sábado, 9 de abril de 2011

LEON TOLSTOI







En 1868 León Tolstoi entregaba a las prensas la obra completa de La Guerra y La Paz. Es el autor sin duda, la figura más cimera del Siglo de Oro de la novela rusa, de ese siglo XIX que se abre con la prosa y el verso de Pushkin y Lérmontov, que luego conoce a Gógol, Saltikoc-Schedrín, Dostoievski, Turguénev y Chéjov, y que pasando por Gorki, aboca a tiempos más modernos.



En esta inmensa novela se despliega en toda su envergadura el genio literario de Tolstoi. La historia se desarrolla en Rusia entre 1805 y 1825, teniendo como núcleo la guerra de 1812, en que el pueblo ruso se levantó contra las tropas de Napoleón. Pero a pesar de introducir en escena a personajes históricos, no es una novela histórica. Más bien el autor quiso dar una idea de la vida humana en el transcurso de casi un cuarto de siglo y a través de más de quinientos personajes, con ejércitos y masas populares como telón de fondo.



Gracias a la maestría narrativa del autor estos personajes, llegan a ser íntimamente conocidos por el lector. Por ello, así como por la extensión de la obra y por la amplitud de sus concepciones literarias, ha podido decirse que en La Guerra y la paz se encierra todo el siglo XIX.



Tolstoi es un maestro en la comprensión del hombre. Escritor humano por excelencia, ama al hombre y por eso sabe interpretarlo. La Guerra y la Paz es el panorama de la vida de la sociedad rusa de toda una época. Es el fresco en el que se encuentran pintados cientos de personajes, que al alejarse un poco y verlo en panorámica adquiere el movimiento de la vida rusa. Por eso consideramos a Pierre Bezújov tan real como a Kutúzov o a Speranski. Hay veces incluso que tras la ficción, tras el personaje novelesco, vemos al personaje histórico. Tal es el caso de Denísov, Denis Davídov, húsar también y organizador real de las guerrillas de 1812.



“Abogado de cien millones de campesinos” se llamó Tolstoi en cierta ocasión a sí mismo. Pintor de almas y pueblos, el más ruso de todos los escritores rusos y, por ello mismo, el más universal. El es quien mejor supo penetrar en el corazón de su pueblo para percibir su pulso, puesto que siempre fue una parte de él y el que más arriba se encumbró, para contemplar la vida de la nación en su variedad y armonía.



La Guerra y la Paz es una sinfonía heroica cuyas notas alcanzan expresión sublime. En 1864 da a la imprenta la primera parte de la obra, a la que pone el título de “El año de mil ochocientos cinco”. Sigue a ella la segunda parte. Opta por un nuevo título: “De 1805 a 1814”, que no llega a pasar de su cuaderno de notas. En marzo de 1867 define el título definitivo.



Afirma José Laín que “Pocas obras habrá que, como ocurre con La Guerra y La Paz, hagan olvidar al lector del estilo y le allanen el camino hasta verse metido en ese océano de pasiones y almas, de vidas y acontecimientos, sin tropezar con piedra o escollo preciosista, con una frase incrustada a destiempo que lo distraiga de lo principal.” Escribía Tolstoi “El signo más fiel de la verdad, es la sencillez. La mentira es siempre complicada, artificiosa y abundante en palabras.” Por algo Turguénev habló de los “escalofríos de entusiasmo” que algunos trozos de la Guerra y la Paz despertaban en él.



No es exagerado decir que Tolstoi, además de autor es uno de los personajes, y no de los de menor cuantía. Es la novela también la historia novelada de una época y de un país en que éste hubo de poner en juego sus últimas energías en acontecimientos trascendentales. “La sombra de Tolstoi –dice Stefan Zweig— está perenne tras de cada uno de sus personajes”.



León Nikolaievich Tolstoi nació un 28 de agosto de 1828 en una aldea, rodeada de bosques, de la provincia de Tula, Yasnaia Poliana, poético nombre que significa “luminoso claro de bosque”, en una casa propiedad de su padre, que no existe ya. Pertenecía, lo mismo por su familia paterna que por su ascendencia materna, a la más antigua nobleza rusa. Ahí Tolstoi escuchaba con su abuela a un siervo ciego que narraba cuentos a la anciana condesa. Recitaba en voz monótona los cuentos de Scherezada, que el futuro novelista oía con embeleso.



Tatiana Alexandrovna Ergolskaya es uno de los personajes que de manera más profunda y duradera ejerció influencia sobre León. Era de un carácter admirable por su rectitud, firmeza, talento e inmensa capacidad de amor y piedad. “Cuando empecé a reparar en ella, tenía más de cuarenta años y no me pregunté nunca si era hermosa o no; su sonrisa, su pequeña mano morena, ancha, cruzada por una vena enérgica”.



Es al final de cuentas La Guerra y la Paz una obra de arte integral donde a partir de la fluida narración de un momento histórico, se describen los personajes y los momentos en un mural en el que se aprecia la vida humana en toda su intensidad. Es además una gran pieza musical, en la que en sus movimientos se crea la obra de arte como filtro de claridad multicolor, a través del que brota la historia de un pueblo oprimido y heroico. O quizá sea mejor describirla como el ballet en el que vemos a Natasha ejecutar giros de danza, al tiempo que escuchamos la música de Tchaikovsky, quien por otra parte conmovía hasta las lagrimas a Tolstoi, y que nos lleva de la mano de la adolescente en un baile arrebatador, deslumbrante.

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