martes, 16 de septiembre de 2014

LA PEQUEÑA Y MEDIANA EMPRESA CON PEÑA NIETO






El segmento empresarial que genera del ochenta al ochenta y cinco por ciento de la mano de obra del país, está pasando probablemente por la mayor crisis de su historia. Si tradicionalmente ha sufrido lastres que no le permiten despegar, las recientes reformas fiscales la han puesto al borde de la desaparición.

En general toda la empresa del país pasa por una constante crisis, considerando que desde hace varios años sobre todo a partir de 2009 han estado sujetas a las crisis de la economía mundial. Desde la pequeña tienda que atiende su propietario, generalmente personas de edad mayor, que por un lado se encuentra sujeta a la amenaza de la competencia depredadora del gran capital a través de supermercados, que ejerciendo una competencia desleal acaban con los pequeños negocios, y por el otro los pequeños negocios no encuentran la forma de cumplir con los requisitos formales de la facturación electrónica, porque no saben operar una computadora y además el negocio no rinde lo suficiente para pagar los servicios de un contador.

Otras empresas están en constante zozobra por cumplir con todas las reformas legales que potencialmente las afectan. Los empresarios se encuentran atrapados en las redes burocráticas de un Sistema de Administración Tributaria, que no ha actualizado sus procedimientos electrónicos para realizar las operaciones con la agilidad necesaria para atender a todos los demandantes, tampoco agiliza los procesos de tramite personal, porque por ejemplo, para hacer un cambio de domicilio se tiene que hacer guardia en las oficinas del SAT desde la madrugada para ser atendido en el transcurso del día, entre otras barbaridades.

No debe dejarse de lado que las instituciones tributarias no se han preocupado de precisar las formas y procedimientos adecuados de pago, lo que inhibe por desconocimiento del manejo de los sistemas electrónicos financieros a través de cuentas bancarias, por ejemplo. Esa es la causa por la que muchas empresas dejan de actuar por temor a caer en un problema que les genere multas u otro tipo de inconvenientes, lo que lleva a un problema de falta de circulante en el mercado.

Además de que leyes como contra el lavado de dinero, han  provocado fenómenos secundarios que afectan e inhiben el movimiento de capital. Por temor a caer bajo la observación fiscal, muchas personas dejen de realizar operaciones de compraventa de bienes inmuebles, lo que a decir de los Notarios Públicos, dicho movimiento ha caído en un sesenta por ciento. Fenómeno similar debe de observarse en otro tipo de actividades como las ventas de automóviles nuevos. Fenómenos que no se previeron para resolver sus consecuencias con el menor efecto posible a la economía del país.

Quizá el mayor problema lo resienten los contribuyentes al convertirse en rehenes de atrasados sistemas tributarios y están pagando las aberraciones que se generaron a partir de los acuerdos de las principales fuerzas del país para las reformas estructurales. Sin embargo al inhibir los impuestos al consumo que son los más fáciles de procesar para los sistemas tributarios, dejaron todo el peso del ingreso del Estado en los llamados contribuyentes cautivos, que sobreviven con mucho esfuerzo ante las recurrentes crisis económicas y que los lastres de administraciones populistas mantienen al borde de la ruina.

Sin embargo mucha de la responsabilidad recae en las autoridades hacendarias del gobierno actual que no han tenido la sensibilidad y parece que tampoco la visión económica de aceptar que están entrampando a las únicas fuentes de empleo, mismas que arrastran con dificultad lastres que no les permiten su consolidación. Además de tener que soportar abusos sindicales y sistemas oscuros de aplicación del impuesto, son asfixiadas y perseguidas por quienes debieran apoyarlas para su desarrollo.

Todo ello implica que la ceguera de los gobiernos para entender a instituciones que sobreviven evadiendo las grandes dificultades que las burocracias les impone, puede llevar a crecer en forma exagerada el desempleo en un país en el que de por sí se obtienen salarios irrisorios. Además de injusto es peligroso presionar a las empresas a ese nivel.

Falta además que al imponer un salario mínimo desproporcionado a la realidad que se vive, afecten un sinnúmero de disposiciones legales, como por ejemplo los pagos al Instituto Mexicano del Seguro Social. Condición que acabaría de colapsar la precaria administración y limitada capacidad financiera de las empresas. En tanto la administración pública se preocupa por proteger a los grandes inversionistas, olvida los pequeños empleadores.

Los países de América Latina recaudan apenas del dieciocho al veinte por ciento del Producto Interno Bruto, en tanto que los dieciocho países de la Euro Zona recaudan el cuarenta y cuatro por ciento, esto es menos del cincuenta por ciento recaudan países como México. Con el agravante que nuestro país basa su recaudación en el impuesto petrolero. 

Se estima que más de la mitad de los trabajadores del país viven de la economía informal, si bien las razones son múltiples por las que dichas personas prefieren vivir en la informalidad, es de considerar que los gobiernos han sido incapaces de incorporar a la participación activa a esos sectores. En los últimos días el gobierno federal ha lanzado una campaña para regularizar la economía informal, sin embargo las opiniones de los conocedores del tema es que está mal enfocada, por lo que no prosperará ese programa. Un país en el que descansa en menos de la mitad de sus habitantes la carga del gasto público, más allá de la injusticia que se comete no puede ser viable.

Se debería hacer precisamente lo contrario, es decir apoyar al fortalecimiento de las PYMES, creando sistemas de recaudación ágiles, permitiendo que los empresarios conozcan con claridad como efectuar sus transacciones, a la vez que capacitándolos para que mejoren su productividad y sean competitivos. Ello llevaría necesariamente a crecer la economía a la par que las empresas, generando el círculo virtuoso de más empleo y mejor retribuido.


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