia de Santa María, en la que, a partir de entonces, situará la mayoría de sus novelas y cuentos. A pesar de que en sus primeras ediciones no tuvo mucho éxito, la novela no tardó en ser reconocida como una de las novelas más innovadoras de su tiempo, y aun hoy es considerada una de las obras más importantes en lengua castellana. Poco después publicó la novela corta Los adioses, que si bien no transcurre en Santa María, alude a un personaje recurrente en la obra de Onetti, el doctor Díaz Grey. En 1961 publica El astillero, una de sus novelas más celebradas, incluso considerada por algunos su mejor novela. En 1964 aparece Juntacadaveres que continúa la historia de El astillero.

Onetti fue perseguido por el dictador uruguayo Juan María Bordaberry, detenido y encerrado en un hospital psiquiátrico, de donde logró salir a los tres meses gracias a la intervención del poeta español Félix Grande. Decidió instalarse definitivamente en la capital española, donde residiría durante casi veinte años.

En 1979 publica Dejemos hablar al viento, novela con la que concluye la saga de Santa María, y que está dedicada a su amigo Juan Ignacio Tena Ybarra, en agradecimiento a las gestiones que emprendió para permitir su liberación. En 1980 obtiene el Premio Cervantes. En 1987 publica Cuando entonces, y en 1993 publicó su último libro, la novela Cuando ya no importe, en la que resucita por última vez la ciudad de Santa María.

La obra literaria de Onetti, fuera de su poderosa originalidad, debe mucho a dos raíces distintas. La primera es su admiración por la obra de William Faulkner. Como él, crea un mundo autónomo, cuyo centro es la inexistente ciudad de Santa María. La segunda raíz es el Existencialismo: una angustia profunda se encuentra enterrada en cada uno de sus escritos, siempre íntimos y desesperanzados. El ciclo de Santa María empieza en 1950, cuando aparece La vida breve,  que junto con El astillero y Juntacadaveres conforman una suerte de trilogía.

´´Hace cinco años, cuando el Gobernador decidió expulsar a Larsen (o Junta o Juntacadaveres) de la provincia, alguien profetizó, en broma e improvisando, su retorno, la prolongación del reinado de cien días, página discutida y apasionante –aunque ya casi olvidada—de nuestra historia ciudadana. Pocos lo oyeron y es seguro que el mismo Larsen, enfermo entonces por la derrota, escoltado por la policía, olvidó en seguida la frase, renunció a toda esperanza que se vinculara con su regreso a nosotros.´´ Así inicia la historia de un prostíbulo narrada en El astillero.

En Juntacadaveres, el protagonista reflexiona de las mujeres que lo acompañan en el vagón del tren ´´En cuanto les diga que estamos llegando empiezan a charlar, a pintarse, recuerdan su oficio, se hacen más feas y viejas, ponen cara de señoritas, bajan los ojos para examinarse las manos. Son tres y no demoré quince días. Barthé tiene más de lo que merece él y todo el pueblo, aunque puede ser que se rían al verlas y continúen riéndose durante días o semanas. Ya no tienen quince años y están vestidas como para enfriar a un chivo. Pero son gente, son buenas, son alegres y saben trabajar.´´

En 1972 fue elegido Onetti como el mejor narrador uruguayo de los últimos 50 años en una encuesta del semanario Marcha, en la que participaron escritores de distintas generaciones. El escritor a menudo se refirió a las dificultades editoriales que padeció en sus comienzos, y al peso de los emigrados de la guerra civil española en el mundo editor bonaerense y mexicano. Varias de sus novelas aparecieron en Buenos Aires (Editorial Sudamericana) o Montevideo (Editorial Arca). En su exilio español quienes lo trataron afirman que facilitó la difusión masiva de su obra, la agente literaria de Barcelona Carmen Balcells.


Es Onetti un observador neutro, convencido de la fatal realidad humana. Desarrolla las historias y sus personajes como testigo involuntario de lo sórdidos mundos de la sociedad, un universo en el que nadie se salva y tampoco hay posibilidades de redención, un círculo de miseria y desesperanza. Falleció a los 84 años. Pasó sus últimos años sin salir prácticamente de su cama, leyendo, fumando y tomando whisky, llevó una vida ermitaña en su departamento madrileño hasta morir.


sábado, 28 de marzo de 2015

HERMANN HESSE




Poeta, periodista, escritor y pensador de profunda influencia en los autores contemporáneos, Hermann Hesse recibió el Premio Nobel de Literatura en 1946, apenas apagados los fuegos de la segunda conflagración mundial, por su obra realizada durante la primera guerra. Alemán naturalizado suizo, nació en julio de 1877 y murió en agosto de 1962.

