El
PRI se encuentra en una frágil posición para la elección de 2018 a partir de
las decisiones de candidaturas en el estado de Jalisco, que pueden generar una
reacción en cascada que afectaría fatalmente la elección presidencial. La
condición del estado se convierte en estratégica ante la elección nacional al presentar
posibilidades de recuperación por el PRI, al tiempo que es uno de los siete
estados que en suma contienen más del cincuenta por ciento de los electores del
país.
Las entidades
que mantienen esa jerarquía son el Estado de México, Ciudad de México,
Veracruz, Jalisco, Puebla, Guanajuato y Nuevo León. Al inicio de la actual
administración federal el PRI mantenía el dominio electoral en cuatro de ellas,
Estado de México, Veracruz, Jalisco y Nuevo León. Los pésimos gobiernos
llevaron las elecciones a la pérdida del PRI en tres de ellas, el gobierno del
estado en Nuevo León que quedó en manos de un candidato independiente, Jalisco que pierde con sus candidatos a
diputados y presidentes municipales con un 28 por ciento contra el 30 por
ciento de Movimiento ciudadano y Veracruz en el desastre político y electoral que
es entregado a un gobernador promovido por Acción Nacional. El gobierno del Estado
de México por su parte lo mantiene el PRI con un precario poco más del treinta
por ciento de los votos.
Ante
la debilidad del PRI en Veracruz y Nuevo León solamente queda la posibilidad de
recuperar Jalisco, para lo que es necesaria una escrupulosa selección de
candidatos, especialmente en los diez municipios más poblados, que contienen el
setenta y uno por ciento de los electores.
Sin
embargo la amenaza viene de dentro, ante la debilidad de un gobierno estatal
perdido en la mediocridad y las corruptelas que lo han llevado al descrédito y
la inconformidad social, se generan dos fenómenos paralelos y naturales, por un
lado el rechazo social a cualquier funcionario ligado a la administración
estatal y por el otro el temor de dichos funcionarios a ser sujetos a
investigaciones que los sienten en el banquillo de los acusados.
Esa situación
ha conducido al gobernador y sus pupilos a dos acciones para protegerse, por un
lado en complicidad con Movimiento Ciudadano que a su vez se siente amenazado
por razones similares, a crear un sofisticado procedimiento de fiscalías y órganos de auditoría a modo, que
puedan ser conducidas y manipuladas para evitar cualquier afectación. Por otro
realiza el gobierno del estado un activismo desproporcionado para apoderarse de
las candidaturas del PRI.
Las condiciones
han llevado al PRI a una situación inédita que dificulta la toma de decisiones
adecuadas y con la debida agilidad para obtener el triunfo en la elección de
2018. Los procesos electorales tradicionales permitían generar una candidatura
a la Presidencia de la República misma que obtenía la fuerza suficiente para inducir
como candidato a gobernador a quien tuviera mayor fortaleza electoral, a la vez
que le permitía a éste el manejo del PRI estatal con candidaturas viables.
El
actual marco legal ha llevado a empatar las precandidaturas federales y locales
en un mismo periodo, lo que dificulta la intervención de los candidatos a
presidente y gobernador en la inducción de las candidaturas. Esa condición
limita las posibilidades de búsqueda de candidatos viables y que evitaría se
convirtiesen en lastre en la elección principal.
El ejemplo pernicioso lo presentó la reciente elección de Nayarit, en que los viciados candidatos del gobernador y su facciosa corte, llevaron a la pérdida al candidato a gobernador.
El ejemplo pernicioso lo presentó la reciente elección de Nayarit, en que los viciados candidatos del gobernador y su facciosa corte, llevaron a la pérdida al candidato a gobernador.
Las
circunstancias anteriores no han permitido canalizar las posiciones encontradas
entre las dos corrientes de Jalisco, que se encuentran en tensión por sus
diferentes intereses y objetivos. Por un lado el gobierno del estado que no ha
logrado consolidar su posición ante la opinión pública y mantiene la carga
negativa de la elección de 2015. Por el otro lado la única alternativa de
competencia electoral para el gobierno del estado que es Arturo Zamora Jiménez a
quien las circunstancias coyunturales no le han permitido influir en los
procesos y decisiones estratégicas del PRI estatal. Complica además la solución
la debilidad del gobierno federal para manejo de fuerza, como le ocurrió en el
estado de Veracruz en la última elección para gobernador, situación que se
repite en Jalisco con varios de sus elementos.
De
continuar las condiciones actuales para que el gobierno del estado y sus grupos
de interés impongan candidaturas, se está ante la posibilidad de colocar al PRI
en una difícil lucha que lo puede llevar a los escenarios de la
elección de 2015. Dicha situación significaría el veintiocho por ciento de una potencial
votación del 55 por ciento de la Lista Nominal probable de cinco millones
ochocientos mil electores que equivale a novecientos mil votos, cuando lo
deseable en una competencia reñida con Movimiento Ciudadano será de 45 por
ciento, con una aproximación a un millón cuatrocientos cincuenta mil votos
De mantener dicha situación los candidatos a la presidencia y al gobierno del estado
solo tendrán dos salidas, la primera sustituir los candidatos, lo que los
llevaría a un considerable desgaste de la marca, además de la dificultad de encontrar
candidatos viables para el triunfo en un espacio corto de tiempo. La segunda alternativa
es una forzada campaña de candidaturas de voto diferenciado, dejando atrás a
sus compañeros de partido para que se hundan en su debilidad.
Si
por otra parte consideramos que en la elección de 2006 Felipe Calderón obtuvo
el triunfo por aproximadamente 250 mil votos, la pérdida de medio millón de
votos representa una amenaza real para el candidato presidencial del PRI, en
especial en una candidatura en disputa de tercios. Pérdida que se generaría con
malos candidatos en especial a presidentes municipales de las diez ciudades más
importantes del estado.
En
ese escenario se presentaría un fortalecimiento electoral del candidato a
gobernador de Movimiento Ciudadano Enrique Alfaro y del potencial candidato presidencial
del Frente Ciudadano. Como efecto en cascada de las malas decisiones de
candidatos del PRI, llevaría al debilitamiento y probable pérdida de la
elección del candidato a gobernador, a la vez que del candidato a la presidencia
ante MORENA y el Frente Ciudadano.
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