Las
regiones del Estado han sido ignoradas por los gobiernos en su estudio y como
consecuencia en su desarrollo. La historia, la antropología, los recursos
naturales y la cultura son dejadas de lado, lo que equivale a decir entre otras
cosas que no se conoce su identidad. Las entidades con capacidad de
investigación tampoco se han preocupado por la riqueza de su microhistoria, sin
prestar importancia así a los valiosos recursos que subyacen en su suelo y su memoria.
El Sur de Jalisco no es la excepción, especialmente la región del valle que abarca de Autlán a los volcanes.
En los
contextos nacional e internacional la región más conocida e identificable de
Jalisco es la de Los Altos, sobre todo por la proyección que le brindara el
cine a través de la visión de cineastas como Miguel Zacarías Nogaim de origen
libanés y admirador de la tradición conservadora. Se estereotipó al hombre alteño
como un cristero, un charro atrabancado y bravucón. De la mujer por su parte se
hizo un modelo con características árabes, que luego nos lo vendieron como
originario de Andalucía, lo que significa moro. A través de ese enfoque se
trató de reconstruir un mundo idílico de haciendas y ranchos, envuelto en
valores religiosos. Debemos considerar
también a quienes le dieron forma musical a la región de Los Altos. Autores de
letras como el tamaulipeco Ernesto Cortázar y el musicólogo Manuel Esperón originario
de la ciudad de México, contribuyeron a forjar una imagen irreal de una región
y su sociedad. Se logra de esa manera construir un concepto de ideología
católica y estructura fisiócrata colonial, cuya personalidad es simplificada.
El Bajo
Sur por su parte tiene una suma de condiciones que hasta la fecha no han sido
evaluadas y valoradas por estudios metodológicos profesionales. Existen en su
historia elementos que podrían definir una identidad hasta ahora desconocida. A
la fecha gobiernos e instituciones no han sabido comprender y mucho menos procesar
y valorar la riqueza de esa región. Sus valores naturales, culturales e
ideológicos, son prácticamente desconocidos. Los únicos estudios antropológicos
de las poblaciones indígenas que se han hecho hasta la fecha, son los trabajos
de Isabel Kelly en la primera mitad del siglo veinte, patrocinados por la Universidad
de California. Mediante dos trabajos estudió las tribus otomíes y nahuas desde
Autlán hasta Zapotitlán.
No
es un tema menor estudiar la época de la colonia en la que los Franciscanos
llevaron la batuta de la evangelización. Su influencia aun pervive en restos de
templos y en imágenes religiosas que se adoran en las distintas poblaciones
como la Virgen de La Asunción de Tonaya, venerada en toda la región. Los
franciscanos ejercieron la catequización en todas las poblaciones desde
Zapotitlán hasta Autlán y establecieron conventos en Tuxcacuesco, Ejutla y
Autlán, hasta que en 1797 el obispo Cabañas ejecuta Cédula Real que decreta la
secularización de los curatos franciscanos.
Además
de los estudiosos de la historia de Autlán, nadie sabe que sus grandes
personajes del siglo diecinueve son conservadores, ilustrados y altruistas.
Tampoco es conocido del público que una de las grandes figuras religiosas de la
primera mitad del siglo veinte de la región fue Amador Velasco Peña, originario
de Purificación y párroco de Autlán, de donde pasó a ser obispo de Colima por
45 años, hasta su muerte en 1949.
No
es conocida la poderosa influencia que ejercieron los seminarios de Autlán y
Ejutla en la guerra cristera, alimentada sobre todo por los sacerdotes
egresados de este último y formados bajo la tutela del sacerdote Francisco
Amezcua. Tampoco la iglesia católica ha sido acuciosa en su análisis y
propuestas, al considerar solamente la región de Los Altos como protagonista de
la guerra cristera. Se puede decir que hubo sacerdotes que participaron en la
revuelta cristera de manera abierta o encubierta en Zapotitlán, Tolimán,
Tuxcacuesco, San Gabriel y Autlán, para hablar solamente de las parroquias.
Como no se conoce más allá de las versiones locales de sacerdotes sacrificados
como los casos de Autlán, Ejutla, Toxin y Apulco, entre otros.
No
se han realizado estudios de las distintas revueltas, con sus efectos
destructivos como los daños a los archivos eclesiales y civiles. Insurgentes,
liberales, villistas y cristeros, tuvieron como denominador común su conducta
depredadora. Bandoleros, violadores y destructores de vidas y patrimonios y por
consecuencia destructores de la cultura y la riqueza de la sociedad de la
región.
Se
olvida que uno de los pilares en la fundación del Partido de Acción Nacional,
Efraín González Luna, era originario de Autlán. Fue además personaje que con el
arzobispo de Guadalajara José Garibi Rivera, diseñó y definió el concepto de un
gobierno que trascendió en la historia de Jalisco, el de Jesús González Gallo.
Fue González Luna personaje de formación cultural y reconocimiento
internacional con un fuerte bagaje católico y conservador. Poco se habla salvo
en las publicaciones de Acción Nacional, que en el año de 1948 ese partido
obtiene la administración municipal de El Grullo, por lo que fue el segundo
municipio en el país después de Quiroga Michoacán, en obtener un triunfo el
recién fundado partido político.
También
ha habido ilustres personajes liberales en la región, especialmente médicos,
que cultivaban la cultura y que a partir de la década de los cincuenta,
enfrentan a las corrientes conservadoras y a los cacicazgos heredados de los
primeros gobiernos revolucionarios, especialmente en los municipios de El
Grullo y Autlán.
No
ha habido un proyecto que articule la influencia en la cultura nacional y universal del músico Blas Galindo y del cantante de ópera José Mojica. Quizá el
más constantemente recordado sea el literato Juan Rulfo, todos ellos con origen en el mismo
lugar, San Gabriel. Músicos cultos y populares reconocidos los hay también en Autlán,
Tonaya y El Grullo. A la vez que para algunos estudiosos la mayoría de los sones jaliscienses tienen su origen en la población de Copala del municipio de Tolimán.
Que
podríamos además decir de la riqueza que representan los bosques de las
montañas que circundan el valle, especialmente la Sierra de Manantlán, con
flora y fauna endémica, única en el mundo, además de su imponente belleza. Salvo
excepciones contadas no se ha estudiado la riqueza de los recursos naturales,
ahora desaparecida en la región de la costa y en las montañas bajo la
explotación irracional de los bosques y la contaminación de ríos, arroyos y
manantiales.
El
desconocimiento y la falta de un concepto integral de la función pública tiene
como consecuencia enfoques errados de diseño y planeación, lo que genera a su
vez políticas desarticuladas y erráticas de los gobiernos. Debieran de realizarse
estudios y diagnósticos de las regiones que permitan implementar programas completos
y armónicos, en los que participen las instituciones de investigación social e
histórica. Así en tanto los gobiernos ejercen programas de mejora de la calidad de vida de la
población, se protege el patrimonio cultural y natural. Tendríamos como
consecuencia una sociedad orgullosa de su patrimonio y con identidad histórica.
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