domingo, 5 de diciembre de 2010

ZONA METROPOLITANA DE GUADALAJARA






Durante el siglo veinte el crecimiento de las zonas urbanas y el despoblamiento de las rurales fue un fenómeno constante. La posibilidad de encontrar mejores servicios públicos y oportunidades de educación y trabajo entre otras razones, motivó a la población a desplazarse a los asentamientos más poblados. La movilidad geográfica de la población, así como el crecimiento demográfico, motivado por el abatimiento de la mortalidad, trajeron como consecuencia el crecimiento desproporcionado de las ciudades y la agudización de los problemas de dichas concentraciones.



La marginación social en vastas ciudades perdidas, que vivían en la pobreza fue uno de los resultados directos. Aparejados llegaron el clientelismo y la manipulación política, donde el populismo de los partidos políticos encontró un filón para sus intereses. Dicho fenómeno se presentó destacadamente en las organizaciones corporativas del Partido de Estado, surgiendo así los promotores de vivienda irregular, que a través de la venta indiscriminada de parcelas ejidales hacían jugosos negocios. Se crearon de esa manera, vastas zonas habitacionales sin orden ni servicios, que la promiscuidad y la miseria llevaron a muchos de sus habitantes a vivir en los márgenes de la legalidad.



La estratificación urbana que genera la presión de un crecimiento desordenado en las ciudades, causa inevitablemente una división social que se manifiesta en rasgos de colonialismo interno. Los habitantes de dichas zonas sufren la discriminación no solamente en la precariedad de su vivienda, sino también en la relación social, la ausencia de servicios públicos, la manipulación política y la represión policiaca.



Guadalajara en el año de 1893 tenía cien mil habitantes, el censo de 1900 le atribuye 101 mil y el de 1910, 119 mil. En 1921 se censaron en la capital del estado 143 mil y en 1930 resultaron 180 mil. El censo de 1940 aumentó a 229 mil habitantes y el de 1950 proporciona el dato de 377 mil. En 1960 se le atribuían 737 mil y en el año de 1964 se festejó el nacimiento del habitante un millón. El censo de 1970 arrojó 1 millón 383 mil en la Zona Metropolitana de Guadalajara, para el año de 1994 había aumentado a 3 millones 880 mil habitantes y en el censo de 2010 el número es de 4 millones 434 mil habitantes, esto es poco más del 60 por ciento de la población total del Estado que es de 7 millones 350 mil habitantes.



El crecimiento desproporcionado de la Zona Metropolitano ha generado una verdadera aberración urbana que ha colapsado los servicios públicos y afecta desproporcionadamente la calidad de vida de grandes asentamientos humanos, en tanto que los otros municipios permanecen desatendidos y cargados de carencias. Por su parte las políticas públicas del Gobierno del Estado y los municipios continúan erráticas y caprichosas, reforzando los círculos viciosos.



El crecimiento demográfico acelerado acabó por convertir a la Zona Metropolitana en un caso típico de macrocefalia urbana. El proceso trajo aparejadas tensiones y marginación social, trasladando la pobreza de las zonas rurales a los nuevos centros de población, que en su acelerado crecimiento no permiten la atención adecuada de los servicios.



Hasta la segunda mitad del siglo pasado el crecimiento poblacional era visto como positivo, aún en la década de los setenta se admiraba a las familias numerosas y la tasa de crecimientos del 3.5 por ciento generaba orgullo en los gobiernos. Sin embargo el crecimiento poblacional sostenido y los programas que abatieron los índices de mortalidad, llevaron al país a vivir la pesadilla que predijeron algunos estudiosos del siglo diecinueve.



Adicional a los problemas que generó el crecimiento desequilibrado, la improvisación de las políticas públicas actuó como efervescente del fenómeno. La torpeza de los gobiernos no solo se manifestó en la pasividad ante el aumento de la población, sino en la falta de previsión para orientar el crecimiento de las zonas urbanas, que se poblaron en forma anárquica. Tampoco supieron o no quisieron enfrentar el problema, entre otras medidas debieron haber creado zonas de amortiguamiento del crecimiento con reservas territoriales y oferta de suelo urbano. Se dedicaron en cambio a tratar de atender reactivamente el fenómeno, así creaban servicios donde se iba asentando la población.



La Zona Metropolitana continúa siendo víctima de los intereses depredadores que han hecho de la vivienda y del desarrollo urbano negocios sin límite. Dichos intereses han sabido comprar autoridades y representantes populares que se acomodan para diseñar legislación, reglamentos y acuerdos municipales a la medida de los interesados, en perjuicio de la calidad de vida de la población.



Si los gobiernos se hubieran preocupado por el futuro de las ciudades y sobre todo de la Zona Metropolitana de Guadalajara, tendríamos asentamientos equilibrados como sucede en ciudades como Colima y Aguascalientes. Debieron de haberse aplicado con oportunidad y eficiencia programas de planeación urbana que hubiesen amortiguado el crecimiento. Sin embargo aun es tiempo de revertir algunos de los efectos negativos del proceso, modificando en lo posible las áreas construidas y planeando hacía los años siguientes un crecimiento ordenado a partir de los asentamientos actuales.



La experiencia y las políticas que han aplicado otras entidades para enfrentar estos fenómenos, debieran servirnos de referencia. El Estado de Guanajuato es el ejemplo de cómo se deben crear polos de desarrollo equilibrado. Imitar su modelo podría conducirnos a reconstruir el balance perdido, con nuevos criterios de desarrollo regional, económico y social, fundamentalmente a través de las ciudades medias.




1 comentario:

  1. Saludos Lic Andrés, sin duda que es una realidad el caos generado desde las instancias que deben controlar la planeación y el desarrollo de la ZMG, su publicación es ilustrativa y digna de ser tomada en cuenta por el gobierno actual. SALUDOS

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