Continuos y violentos conflictos con sus padres lo llevaron a una odisea a través de diferentes instituciones y escuelas. Entró en una fase depresiva, insinuó, en una carta de marzo de 1892, ideas suicidas: “quisiera partir como el sol en el ocaso”, y en mayo hizo una tentativa de suicidio, por lo que lo ingresaron en el manicomio de Stetten im Remstal, y más tarde en una institución para niños en Basilea. En 1892, entró en el Gymnasium de Bad Cannstatt, cerca de Stuttgart, y en 1893 dejó los estudios.

Toda su obra tiene una característica general: una desgarrada, enternecida angustia por el destino del hombre. Para sus estudiosos el último romántico alemán, como se le ha denominado, en su extensa producción que abarca desde la poesía pura hasta la novela psicoanalítica, hay una permanente y obsesiva constante: entregar un mensaje más realista a las nuevas generaciones alemanas sobrevivientes a la guerra, que lograra reconciliarlas con las precedentes.

Parte importante de su obra está impregnada de las doctrinas orientalistas, de las que fue gran conocedor, transciende con gran profundidad psicológica y emotiva y rescata una poesía de extraordinaria hondura filosófica. En otros trabajos realiza un profundo y minucioso análisis del hombre. Concebido como un agudo y riguroso estudio de caracteres, al tiempo que introduce al lector en las zonas más remotas y oscuras de la conciencia humana, dibuja con trazos que deslumbran por su brillantez, un cuadro psicológico del mundo y sus habitantes, de perfección pocas veces alcanzada en la literatura universal.

Hermann Hesse era un gran conocedor de la filosofía y un buceador del alma humana. Con la visión propia de uno de los pensadores contemporáneos más influyentes, expone sus apasionantes conclusiones filosóficas sobre una humanidad que crea y se destruye al mismo tiempo. El ejemplo más acabado es Siddartha, hindú de la casta de los brahmanes a quien la contemplación de la religión de Brahma no le satisface y se inicia en la orden de los mendicantes, donde tampoco logra contentar su alma, siempre inquisitiva. Abandona todo y termina de barquero, un barquero que se transforma en el símbolo del que busca incansablemente la verdad.

En el tema de la guerra manifiesta Hesse una mordaz y a veces terrible alegoría: la del ser humano encadenado a los mecanismos monstruosos de la opresión, la autoridad coercitiva e impuesta, la crueldad demencial y aterradora de los hombres que sojuzgan a otros hombres. En casos como el de su personaje Demian el que quiere nacer tiene que destruir un mundo, la superación de una moral en favor de una poderosa vida interior reprimida, liberación definitiva de una herencia, una educación y un pasado. Emerge de esa manera la vida como corriente subterránea de la personalidad íntima, dolorosamente estancada hasta entonces y retenida en profundos estratos psíquicos por los diques de la herencia espiritual. Pasa así el pensador a ser uno de los valores más originales y más hondamente humanos de la literatura alemana. Para sus estudiosos, busca y alcanza las serenas cumbres luminosas de la plena conciencia de sí mismo.

Dice en la introducción de Demian: “No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse a sí mismos.”

Tras la declaración de la Primera Guerra Mundial en 1914, Hesse se presentó como voluntario. Fue, sin embargo, declarado inútil para el combate y destinado en Berna para asistir a prisioneros de guerra en su embajada. El 3 de noviembre de 1914 publicó el artículo “O Freunde, nicht diese Tone,” primer verso de la Oda a la Alegría, del poeta alemán Friedrich von Schiller, en el que llamaba a los intelectuales alemanes a no caer en las polémicas nacionalistas. La reacción que produjo la calificó más tarde de momento crucial en su vida: por primera vez, se encontró en medio de una violenta trifulca política, la prensa alemana lo atacó, recibió anónimos amenazantes y cartas de amigos que no le respaldaron.



