viernes, 22 de mayo de 2015

JOSEPH CONRAD







Dice de Conrad Carlos S. Sánchez Rodrigo en el prólogo de Notas de vida y letras, no es fácil acercarse al solitario a menos que él lo propicie. Pero ese aire distante no es lo único que define al personaje y al autor literario ya que se empeñó, algo contradictoriamente, en abordar la vida, la literatura y el arte desde una apasionada independencia, lo que desde el punto de vista literario lo ha situado al margen de estilos y escuelas, y desde el punto de vista de su trayectoria biográfica lo llevó al exilio y a abrazar un idioma extraño, siempre preservando celosamente en penumbra ciertos aspectos de su biografía, lo que algunos atribuyen a su invencible pudor o a su carácter proverbialmente reservado, aunque otros lo consideran sólo un artilugio literario con el que mantener vivos el interés y la curiosidad de sus lectores y críticos.

Józef Teodor Konrad Korseniowski, más conocido como Joseph Conrad, nació en Berdyczów entonces Polonia, actual Ucrania el 3 de diciembre de 1857 y murió en Inglaterra en 1924. Fue novelista polaco que adoptó el inglés como lengua literaria y su obra explora la vulnerabilidad y la inestabilidad moral del ser humano, está considerado como uno de los más grandes novelistas  de la literatura universal.

De joven viajó a Italia y luego a Marsella y terminó enrolándose como marinero en 1875. Esa experiencia cambiaría su vida y nacería una pasión por la aventura y los viajes, por el mundo del mar y los barcos. De esa época se ha documentado un viaje por el Caribe y cierto asunto de contrabando de armas a favor de los carlistas españoles del que extrajo algún pasaje para su relato de El tremolino. Algunas de sus experiencias y personajes aparecen descritas también en La flecha de oro de 1919, especialmente su protagonista, doña Rita, trasunto literario de una amante española que tuvo en esos años, mientras que algunas de sus escalas en la costa asturiana se describen en La posada de las dos brujas, de 1913.

En 1878 para escapar del reclutamiento militar ruso, se trasladó a Inglaterra como tripulante de barcos de cabotaje, ocupando sus ratos libres con una afición por la lectura de Shakespeare, lo que le permitió a los 21 años un amplio dominio del inglés, lengua en la que escribió toda su obra y en la que se consagraría como uno de sus autores clásicos. Para Javier Marías ´´el inglés de Conrad se convierte en una lengua extraña, densa y transparente a la vez, impostada y fantasmal, (…..) utilizando las palabras en la acepción que les es más tangencial y por consiguiente en su sentido más ambiguo´´

Tras obtener la nacionalidad inglesa, pudo presentarse a los exámenes de aptitud oficial de la marina mercante británica. En el último cuarto del siglo XIX, al llegar el imperio británico a su máxima expansión, las necesidades del comercio a gran escala junto con las nuevas tecnologías de la siderurgia y el perfeccionamiento de la máquina de vapor, produjo una crisis en la técnica secular de la navegación impulsada por el viento, debido a que los barcos de vela, eran incapaces de competir en velocidad, capacidad de carga y mayor fiabilidad con los grandes vapores de acero.

Enfrentado a la encrucijada de esos dos mundos que se cruzan sin comprenderse e ignorándose, uno, el dominado por el imprevisible capricho del viento, el de la dura y secular técnica de la navegación a vela y, el otro, el de la esclavitud por la tiranía de la puntualidad y la deshumanización de la vida a bordo, Conrad toma partido ardiente por el primero, aun  sabiendo que está irremisiblemente condenado a sucumbir legándonos, ese es su mayor valor, esa irrepetible galería de tipos humanos, armadores, oficiales, capitanes y marineros, que lo han convertido en uno de los clásicos de la literatura del mar.

Como reconoce en el prólogo de El espejo del Mar, fue gracias al bagaje vital adquirido durante sus años como marino, los episodios vividos durante esa época, los tipos humanos que pudo conocer y las historias que oyó en puerto durante las tediosas horas a bordo, los que modelaron ese universo geográfico y moral en el que el individuo aparece confrontado en solitario a las fuerzas desatadas de una naturaleza hostil, junto a una fuerte carga de pesimismo respecto a la condición humana y en relación al papel de la civilización, esto último objeto de su relato El corazón de las tinieblas, en el que narra de forma oblicua las atrocidades que se estaban cometiendo contra la población indígena en el Estado Libre del Congo.

Tras lograr la nacionalidad británica en 1866 y escribir su primera novela La locura de Almayer, en 1884, a la vuelta de su último viaje a Australia, residió en los años siguientes en el sur de Inglaterra, ya dedicado exclusivamente a su labor literaria. Publica Un paria de las islas en 1896, al año siguiente, Salvamento, El negro del Narcissus y Una avanzada del progreso.

Durante estos años conoció a Rudyard Kipling y a Henry James, colabora con Madox Fox en la novela Los herederos. En 1900 escribe Tifon y Lord Jim, novela en la que evoca el traumático accidente que sufrió a bordo del vapor Palestine, y que estuvo a punto de costarle la vida. Los años siguientes publica Nostromo, El espejo del mar y El agente secreto que dedica a H.G. Wells.

En el Prefacio del autor de El agente secreto al referirse  a la crítica dice que algunas imputaciones fueron severas, otras incluían una nota angustiosa y que  ´´…Debo deducir que en el año de 1907 yo conservaba aún mucho de mi prístina inocencia. Ahora pienso que incluso una persona ingenua podría haber sospechado que algunas críticas surgían de la suciedad moral y sordidez del relato.´´

En 1913 lo visita Beltrand Rusell. En 1914, durante un viaje a Polonia, estalla la primera guerra mundial. En 1916 el almirantazgo le encarga diversas comisiones de reconocimiento por varios puertos británicos. Al término de la guerra se traslada a Córcega y en 1923 a Estados Unidos. Poco antes de morir rechaza un título nobiliario que le ofrece el gobierno inglés.

No se debe perder de vista que la lengua de la gente culta era el francés, la tercera de Conrad, tras el polaco y el ruso, de manera que es altamente meritorio que pudiera escribir de manera tan fluida y efectiva en su cuarta lengua, el inglés. Su obra literaria colma la laguna entre la tradición literaria clásica de escritores como Charles Dickens y Fyodor Dostoievsky y las escuelas modernistas. Algunas de sus obras se han etiquetado de románticas, aunque normalmente suaviza el romanticismo con los giros del realismo y la ambigüedad moral de la vida moderna. Junto al autor norteamericano Henry James ha sido llamado escritor pre-modernista, y así mismo puede enmarcarse dentro del simbolismo y el impresionismo literario.



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