Para
los estudiosos El Corán es una obra literaria maestra, en la cual la morfología
y la sintaxis son perfectas. Su elocuencia unida a su estilo poético evade
todos los géneros de la composición corriente en la literatura árabe,
constituyendo un caso de belleza y perfección. Su rimada prosa ostenta fuerza
de lenguaje y elegancia de estilo en frases elocuentes, que se le valora como
monumento literario de la lengua arábiga.
Los
fieles durante mucho tiempo repitieron de viva voz el texto del Corán antes de
que fuera fijado por escrito, de tal manera que para su versión definitiva
fueron necesarias previas consultas expresas a todos “los portadores del
Corán”, es decir, a todos aquellos que sabían de memoria los fragmentos de una
manera fidedigna e inequívoca.
Los
historiadores de los árabes dan noticias del origen de su pueblo a partir de
Ismael, hijo de Abraham y de Agar, de donde procede el nombre de ismaelitas o
agarenos con que se acostumbra denominar a los moradores del desierto. El
nacimiento y las predicaciones de Mahoma inauguran una nueva era en el pueblo
árabe, de progreso y de cultura. Mahoma ha sido profeta, soberano, legislador,
reformador de las costumbres y del modo de ser de su pueblo. El Corán es a su
vez la palabra divina, la lectura por excelencia, el libro que encierra el
súmmum del saber y que debe ser base de todo sistema político, moral y religioso.
Los
mustearriba, y que se establecieron en el Hedjaz (Arabia desierta), y sucesivamente
por las demás partes de Arabia, son la raza a que pertenecen los árabes
establecidos de tiempo inmemorial en torno de la Meca, y en particular, la
tribu Koreichitas, de la que desciende Mahoma. La historia se desprende de
varios pasajes de la Biblia como Génesis, XXXVII; Jueces, VI, VIII; Isaías,
XXI, y Ezequiel, XXVII, al considerar a los árabes de la Arabia Desierta como
ismaelitas. Además debemos considerar la veneración que las tribus árabes
sienten por la memoria de Abraham, lo que se demuestra con la tradición
anterior a Mahoma, que dice que el famoso templo de la Caaba, objeto de las
peregrinaciones de los árabes y anterior en mucho a la ciudad de la Meca, fue
construido por Abraham.
Mahoma
es hijo de Abdalah y Amina de la familia de los Zaritas. Aunque no se conoce
con certeza el año que nació el profeta, se estima que fue el año de 569 y
murió en 632 de 63 años. Su nombre significa el alabado, el glorificado. Perdió
a su padre a los dos meses de nacido y a la madre a los seis años. Fue
protegido primero por su abuelo y posteriormente por su tío Abu Talib, el
personaje más importante de la Meca en ese momento.
Más
tarde Mahoma se encargaría de Alí, hijo de su tío Abu-Talib, quien se convirtió
en su adicto seguidor y se casó con su hija Fátima. Al volver Mahoma del retiro
en el mes del Ramadan en la montaña de Hira, inmediata a la Meca le contó a su
mujer Kadija, que se le había aparecido el ángel Gabriel, quien le había
prometido revelarle la verdadera religión. El primer prosélito del islamismo
fue su esposa Kadija, el segundo Alí, y el tercero Zeid, hijo adoptivo de
Mahoma.
En
el décimo año de la hégira (huida de la Meca), realizó una peregrinación solemne
a la Meca a la que acudieron más de ochenta mil fieles. En su alocución resumió
los principales preceptos contenidos en el Corán, y en ella inculcaba la
justicia, la humanidad, la benevolencia, la fraternidad entre los buenos
musulmanes, el buen comportamiento con las mujeres, y la probidad en las
relaciones de la vida civil.
El
Corán es un conjunto de precepciones morales, religiosas, civiles y políticas,
mezcladas con exhortaciones y promesas relativas a la vida futura, y relatos
tomados con más o menos fidelidad de la Biblia, de las tradiciones árabes y
hasta de la historia de los primeros años del cristianismo. También se hallan
en él alusiones a sucesos contemporáneos y a los esfuerzos que hacía la nueva
religión para sobreponerse al culto idólatra y a las luchas que tenía que
sostener. El Corán es un legado de la civilización, realizado sin duda alguna por
una mente preclara, nos dice Joaquín García Bravo en la presentación de la
edición española de Edicomunicación.
Las
influencias de la cultura judía en El Corán son evidentes y expresadas
conscientemente por su redactor, por
ejemplo el versículo 38 de la sura XII, textualmente expresa: “Yo profeso la
religión de mis padres Abraham, Isaac y Jacob…” (patriarcas del pueblo judío). Constantes
son también las referencias al ángel Gabriel y al profeta y mesías Jesús, a
María la madre de Jesús y a San Juan Bautista. A Adán, Noé, José, Moisés y
Aarón. O bien a los profetas Elías, Zacarías, Isaías y Jonás. A los reyes David
y Salomón. O las referencias al Nuevo Testamento cuando habla de los Salmos y
del libro que ilumina (Evangelio).
Las
influencias del Corán son múltiples, muchas a través de la cultura judía, otras
directas de caldeos, asirios, persas o indios, como las referencias a la Torre
de Babel o el Diluvio, leyenda esta última común a varias culturas de la
antigüedad.
Para
el Corán, Alejandro Magno no es un idólatra, y los musulmanes no podrían
concebir que fuese pagano un príncipe, cuya memoria se ha conservado en la
admiración tradicional de Oriente. De esa manera, Alejandro es un enviado de
Dios para destruir el mal en las comarcas lejanas.
Además
de una historia de luchas violentas que ha caracterizado el desenvolvimiento de
la religión musulmana, en los no creyentes
despierta inquietud El Corán en algunas declaraciones como la sura II, que en
sus versículos 186 y 187 habla de los actos de guerra:
“186.-
Combatid en la senda de Dios contra los que os hagan la guerra. …”
“187.-
Matadles doquiera los halléis y expulsadles de donde ellos os hayan expulsado…”
Sumadas
dichas expresiones a una interpretación rigurosa y fanática de determinados sectores
musulmanes, generan temor ante los actos de violencia que se cometen a nombre
de una religión, en la que también se predica la tolerancia y la solidaridad
humana.
Un análisis muy bien documentado e interesante estimado Andres.
ResponderEliminarRecibe un cordial saludo.