martes, 19 de agosto de 2014

UNAMUNO



Para Pedro Laín Entralgo la generación del noventa y ocho la componen Unamuno, Baroja, Azorín, Antonio Machado, Valle-Inclán, Ganivet y Maeztu. Unamuno pasó en su mocedad de un cientificismo progresista y spenceriano al invariable y bien conocido irracionalismo de toda su vida restante. “¡Claridad! ¡Claridad! – exclama una vez , lleno de acre ironía--. ¡Bendita claridad que al matar lo indeterminado, lo penumbroso, lo vago, lo informe, mata la vida!”  “¿Ideas verdaderas y falsas, decís? –pregunta en otra de sus páginas, muy nietzscheanamente--. Todo lo que eleva e intensifica la vida refléjase en ideas verdaderas, que lo son en cuanto lo reflejen, y en ideas falsas todo lo que la deprime y amengüe… Vivir verdad es más hondo que tener razón.”

“La Historia…. –ha escrito Unamuno— no halla su perfección y efectividad plena sino en el individuo; el fin de la Historia y de la Humanidad somos los sendos hombres, cada hombre, cada individuo….” Afirmando así su humanismo, su concepción del hombre como centro del universo.

Explica Laín Entralgo: “Porque  --pretendemos ser europeos y modernos sin dejar de ser españoles, y eso no puede ser--. No desea Unamuno desconocer a Kant y Goethe, pero el mejor modo de conocerlos  vivamente es, a su juicio, tratar de imponer a los europeos nuestro San Juan de la Cruz, nuestro Calderón, nuestro Cervantes y hasta, en cierto sentido y extensión, nuestro Torquemada”

Y como eco que suena en los tiempos actuales Unamuno dice que “Si los españoles empeñan su vida en seguir este arduo y glorioso camino, lucirá en España y en el mundo la humana luz de Don Quijote y Sancho, y a la vez harán a su patria grande, rica, variada y compleja. Castilla acabará su españolización y cada una de las regiones españolas, sin mengua de cooperar en la universal empresa quijotesca de España entera, afirmará más y más su propia peculiaridad. Entonces habrá llegado la hora de la verdadera libertad y existirá la patria española; porque solo se podrá decir que hay verdadera patria española cuando sea libertad en nosotros la necesidad de ser españoles, cuando todos lo seamos por querer serlo, queriéndolo porque lo seamos. Y entonces, por añadidura, habrán cumplido los españoles”.

Dice Julián Marías cuando se refiere a la novela La Tía Tula que: “estudié a fondo la novela existencial de Unamuno, la novela personal –dicho aún con mayor rigor-, que fue para él a la vez la creación poética casi vegetal de ésta, al amor escondido, negado, refrenado, transformado, de Tula. El tosco, fuerte, áspero Unamuno, que parecía no saber de amor, va presentando con brusquedad y casi despego, como a regañadientes, algunos de los más intrincados y finos recovecos del alma.”

El libro más famoso de Unamuno es Vida de Don Quijote y Sancho. En el Primer Capítulo que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha nos informa Unamuno que: “Nada sabemos del nacimiento de Don Quijote, nada de su infancia y juventud, ni de que se fraguara el ánimo del Caballero de la Fe, del que nos hace con su locura cuerdos. Nada sabemos de sus padres, linaje y abolengo, ni de cómo hubieran ido asentándose en el espíritu las visiones de la asentada llanura manchega en que solía cazar; nada sabemos de la obra que hiciese en su alma la contemplación de los trigales salpicados de amapolas y clavellinas; nada sabemos de sus mocedades”.

En esta sentencia el autor pareciera referirse a nuestro país, más sin embargo no es enfermedad la impunidad privativa de nosotros. “Las razones que Don Quijote da para libertar a los condenados a las galeras son un compendio de las que alimentan la rebelión del espíritu español contra la justicia positiva. Hay, si, que luchar porque la justicia impere en el mundo; pero no hay derecho estricto a castigar a un culpable mientras otros se escapan por las rendijas de la ley; que al fin la impunidad general se conforma con aspiraciones nobles y generosas, aunque contrarias a la vida regular de las sociedades, en tanto que el castigo de los unos y la impunidad de los otros son un escarnio a los principios de justicia y de los sentimientos de humanidad a la vez”.

Del Sentimiento Trágico de la Vida reconocida como su obra capital. “….Porque el adjetivo humanues me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas, la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere –sobre todo muere--, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.”

En otra reflexión afirma que: “Hay también una tragedia en Sancho. Aquel, el otro, el que anduvo con Don Quijote que murió no consta que muriese, aunque hay quien cree que murió loco de remate, pidiendo la lanza y creyendo que había sido verdad cuanto su amo abominó por mentira en su lecho de muerte y de conversión. Pero tampoco consta que muriera ni el bachiller Sansón Carrasco, ni el cura, ni el barbero, ni los duques y canónicos, y con éstos es con los que tiene que luchar el heroico Sancho”.

Y continúa: “Solo anduvo Don Quijote, solo con Sancho, solo con su soledad. ¿No andaremos también solos sus enamorados, forjándonos una España quijotesca que solo en nuestra imaginación existe?

“Y volverá a preguntársenos: ¿Qué ha dejado a la cultura Don Quijote? Y diré: ¡El quijotismo, y no es poco! Todo un método, toda una epistemología, toda una estética, toda una lógica, toda una ética, toda una religión y sobre todo, es decir, toda una economía a lo eterno y lo divino, toda una esperanza en lo absurdo racional.

“¿Por qué peleó Don Quijote? Por Dulcinea, por la gloria, por vivir, por sobrevivir. No por Iseo, que es la carne eterna; no por Beatriz, que es la teología; no por Margarita, que es el pueblo; no por Helena, que es la cultura. Peleó por Dulcinea, y la logró, pues que vive.

“Y lo más grande de él fue haber sido burlado y vencido, porque siendo vencido es como vencía; dominaba al mundo dándole que reír de él.”

“Pero Don Quijote oye ya su propia risa, oye la risa divina, y como no es pesimista, como cree en la vida eterna, tiene que pelear, arremetiendo contra la ortodoxia inquisitorial científica moderna por atraer una nueva e imposible Edad Media, dualística, contradictoria, apasionada. Como un nuevo Savonarola, Quijote italiano de fines del siglo XV, pelea contra esta Edad Moderna que abrió Maquiavelo y que acabará cómicamente. Pelea contra el racionalismo heredado del XVIII. La paz de la conciencia, la conciliación entre la razón y la fe, gracias a Dios providente, no cabe. El mundo tiene que ser como Don Quijote quiere y las ventas tienen que ser castillos, y peleará con él y será, al parecer, vencido, pero vencerá al ponerse en ridículo. Y se vencerá riéndose de sí mismo y haciéndose reir.”

El pensador español Miguel de Unamuno y Jugo nació en Bilbao en septiembre de 1864 y muere en Salamanca en diciembre de 1936. Fue rector de la Universidad de Salamanca donde afirmó que: “Lo que Natura no da, Salamanca no presta”. Sentencia en su obra Sobre la Filosofía Española que: “De razones vive el hombre y de sueños sobrevive” .        


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