Entre
todos los escritores que irrumpieron en el panorama literario checoslovaco
hacia fines del siglo XIX, se destacó Kafka quien, ubicado en una línea
creativa muy distinta de la de sus antecesores y de la mayoría de sus
contemporáneos, se convirtió en uno de los clásicos más importantes de la
cultura universal.
Max
Brod, su más íntimo amigo y notable escritor y crítico dice en su libro “Kafka”:
“En la conversación íntima se le soltaba asombrosamente la lengua, llegando a
entusiasmarse, a ser encantador. Las bromas y las risas no tenían fin; reía a
gusto y cordialmente y sabía hacer reír a sus amigos.”
Descendiente
de rabinos, hijo de un comerciante, nació en Praga en 1883. Fue periodista y
comerciante. Había en él como en Proust, una suerte de infantilismo que el
propio Kafka no negaba, producto quizá de la conflictual relación que mantenía
con su padre: “Jamás viviré la edad adulta –dijo--. De niño llegaré a ser
inmediatamente un anciano canoso.”
Admirador
de Mann, de Flaubert, de Dickens, de Hesse, rehuía todo lo que fuera “demasiado
intelectual”. El 3 de junio de 1924, en una tarde fría murió Franz Kafka, destruido
por el cáncer. El 11 del mismo mes se realizó la inhumación en el cementerio judío
de Praga-Straschnitz.
La
obra de Kafka ha sido definida así por Rodolfo E. Modern: “El tema de su
novelística es fundamentalmente el conflicto –aparentemente insoluble—de la
adecuación de la existencia humana a un mundo gobernado por propósitos
desconocidos al hombre. Su clasicismo proviene en gran parte no sólo de la
deslumbradora perfección de su prosa, lenta y arrolladora, sino de una
conformación del sentimiento de desolación del hombre actual, cuyo único
remedio apunta al nacimiento de una nueva experiencia religiosa, fuerte e inapelable.”
En Preparativos
de boda en el campo (1907), el primer relato de Kafka publicado, ya asoman
claramente esas pautas subrayadas por Modern. En ese cuento, el argumento y el
escenario constituyen lo principal, desplazando el desarrollo mismo de la trama
a un muy secundario lugar. Tentación de la aldea y Recuerdos del ferrocarril
(1914) son cuentos producidos en la etapa de madurez creativa. Ahí, como en sus
obras posteriores, luce la claridad formal de su prosa, su humor de esencia
trágica y la estructura férreamente lógica de su razonamiento, que emerge de un
planteo aparentemente desordenado y, a veces, caótico.
En
todos esos relatos se pasa, casi sin transiciones, del humorismo grotesco a un
planteo sobrio de la realidad y a un análisis despojado y subjetivo del mundo
circundante y de las razones y fuerzas que lo mueven y modifican. Hay en todos
ellos, esa casi obsesiva inquietud por ahondar en los misterios de la
existencia humana, que caracteriza y define a toda la obra kafkiana, esencia
temática que está presente en la médula misma de “El proceso”, uno de sus
libros fundamentales.
La
imagen kafkiana total del hombre y de su universo, engloba también la
comprobación de fenómenos más temibles y definitorios: la opresión (El
proceso), la esclavitud del pensamiento y la falta de libertad (América), la
persecución por motivos religiosos y políticos (El castillo), la tiranía que se
ejerce sobre los marginados (La colonia penitenciaria).
Todos
esos valores otorgaron muy especial significación a la obra de Kafka. Situado
entre los escritores más trascendentes del mundo, su obra ejerció siempre
profunda influencia entre los literatos de su tiempo. Honda, absorbente y fascinante,
la obra de Kafka no sólo constituye un ejemplo impar de talento sino que es,
sobre todo, una de las cumbres más altas alcanzadas por el pensamiento
filosófico del hombre contemporáneo.
Para
Ignacio López, traductor de Metamorfosis novela corta publicada en 1916, las
primeras líneas revelan las características que la sitúan entre las más
significativas obras de Kafka: “Al
despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama convertido en un monstruoso
insecto.” De
ahí en adelante Metamorfosis transcurre en un escenario inquietante, misterioso
y sombrío envuelto por una atmósfera anormal, preñada de simbolismos.
En
todos y cada uno de los relatos incluidos en Metamorfosis, Kafka se asoma a los
abismos del alma humana, a los que no analiza con curiosidad malsana sino casi
contra su propia voluntad, como el científico que tiene que cumplir con su
deber. De ese análisis surge, libre y claramente, una visión total del mundo.
Un mundo desigual y cruel al que no obstante Kafka no condena y del que no abjura;
simplemente lo ve, lo analiza y lo desnuda tal cual es, sin apasionamientos ni
prejuicios.
Ese
mundo, nos quiere decir Kafka, puede reducir a un hombre a la condición de un
animal, de un insecto. Eso es lo que hace cuando lo lleva ante un tribunal, cuando juzga. La relación
que el hombre juzgado mantiene con sus jueces es terrible y ambivalente: los
encargados de dictar la sentencia pueden, también, comportarse como animales y
asumir la condición de bestias. Así, unos y otros se confunden una y otra vez,
más allá de la posición que cada uno ocupa en el proceso: una mascarada que
desenmascara al hombre.
Pero
Metamorfosis no se agota ahí. Concebida como
la historia de un hombre que sufre una profunda transformación física, señala
que el protagonista conserva, ampliadas, las facultades de ver y oír. Desde esa
perspectiva, una de las cosas que ve es la persecución que agobia a millones de
hombres y mujeres, víctimas de prejuicios políticos y religiosos.
Cadencioso,
interrumpido suavemente por pequeñas pausas que le otorgan, al decir de Brod,
una arquitectura melodiosa, que hacen de cada uno de los cuentos y de su
conjunto “una melodía que no está constituida por materia de esta Tierra”. “El
lenguaje es claro como el cristal y en su superficie no se nota más que la
aspiración de expresar el objeto correcto y nítidamente. Sin embargo, bajo el
vivaz fuego de ese límpido arroyo idiomático, fluyen sueños y visiones de
profundidad insondable.”
La
esperanza que sus personajes alientan pese a todo, traducen el arraigado credo
existencial de Kafka, quien dijo: “No
desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece
terminado, surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives”
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