Francisco
Montes de Oca al presentarnos la Eneida nos dice que La Antigüedad y la Edad
Media nos han transmitido numerosas tradiciones sobre la vida de Virgilio. Las
más antiguas debieron formarse ya en la época de Nerón y, sobre todo, en la de
los Flavios, partiendo de la exégesis de las obras atribuidas entonces al poeta.
Los círculos literarios que rodeaban a Augusto no acogieron favorablemente la
obra del que sería, no tardando mucho, una especie de poeta nacional. Le
reprochaban su excesivo apego a Homero, el no mostrarse demasiado artista, la
molicie de su estilo, la inexpresividad de su vocabulario, la carencia de rigor
de su métrica.
El
último tercio del primer siglo de nuestra era y los inicios del segundo
contemplan una verdadera apoteosis de Virgilio. No poco tuvo que ver en ello la
influencia personal de Séneca, quien testimonia en toda su obra la más
reconocida devoción del poeta de la Eneida. La Institución oratoria de
Quintiliano, trazando para siglos el marco y los programas de toda educación
liberal, incorpora definitivamente a Virgilio al patrimonio básico de la
humanidad.
Originario
del norte de Italia, de la Galia Cisalpina, apenas quince años más joven que
Catulo, Publio Virgilio Marón nació el 15 de octubre del 70 a. de C. en Andes,
localidad de las cercanías de Mantua. Realizó sus primeros estudios en Cremona,
ciudad próxima a Mantua, y después en Milán, donde se hallaban las mejores
escuelas de la Galia Cisalpina. Entre el 52 y el 50 a. de C. pasó a Roma para
perfeccionarse y cultivar la elocuencia, bajo la guía del famoso retórico de
tendencia asiática, Epidio, con quien estudió también Augusto Octaviano, más
joven que Virgilio pero ya inclinado por la carrera de los estudios y los
honores.
En
los momentos de terror y de ansiedad política Lucrecio exhorta a los hombres a
refugiarse en los templos serenos de la filosofía epicúrea y con esa influencia
Virgilio decide dedicarse a los estudios filosóficos y científicos. Poco antes
del asesinato de César abandona el tumulto de Roma y se refugia en los
alrededores de Nápoles, en la escuela de Sirón, quien, junto con Filodemo, era
de los maestros griegos de epicureísmo, llegados de Siria.
La
Eneida, el mayor poema de la romanidad, fue concebido y comenzado entre los
años 29 y 27 a. de C. Un poema centrado en Octavio vencedor de Accio y en su
obra de pacificación interior y de afirmación foránea del prestigio romano.
Introducido en un pórtico legendario en el que Asaraco y Tros, los antepasados
troyanos de la gens Iulia, ocupaban un destacado lugar. El milagro de la Eneida
estriba en que aporta una solución al problema insoluble, sin menoscabo de las
partes integrantes: exaltación de la obra de Augusto, narración legendaria y
evocación de los personajes más salientes de la historia de Roma.
Lo
que confiere a la Eneida su carácter único ha sido la genial idea del poeta de
meter toda la historia, todo el pasado y el futuro de Roma, en el interior de
lo que no era de suyo más que el primer episodio de la historia legendaria de
su pueblo. De mil procedimientos ha echado mano Virgilio para integrar en la
historia de Eneas toda la historia de Roma. Por doquier intervienen, para
descorrer el velo del porvenir, revelaciones, votos o profecías: Jupiter
anuncia la futura grandeza de Augusto, Dido las guerras Púnicas o Eneas que promete
levantar el templo que Augusto dedicará a Apolo Palatino. Están presentes en la
Eneida la historia de Roma y la obra de Augusto, gracias a que se realiza con
los sucesos del poema, una continua simbolización del destino de la ciudad
eterna.
Eneas
descendiente de la diosa Venus es el lazo de unión entre la dinastía de Príamo
rey de Troya y los primeros romanos, merced a ello no descendían de griegos los
romanos sino de troyanos que, como vencidos, excitaban la simpatía y la piedad.
