sábado, 20 de noviembre de 2010

PERDIDA DE IDENTIDAD



Una pérdida constante y fatal es la que sufre el diseño tradicional de las poblaciones, que fueron construidas bajo el concepto español que nos heredaron los colonizadores. Sin tener conciencia del valor estético y de la técnica de la construcción colonial, hemos ido destruyendo aquello que debiera ser invaluable para nosotros, herencia y cultura recibida de siglos de experiencia de latinos, griegos, israelís, cartagineses, persas, asirios, árabes y de todas las culturas que se manifiestan en viviendas, templos y edificios públicos.



Las causas de la pérdida las podemos encontrar en distintos orígenes, predominantemente en la influencia norteamericana que salvo valiosas excepciones, por no tener una cultura ancestral se toma la libertad de crear conceptos arbitrarios sin valor histórico o estético. El otro caso lo genera la industrialización de materiales de construcción que sustituyen los tradicionales, que se producían o labraban para el consumo y de calidad artesanal, como el adobe y la madera y que ahora son sustituidos por ladrillo, tabique de cemento y vigas de acero.



Es conocido que en las primeras décadas del siglo veinte un español que residía en las cercanías de la ciudad de Los Angeles, sintió nostalgia por su país y se propuso construir un hotel con las características del Mediterráneo. Así surgió una construcción típica de teja de techo rojo, misma que gustó a los residentes de la zona, convirtiéndose en moda. A partir de ese momento todo mundo se aplicó en construir grandes fincas con techos rojos y que al carecerse de los materiales propios de España se vieron en la necesidad de improvisar, para lo que se diseñó un ladrillo especial que cumplía aparentemente con las características estéticas de la teja, esto es un material rojo con el que cubrían el techo exterior de las construcciones, así se logró el propósito visual, aun cuando se sacrificó la autenticidad.



Grandes personajes sobre todo del mundo de Hollywood construyeron de esa manera sus mansiones. Como consecuencia surgió un tipo arquitectónico al que llamaron californiano, tomando como referente el Estado norteamericano donde había sido creado. El mencionado concepto nunca fue considerado por los arquitectos y urbanistas como un modelo estético, considerándolo un falso arte o una simulación de la auténtica arquitectura española y como consecuencia del arte colonial americano.



La cercanía con el país norteamericano, la constante migración de mexicanos, pero sobre todo la falta de conocimiento de nuestra cultura, generó admiración por ese tipo de construcción y fatalmente quienes fueron impresionados por el estilo de vida norteamericano, lo adoptaron para implantarlo en sus lugares de origen, lo que nos ha llevado a la aberración de sustituir la construcción de valor mediterráneo original, por la copia.



La consecuencia ha sido la pérdida de la riqueza arquitectónica, al destruirse paulatinamente las fincas, ante la indiferencia de los gobiernos por preservar nuestra cultura, lo que permite continuar por el camino viciado, eso sin considerar que en muchos casos son las propias autoridades quienes destruyen obra valiosa en un falso afán modernizador.



En la segunda mitad de la década de los setentas siendo gobernador del Estado Flavio Romero de Velazco, su secretario de gobierno Alfonso de Alba Martín convenció al presidente municipal de Tapalpa, el profesor Rafael Cordova de que emitiera el Ayuntamiento un reglamento que normara la construcción y los anuncios comerciales que afectaban la imagen. En el reglamento se establecía que si se construía de material se debía respetar la fisonomía original de la población, construyéndose a dos aguas y con teja sobrepuesta al material del techo. A los anuncios solamente se les permitía que fueran de hierro forjado y madera. El resultado se aprecia sin esfuerzo, Tapalpa es una de las poblaciones del Estado que mantiene las características tradicionales nuestras.



Por otro lado la falta de conocimiento y capacidad de quienes han ejercido la función pública no les ha permitido entender la pérdida cultural e histórica de las comunidades locales, acentuando el proceso de despersonalización. A la fecha no existe una política que permita no solamente restaurar nuestro patrimonio arquitectónico, sino cuando menos frenar la constante destrucción de obra valiosa en las poblaciones del Estado.



Lo más lamentable es que no solamente se daña a las fincas de patrimonio arquitectónico y que su pérdida nos afecta aunque no lo apreciemos, sino que tampoco se cuida de las joyas comunales, como iglesias y panteones. Con el afán de proteger la identidad histórica debieran diseñarse políticas que protejan los elementos urbanos culturales, es de elemental urgencia que la administración pública se avoque a la recuperación y cuidado de nuestro patrimonio, obligando si es el caso al gobierno federal a destinar mayores recursos y atención para prevenir la destrucción gradual que sufren los monumentos coloniales.



Se deben generar criterios públicos con la asesoría de conocedores y especialistas que permitan recuperar lo perdido, en lo posible y frenar la destrucción permanente, generando una nueva cultura a partir de la conciencia de la población de lo valioso de su obra urbana, a la par que se promulga la legislación necesaria para proteger el patrimonio arquitectónico y visual. Se debe cuidar la vivienda construida bajo el concepto patriarcal así como el edificio comunal o público. No se puede permanecer en la ignorancia en tanto nos quedamos sin identidad, por desconocimiento de la sociedad y torpeza de quienes ejercen la función pública.





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