Los conflictos con el público alemán no se habían disipado cuando Hesse sufrió una nueva vuelta de tuerca que le sumió en una crisis existencial más profunda: la muerte de su padre, la grave enfermedad de su hijo Martin y la crisis esquizofrénica de su esposa. Tuvo que comenzar un tratamiento psicoterapéutico. Fue tratado desde mayo de 1916 hasta 1917 por el Dr. Joseph Bernhard Lang discípulo de Carl Gustav Jung. Esto iniciaría en Hesse un gran interés por el psicoanálisis, a través del cual llegaría a conocer personalmente a Jung, quien lo familiarizó con el mundo de los símbolos, latente en Hesse desde los años de su infancia.



Se mudó al cantón del Tesino, en Suiza, donde retornó a la escritura y también a pintar, lo que aparece en su gran relato siguiente, El último verano de Klingsor. En 1922 apareció la novela Siddhartha. En 1924 adquiere la nacionalidad suiza. Las principales obras que siguieron son relatos autobiográficos teñidos de ironía, en los que se anuncia su más célebre novela, El lobo estepario (1927).

En 1931 comenzó el proyecto de su última gran obra, El juego de los abalorios. Publicó en 1932 un relato preparatorio, El viaje a Oriente. Hesse observaba con preocupación la toma de poder de los nazis en Alemania. En 1933, Bertolt Brecht y Thomas Mann estuvieron en su casa durante su viaje al exilio. Hesse intentó, a su manera, oponerse a la evolución de Alemania: publicaba desde hacía tiempo reseñas en la prensa alemana, a partir de entonces se manifestó más enérgicamente en favor de autores judíos o perseguidos por los nazis. Desgraciadamente, desde mediados de los años treinta, ningún periódico alemán se arriesgó a publicar artículos suyos.



El juego de los abalorios fue impresa finalmente en 1943 en Suiza. En esta novela, según Luis Racionero, “Propone su ideal de cultura: Una sociedad que recoge y practica lo mejor de todas las culturas y la reúne en un juego de música y matemáticas que desarrolla las facultades humanas hasta niveles insospechados”. Después de la Segunda Guerra Mundial, su creatividad declinó: escribió relatos y poemas, pero ninguna novela. Murió a los ochenta y cinco años en Montagnola, a consecuencia de una hemorragia cerebral. Así acabó la vida de un pensador que hizo de la angustia existencial la interpretación filosófica de la primera mitad del siglo veinte.




martes, 24 de marzo de 2015

EL UNIVERSO DE KAFKA







Entre todos los escritores que irrumpieron en el panorama literario checoslovaco hacia fines del siglo XIX, se destacó Kafka quien, ubicado en una línea creativa muy distinta de la de sus antecesores y de la mayoría de sus contemporáneos, se convirtió en uno de los clásicos más importantes de la cultura universal.

Max Brod, su más íntimo amigo y notable escritor y crítico dice en su libro “Kafka”: “En la conversación íntima se le soltaba asombrosamente la lengua, llegando a entusiasmarse, a ser encantador. Las bromas y las risas no tenían fin; reía a gusto y cordialmente y sabía hacer reír a sus amigos.”

Descendiente de rabinos, hijo de un comerciante, nació en Praga en 1883. Fue periodista y comerciante. Había en él como en Proust, una suerte de infantilismo que el propio Kafka no negaba, producto quizá de la conflictual relación que mantenía con su padre: “Jamás viviré la edad adulta –dijo--. De niño llegaré a ser inmediatamente un anciano canoso.”

Admirador de Mann, de Flaubert, de Dickens, de Hesse, rehuía todo lo que fuera “demasiado intelectual”. El 3 de junio de 1924, en una tarde fría murió Franz Kafka, destruido por el cáncer. El 11 del mismo mes se realizó la inhumación en el cementerio judío de Praga-Straschnitz.

La obra de Kafka ha sido definida así por Rodolfo E. Modern: “El tema de su novelística es fundamentalmente el conflicto –aparentemente insoluble—de la adecuación de la existencia humana a un mundo gobernado por propósitos desconocidos al hombre. Su clasicismo proviene en gran parte no sólo de la deslumbradora perfección de su prosa, lenta y arrolladora, sino de una conformación del sentimiento de desolación del hombre actual, cuyo único remedio apunta al nacimiento de una nueva experiencia religiosa, fuerte e inapelable.”

