Para
Pedro Laín Entralgo la generación del noventa y ocho la componen Unamuno,
Baroja, Azorín, Antonio Machado, Valle-Inclán, Ganivet y Maeztu. Unamuno pasó
en su mocedad de un cientificismo progresista y spenceriano al invariable y
bien conocido irracionalismo de toda su vida restante. “¡Claridad! ¡Claridad! –
exclama una vez , lleno de acre ironía--. ¡Bendita claridad que al matar lo
indeterminado, lo penumbroso, lo vago, lo informe, mata la vida!” “¿Ideas verdaderas y falsas, decís? –pregunta
en otra de sus páginas, muy nietzscheanamente--. Todo lo que eleva e
intensifica la vida refléjase en ideas verdaderas, que lo son en cuanto lo
reflejen, y en ideas falsas todo lo que la deprime y amengüe… Vivir verdad es
más hondo que tener razón.”
“La
Historia…. –ha escrito Unamuno— no halla su perfección y efectividad plena sino
en el individuo; el fin de la Historia y de la Humanidad somos los sendos
hombres, cada hombre, cada individuo….” Afirmando así su humanismo, su concepción
del hombre como centro del universo.
Explica
Laín Entralgo: “Porque --pretendemos ser
europeos y modernos sin dejar de ser españoles, y eso no puede ser--. No desea
Unamuno desconocer a Kant y Goethe, pero el mejor modo de conocerlos vivamente es, a su juicio, tratar de imponer
a los europeos nuestro San Juan de la Cruz, nuestro Calderón, nuestro Cervantes
y hasta, en cierto sentido y extensión, nuestro Torquemada”
Y
como eco que suena en los tiempos actuales Unamuno dice que “Si los españoles
empeñan su vida en seguir este arduo y glorioso camino, lucirá en España y en
el mundo la humana luz de Don Quijote y Sancho, y a la vez harán a su patria grande,
rica, variada y compleja. Castilla acabará su españolización y cada una de las
regiones españolas, sin mengua de cooperar en la universal empresa quijotesca
de España entera, afirmará más y más su propia peculiaridad. Entonces habrá
llegado la hora de la verdadera libertad y existirá la patria española; porque solo
se podrá decir que hay verdadera patria española cuando sea libertad en
nosotros la necesidad de ser españoles, cuando todos lo seamos por querer
serlo, queriéndolo porque lo seamos. Y entonces, por añadidura, habrán cumplido
los españoles”.
Dice
Julián Marías cuando se refiere a la novela La Tía Tula que: “estudié a fondo
la novela existencial de Unamuno, la novela personal –dicho aún con mayor
rigor-, que fue para él a la vez la creación poética casi vegetal de ésta, al
amor escondido, negado, refrenado, transformado, de Tula. El tosco, fuerte,
áspero Unamuno, que parecía no saber de amor, va presentando con brusquedad y
casi despego, como a regañadientes, algunos de los más intrincados y finos recovecos
del alma.”
El
libro más famoso de Unamuno es Vida de Don Quijote y Sancho. En el Primer
Capítulo que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote
de la Mancha nos informa Unamuno que: “Nada sabemos del nacimiento de Don
Quijote, nada de su infancia y juventud, ni de que se fraguara el ánimo del
Caballero de la Fe, del que nos hace con su locura cuerdos. Nada sabemos de sus
padres, linaje y abolengo, ni de cómo hubieran ido asentándose en el espíritu
las visiones de la asentada llanura manchega en que solía cazar; nada sabemos
de la obra que hiciese en su alma la contemplación de los trigales salpicados
de amapolas y clavellinas; nada sabemos de sus mocedades”.
En
esta sentencia el autor pareciera referirse a nuestro país, más sin embargo no
es enfermedad la impunidad privativa de nosotros. “Las razones que Don Quijote
da para libertar a los condenados a las galeras son un compendio de las que
alimentan la rebelión del espíritu español contra la justicia positiva. Hay,
si, que luchar porque la justicia impere en el mundo; pero no hay derecho
estricto a castigar a un culpable mientras otros se escapan por las rendijas de
la ley; que al fin la impunidad general se conforma con aspiraciones nobles y
generosas, aunque contrarias a la vida regular de las sociedades, en tanto que
el castigo de los unos y la impunidad de los otros son un escarnio a los
principios de justicia y de los sentimientos de humanidad a la vez”.
Del
Sentimiento Trágico de la Vida reconocida como su obra capital. “….Porque el
adjetivo humanues me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas,
la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el
sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y
hueso, el que nace, sufre y muere –sobre todo muere--, el que come y bebe y
juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el
hermano, el verdadero hermano.”
En
otra reflexión afirma que: “Hay también una tragedia en Sancho. Aquel, el otro,
el que anduvo con Don Quijote que murió no consta que muriese, aunque hay quien
cree que murió loco de remate, pidiendo la lanza y creyendo que había sido
verdad cuanto su amo abominó por mentira en su lecho de muerte y de conversión.
Pero tampoco consta que muriera ni el bachiller Sansón Carrasco, ni el cura, ni
el barbero, ni los duques y canónicos, y con éstos es con los que tiene que
luchar el heroico Sancho”.
Y
continúa: “Solo anduvo Don Quijote, solo con Sancho, solo con su soledad. ¿No
andaremos también solos sus enamorados, forjándonos una España quijotesca que
solo en nuestra imaginación existe?
“Y
volverá a preguntársenos: ¿Qué ha dejado a la cultura Don Quijote? Y diré: ¡El
quijotismo, y no es poco! Todo un método, toda una epistemología, toda una
estética, toda una lógica, toda una ética, toda una religión y sobre todo, es
decir, toda una economía a lo eterno y lo divino, toda una esperanza en lo
absurdo racional.
“¿Por
qué peleó Don Quijote? Por Dulcinea, por la gloria, por vivir, por sobrevivir.
No por Iseo, que es la carne eterna; no por Beatriz, que es la teología; no por
Margarita, que es el pueblo; no por Helena, que es la cultura. Peleó por
Dulcinea, y la logró, pues que vive.
“Y
lo más grande de él fue haber sido burlado y vencido, porque siendo vencido es
como vencía; dominaba al mundo dándole que reír de él.”
“Pero
Don Quijote oye ya su propia risa, oye la risa divina, y como no es pesimista,
como cree en la vida eterna, tiene que pelear, arremetiendo contra la ortodoxia
inquisitorial científica moderna por atraer una nueva e imposible Edad Media,
dualística, contradictoria, apasionada. Como un nuevo Savonarola, Quijote
italiano de fines del siglo XV, pelea contra esta Edad Moderna que abrió
Maquiavelo y que acabará cómicamente. Pelea contra el racionalismo heredado del
XVIII. La paz de la conciencia, la conciliación entre la razón y la fe, gracias
a Dios providente, no cabe. El mundo tiene que ser como Don Quijote quiere y
las ventas tienen que ser castillos, y peleará con él y será, al parecer,
vencido, pero vencerá al ponerse en ridículo. Y se vencerá riéndose de sí mismo
y haciéndose reir.”
El
pensador español Miguel de Unamuno y Jugo nació en Bilbao en septiembre de 1864
y muere en Salamanca en diciembre de 1936. Fue rector de la Universidad de
Salamanca donde afirmó que: “Lo que Natura no da, Salamanca no presta”. Sentencia en su obra Sobre la Filosofía Española que: “De razones vive el hombre y de
sueños sobrevive” .
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