La
administración que inició en 2010 en Tlajomulco logró un entusiasmo inusitado
en la población del municipio, por fin habría alguien que entendiera lo que sus
habitantes querían y necesitaban. Rescatar la administración municipal de las
satrapías que la habían llevado a la ruina los últimos trienios.
Gobiernos
del PRI y del PAN habían convertido el desarrollo territorial y la propia
administración en un botín que se disputaban los recursos públicos, a la vez
que las decisiones y políticas municipales en negocios multimillonarios.
En tanto
que las grandes inmobiliarias eran protegidas por políticas del gobierno
federal, que impulsaban los créditos a través de organismos públicos como el
INFONAVIT que son regidos por criterios de la Secretaría de Hacienda y que
beneficiaban a empresas desarrolladoras, en las que intervenían personajes
públicos y sus familiares.
Todo
facilitado a su vez por el Código de Desarrollo Urbano de 1998, promovido por
los desarrolladores que compraron las voluntades de funcionarios del gobierno
del Estado y de los diputados del Congreso. Afectó el Código severamente los
intereses sociales que protegía hasta entonces la Ley de Fraccionamientos, que moderaba
los abusos de los particulares en perjuicio de los recursos naturales y los bienes
de uso común.
Tlajomulco
fue campo fértil de dichas acciones perniciosas, acrecentadas por administraciones
permisivas y depredadoras, sin conciencia del cuidado urbano y la protección de
los recursos naturales. La consecuencia fue la mayor tasa de crecimiento poblacional
del país.
La
nueva administración llevó una bocanada de aire fresco al municipio, frenando los
negocios que se generaron a partir del año dos mil. Uno de los casos más
ilustrativos fue el intento de parar la contaminación del lago de Cajititlán,
que a consecuencia del desarrollo anárquico y brutal, fue afectado por los
desechos de los fraccionamientos del sur y del entorno del lago.
Con
inversión federal y estatal se impulsó la canalización de las aguas residuales
y la creación de plantas de tratamiento para reciclarlas, sin embargo los tres
años de la administración no alcanzaron para terminar las obras. Por otra parte
el interés social de los funcionarios mutó hacía los intereses personales y las
ambiciones se desataron, convirtiendo el rescate del lago en una charada.
Solamente se hizo un malecón, inversión inútil y adorno absurdo de un lago
contaminado.
Otro
proyecto fallido después de despertar grandes expectativas, fue la seguridad
pública. En él se involucraron todos los sectores del municipio, con especial
interés los partidos políticos representados en el Cabildo. Se construyó una
estructura reglamentaria y se crearon órganos que promoverían la Carrera
Policial y vigilarían el comportamiento y la eficiencia. Para ello se promovió
la participación de vecinos, líderes, regidores, funcionarios y universidades,
entre otros.
Al
término de la administración de 2010 todo fue dejado de lado, a la vez que se
promovieron personajes afines al gobierno de Emilio González Márquez para
dirigir la corporación. La nueva administración vio en los órganos una amenaza
para sus intereses y se promovieron reformas a los reglamentos, que permitieran
la manipulación de las promociones y evitar a la vez la intervención de la
ciudadanía en la operación de la seguridad pública. No se quería además que los
líderes sociales observaran las decisiones del área, en beneficio de los intereses
que el tiempo habría de exhibir.
Así
el Presidente Municipal manifestó al periódico El Informador, que el siguiente
director de seguridad pública sería el ex director de Reclusorios del gobierno
de Emilio González y que en su administración se desarrolló el llamado
autogobierno, que significa el control de la administración por la delincuencia
organizada. Por la inconformidad y crítica desatada por el personaje, se vio
obligado a cambiar la propuesta, nombrando al final a quien había sido asistente
del Secretario de Seguridad Pública de Emilio González, lo que significó que la
decisión de entregar la seguridad pública del municipio a los intereses de dicho
grupo, se mantenía vigente.
Por
su parte quien fungía como director operativo y se desempeñó con anterioridad como
escolta del primer presidente municipal, tuvo que huir al ser señalado en una
averiguación del Ministerio Público como cómplice del grupo delincuencial, que entre
otros delitos cavó una fosa con restos humanos en la avenida Adolf Horn.
En el
segundo trienio, se distinguió Tlajomulco por ser el municipio del país con mayor
número de tomas clandestinas de los ductos de combustible, siendo protectora de
dicho delito la corporación, misma que estaba en la nómina de la delincuencia
organizada. Además de proteger la producción, traslado y venta de droga.
Por
su parte el lago de Cajititlán se colapsó con la muerte de cientos de toneladas
de peces, consecuencia evidente de la grave contaminación. Provocado por el abandono
en que lo tenían las autoridades, quienes solo acataron a presionar a los medios
para que dejaran de publicar la catástrofe ambiental. Los fraccionamientos nuevos
empezaron a surgir y el desarrollo urbano retomó la dinámica de los
trienios anteriores.
Sin
embargo para los habitantes del municipio, quedaba la esperanza de que la
tercera administración regresaría al rumbo extraviado. A un año de que inició no
ha logrado mayores avances, la seguridad pública sigue empantanada entre
escándalos y los recursos naturales permanecen en alerta ecológica permanente, el
lago por su parte sigue siendo un desastre. Más allá de posturas y lenguaje
retórico no han mostrado resultados, salvo la creación de burocracia no hay avances.
La
administración de 2010 fue solamente un relámpago que generó confianza de
mejora por tres años, para ser avasallada al final por los intereses y la ambición
desmedida en detrimento de la población, aunque
quizá el mayor daño sea haber destrozado la esperanza en una administración
municipal eficiente y honrada.
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