Era la revancha de la guerra de Troya. El propio Julio César, el tío de
Augusto, había suministrado un postrer tema importante a Virgilio, al pretender
enlazar a su familia, la gens IULIA, con IULO, el hijo del legendario Eneas, y
a través de él con la diosa Venus. El asunto del poema resultaba así tanto
dinástico como nacional: Roma adquiría el derecho de gobernar el mundo; César y
sus descendientes el de gobernar a los romanos. Eneas había huido de Troya
llevando a su padre Anquises en los hombros y de la mano a su hijo, mientras
muere su esposa.
Virgilio
ha tenido que trasladar para sus lectores romanos eruditos la lengua y el
estilo de los poemas homéricos, destinados a la recitación oral y escritos de
manera que fuesen comprendidos al vuelo. Virgilio trabajó intensamente en la
Eneida por espacio de once años, desde el 29 hasta casi el momento de su
muerte, el 22 de septiembre del 19 a. de C. La primera traducción castellana de
la Eneida es la versión en prosa de Enrique de Villena, empezada el 28 de
septiembre de 1427 y terminada un año después. La primera traducción en verso
se debe al humanista toledano Gregorio Hernández de Velasco, cuya versión de los doce libros
de la Eneida de Virgilio, en octava rima y verso suelto, apareció por primera
vez en Amberes, 1557, junto con las Bucólicas en endecasílabos libres, y fue
muchas veces reimpresa.
La
obra inicia así en su primer canto:
Canto las empresas bélicas,
canto
al héroe que, prófugo por
disposi-
ción del hado, fue el
primero en
llegar, desde las costas de
Troya,
a Italia, a las riveras del
Lavinio.
Largo tiempo fue juguete por
tie-
rra y por mar del poder
divino, a
causa del pertinaz rencor de
la im
placable Juno. Mucho hubo de
su-
frir también en guerras,
hasta que
fundó una ciudad y
estableció sus
dioses en el Lacio, de donde
pro-
vienen la raza latina, los
padres
albanos y los muros de la
excelsa
Roma.
El
libro sexto refiere de la visita de Eneas a ultratumba, en Cumas se dirige a la
cueva de la Sibila. Le pide descender a los infiernos, ahí se encuentra con
Caronte y el paseo de la laguna Estigia, pasa junto al Cerbero, contempla los
campos de los llantos. Encuentra a Dido su mujer, quien fuera reina de Cartago,
que se suicida cuando la abandona y que manifiesta profundo rencor a quien
tanto amó, lo ignora y va hacia su primer esposo a quien acaricia suavemente. Observa
el lugar de los grandes criminales, en los Campos Elíseos encuentra a su padre
Anquises, que le muestra su descendencia. Es este libro y sus cantos, sin duda,
el génesis de la Divina Comedia de Dante.
Camina
Eneas por las tierras donde pastoreó Hércules sus enormes toros y los lugares
de sus hazañas. En la lucha de los troyanos contra los latinos, aparecen
sabinos en los dos bandos, los etruscos pelean al lado de Eneas.
Al
vencer en duelo a Turno el líder latino, quien le pide compasión, exclama Eneas:
“¿De escaparte me hablas,
cuan-
do te veo vestido con estos
despojos
de los míos?, exclamó.
Palante, Pa-
lante es quien te inmola con
esta
herida, y con tu criminal
sangre
toma venganza.”
Esto diciendo, húndele,
ciego de
ira, la espada en el pecho.
Un frío
de muerte desata los
miembros de
Turno, e indignado su
espíritu, huye,
lanzando un gemido, a la
región de
las sombras.
Finaliza
así el último canto de la Eneida. Hacen las paces latinos y troyanos y Eneas
por fin logra establecerse al margen del Tiber, para que su descendencia
construya la futura Roma, reconstrucción a su vez de la destruida Troya.
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