domingo, 9 de noviembre de 2014

EL CID EN EL PAISAJE DE CASTILLA








EL CANTAR DE MIO CID, primer monumento conocido de la literatura española, afirma Alfonso Reyes, es un poema épico que narra, en tres cantos, las hazañas del héroe nacional, Rodrigo Díaz de Vivar, a quien por su arrojo en los combates llamaron el Cid Campeador, que quiere decir “batallador”. El poema tiene un fondo histórico considerable, y sus descripciones geográficas son de una exactitud casi prosaica. Por su parte Cid para los moros significa señor.

Fue escrito probablemente hacia 1140. Se conserva en una copia manuscrita hecha por Pedro Abad en 1307. Se ignora el nombre de su autor, y sólo se supone que fuera vecino de Medinaceli o sus cercanías, por la minuciosidad con que suele describir aquellos contornos. A juzgar por ciertas peculiaridades del lenguaje, probable es que fuera un mozárabe, o cristiano que vivía entre moros.

El género de poesía a que este poema pertenece duró en España hasta el siglo XV, y produjo otros poemas de que sólo nos quedan fragmentos o prosificaciones incorporadas en viejas crónicas. La poesía épica castellana había recibido inspiraciones de la épica francesa, pero –a diferencia de ésta— era poco dado a lo fabuloso y fantástico. Cuando comenzaron a contarse en prosa los asuntos de la poesía épica francesa, resultaron las novelas de caballerías; cuando se hizo lo propio con la poesía épica castellana, resultaron, por regla general, libros de historia y crónicas.

En 1779, Tomás Antonio Sánchez, publicó por primera vez el Cantar de MIO CID en su Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV, tomo I. En 1864, Florencio Janer lo reimprimió en el volumen LVII de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra. K. Vollmöller lo publicó nuevamente en Halle, 1879. Don Ramón Menéndez Pidal inaugura una nueva era de los estudios cidianos al publicar el poema en 1808-1900, a lo cual siguió su obra fundamental: Cantar de MIO CID, texto, gramática y vocabulario, 3 vols. Madrid 1908-1911; y en 1913 otra edición para los Clásicos Castellanos de La Lectura: Poema de MIO CID. También A. M. Huntington ha publicado una edición de lujo del CID, en Nueva York, 1897-1903.

La figura del Cid Campeador, universalmente conocida, lo es sobre todo, para el público general, a través de los romances viejos, posteriores en varios siglos al Poema de MIO CID, y que representan, a todas luces, un mundo estético distinto del de los juglares medievales: más elegante, sin duda, más compuesto; pero donde la figura de Don Rodrigo pierde algo de la llaneza con que se nos muestra en el Cantar, y aun padece, a ratos, verdaderas ofuscaciones.

El mayor mérito artístico del viejo poema está, sin duda, en esta nota de sobriedad. Aquí nunca gesticula el dolor, y la alegría tiene siempre una gracia bronca. Si en Cervantes se admira como un florecimiento del espíritu español, en el Cantar de MIO CID todos creen reconocer las raíces de la sensibilidad castellana. Así aunque la idea del patriotismo del Cid no se encuentre expresa en el poema, la figura del héroe ha adquirido una importancia de símbolo nacional.

El texto antiguo es fiel copia de la edición preparada por Don Ramón Menéndez Pidal para los Clásicos Castellanos de la Lectura (Madrid, 1913). En cuanto a la prosificación, procura respetar el espíritu del viejo poema, y se ciñe a sus palabras tan estrictamente como lo tolera el sentido actual de la prosa castellana; puede, pues, servir como auxilio para la interpretación del texto original, y también puede leérsela de corrido.

El primer canto habla del destierro. El rey Alfonso envía al Cid para cobrar las parias del rey moro de Sevilla, este es atacado por el conde castellano García Ordoñez. El Cid, amparando el moro vasallo del rey de Castilla, vence a García Ordoñez en Cabra y le prende afrentosamente. Torna a Castilla con las parias, pero sus enemigos lo indisponen con el rey y éste lo destierra.

El cantar segundo se refiere a las bodas de las hijas del Cid, aquí comienza la canción del Cid del Vivar. Ha poblado ya el puerto de Olocau, alejándose de Zaragoza y sus tierras, de Huesca, de Montalbán, ahora comienza a guerrear del lado de la mar salada. Por el Oriente sale el sol: allá se encamina, y gana a Jérica, a Onda, a Almenara, y conquista las tierras de Burriana. El Creador, señor del  cielo, es quien le ayuda, así pudo tomar a Murviedro, Dios no le desampara. El obispo don Gerónimo bendice a las hijas del Cid y a los infantes de Carrión y se celebran las bodas en el alcázar.

El canto tercero trata de la Afrenta de Corpes. Se suelta el león del Cid y los infantes de Carrión manifiestan miedo, en tanto el Cid lo amansa para vergüenza de ellos. Los infantes maltratan y abandonan a sus mujeres (las hijas del Cid), las dejan por muertas. El rey convoca corte en Toledo para juzgar a los Carrión.

El poema finaliza diciendo:
“Los de Navarra y Aragón hicieron sus pláticas, tuvieron
junta con el rey don Alfonso, y al fin doña Elvira y doña
Sol se casaron. Si grandes fueron las primeras bodas, éstas
máximas, y la casa queda mucho más honrada que antes.
Ved, pues, como se enaltecía el bienhadado, que ya sus
hijas son señoras de Aragón y Navarra. Hoy los reyes de
España son sus parientes, y todos creen en honra por el
que nació en claro día.
“Nuestro buen Cid, señor de Valencia, dejó el siglo en
Pascua de Pentecostés. Dios le haya perdonado, y así
haga con todos nosotros, justos y pecadores.
“Estas son las hazañas del Cid Campeador.
Y en llegando a este punto se acaba la canción.”


Es este poema la imagen del mundo medieval y de la constante lucha entre las culturas de Mahoma y la cristiana, que acabará por resolverse en el siglo XV, con el triunfo de los Reyes Católicos sobre los califatos Omeyas.

2 comentarios:

  1. Un trabajo muy ilustrador estimado Andrés, pero creo que en el párrafo final habría que precisar que la lucha entre ambas culturas prevalece hasta el presente.

    Saludos.

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    1. Estimado Cuauhtémoc, tienes voz de profeta, los artículos que más se siguen leyendo son los de los gobernadores. Un abrazo.

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