En Preparativos de boda en el campo (1907), el primer relato de Kafka publicado, ya asoman claramente esas pautas subrayadas por Modern. En ese cuento, el argumento y el escenario constituyen lo principal, desplazando el desarrollo mismo de la trama a un muy secundario lugar. Tentación de la aldea y Recuerdos del ferrocarril (1914) son cuentos producidos en la etapa de madurez creativa. Ahí, como en sus obras posteriores, luce la claridad formal de su prosa, su humor de esencia trágica y la estructura férreamente lógica de su razonamiento, que emerge de un planteo aparentemente desordenado y, a veces, caótico.

En todos esos relatos se pasa, casi sin transiciones, del humorismo grotesco a un planteo sobrio de la realidad y a un análisis despojado y subjetivo del mundo circundante y de las razones y fuerzas que lo mueven y modifican. Hay en todos ellos, esa casi obsesiva inquietud por ahondar en los misterios de la existencia humana, que caracteriza y define a toda la obra kafkiana, esencia temática que está presente en la médula misma de “El proceso”, uno de sus libros fundamentales.

La imagen kafkiana total del hombre y de su universo, engloba también la comprobación de fenómenos más temibles y definitorios: la opresión (El proceso), la esclavitud del pensamiento y la falta de libertad (América), la persecución por motivos religiosos y políticos (El castillo), la tiranía que se ejerce sobre los marginados (La colonia penitenciaria).

Todos esos valores otorgaron muy especial significación a la obra de Kafka. Situado entre los escritores más trascendentes del mundo, su obra ejerció siempre profunda influencia entre los literatos de su tiempo. Honda, absorbente y fascinante, la obra de Kafka no sólo constituye un ejemplo impar de talento sino que es, sobre todo, una de las cumbres más altas alcanzadas por el pensamiento filosófico del hombre contemporáneo.

Para Ignacio López, traductor de Metamorfosis novela corta publicada en 1916, las primeras líneas revelan las características que la sitúan entre las más significativas obras de Kafka: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose  en su cama convertido en un monstruoso insecto.” De ahí en adelante Metamorfosis transcurre en un escenario inquietante, misterioso y sombrío envuelto por una atmósfera anormal, preñada de simbolismos.

En todos y cada uno de los relatos incluidos en Metamorfosis, Kafka se asoma a los abismos del alma humana, a los que no analiza con curiosidad malsana sino casi contra su propia voluntad, como el científico que tiene que cumplir con su deber. De ese análisis surge, libre y claramente, una visión total del mundo. Un mundo desigual y cruel al que no obstante Kafka no condena y del que no abjura; simplemente lo ve, lo analiza y lo desnuda tal cual es, sin apasionamientos ni prejuicios.

Ese mundo, nos quiere decir Kafka, puede reducir a un hombre a la condición de un animal, de un insecto. Eso es lo que hace cuando lo lleva  ante un tribunal, cuando juzga. La relación que el hombre juzgado mantiene con sus jueces es terrible y ambivalente: los encargados de dictar la sentencia pueden, también, comportarse como animales y asumir la condición de bestias. Así, unos y otros se confunden una y otra vez, más allá de la posición que cada uno ocupa en el proceso: una mascarada que desenmascara al hombre.

Pero Metamorfosis no se agota ahí. Concebida  como la historia de un hombre que sufre una profunda transformación física, señala que el protagonista conserva, ampliadas, las facultades de ver y oír. Desde esa perspectiva, una de las cosas que ve es la persecución que agobia a millones de hombres y mujeres, víctimas de prejuicios políticos y religiosos.

Cadencioso, interrumpido suavemente por pequeñas pausas que le otorgan, al decir de Brod, una arquitectura melodiosa, que hacen de cada uno de los cuentos y de su conjunto “una melodía que no está constituida por materia de esta Tierra”. “El lenguaje es claro como el cristal y en su superficie no se nota más que la aspiración de expresar el objeto correcto y nítidamente. Sin embargo, bajo el vivaz fuego de ese límpido arroyo idiomático, fluyen sueños y visiones de profundidad insondable.”

La esperanza que sus personajes alientan pese a todo, traducen el arraigado credo existencial de Kafka, quien dijo: “No desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives”
  





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