sábado, 7 de mayo de 2011

JOHN DOS PASSOS




Paraleo 42 fue escrita en 1930 y forma parte junto a 1919 y El gran dinero, de la trilogía U.S.A., que John Dos Passos concibió en la plenitud de su talento como vasto fresco de la realidad norteamericana, entre principios de siglo y la Gran Depresión. La estructura de la novela, en la que se superponen las vidas de numerosos personajes, el monólogo interior del autor y unos noticiarios que funcionan como “voz de la actualidad”, hizo afirmar a Jean Paul Sartre que Dos Passos era el único escritor contemporáneo de aliento tolstoiano. Y en efecto, el libro sigue siendo un ejemplo de equilibrio entre experimentación formal y voluntad abarcadora.

Las tormentas han constituido un tema permanente de atención para todas las investigaciones meteorológicas americanas, y las hipótesis relacionadas con sus leyes han sido fuente de una labor constante. Algunas de esas hipótesis, en particular las vinculadas a la manifestación exterior y los rasgos generales, pueden considerarse de muy feliz elaboración. Los fenómenos corrientes se producen con tanta frecuencia e intensidad que las condiciones no pueden resultar extrañas ni siquiera al observador más inexperto.

Digamos que las mencionadas tormentas evolucionan sobre tres trayectos o recorridos, desde las Montañas Rocosas al Océano Atlántico, y que su punto neurálgico corresponde aproximadamente al paralelo 42 de latitud norte; todo fenómeno de allí emanado se dirige hacia el Este a una velocidad no inferior a los treinta kilómetros por hora, que es de cuarenta y cinco o sesenta en invierno o bien cuando soplan vientos fuertes del Oeste, digamos así que dichas tormentas son las protagonistas de la historia.

Por su parte Manhattan Transfer es un fresco de la sociedad neoyorkina. Ahí aparecen los personajes que pueblan la ciudad, incluyendo por supuesto los inmigrantes. Pasan por sus páginas lo mismo irlandeses que judíos, italianos que latinos. El mosaico de lenguajes y etnias va dibujando una ciudad cosmopolita en la que se mezclan el sufrimiento y la frustración de los desheredados con las superficialidades de las clases privilegiadas.

La descripción poética se desgrana sobre la ciudad: “El crepúsculo redondea suavemente los duros ángulos de las calles. La oscuridad pesa sobre la humeante ciudad de asfalto, funde los marcos de las ventanas, los anuncios, las chimeneas, los tanques de agua, los ventiladores, las escaleras de incendios, las molduras, los ornamentos, los festones, los ojos, las manos, las corbatas, en enormes bloques negros. Bajo la presión cada vez más fuerte de la noche, las ventanas escurren chorros de luz, los arcos voltaicos derraman leche brillante. La noche comprime los sombríos bloques de casas hasta hacerles gotear luces rojas, amarillas, verdes, en las calles donde resuenan millones de pisadas. La luz chorrea de los letreros que hay en los tejados, gira vertiginosamente entre las ruedas, colorea toneladas de cielo.” Una ciudad convertida en metáfora.

Los personajes de la novela transbordan de tren en la estación Manhattan Transfer y al hablar, al caminar, el lector va conociendo sus pensamientos, sus angustias, sus temores. Ahí se les ve paso a paso, al ritmo que nos marca el narrador que no quiere endilgarnos sorpresas desagradables. Se va perfilando el parricida, que camina incansable por la ciudad aparentemente en busca de trabajo cuando en realidad lo que desea es acallar su conciencia. Lo encontramos al final del primero capítulo al borde del puente, desde donde acabará lanzándose para acallar la voz interior: “El sol se levanta por detrás de Brooklyn. Las ventanas de Manhattan se incendian. Bud se echa bruscamente hacia adelante, resbala, se queda colgado de una mano con el sol en los ojos. El grito se ahoga en su garganta al caer.”

Otros personajes que cruzan las páginas de la novela son Hellen atractiva actriz de teatro que vive en una constante contradicción, sin encontrar la verdadera razón para vivir. El homosexual que expresa toda su angustia y su afán suicida a quien lo escucha casualmente. Gus, lechero convertido en empresario después de ser atropellado e indemnizado por la compañía de trenes. El antiguo corredor de la Bolsa viviendo en la miseria. Quiebras, suicidios, tragedias, bajo la sombra de la depresión económica  y el protagonista Jimmy Herf reportero del Times, de origen privilegiado y cuya vida es una búsqueda permanente, personaje central de la narración abandonando la ciudad.

Aparece como telón de fondo la guerra y sus estragos, las luchas anarquistas, los síntomas del colapso económico y el jazz. Todo envuelto en la concepción del existencialismo, nueva filosofía que acompaña al mundo a la segunda guerra mundial y que habrán de generar todos esos factores, una de las épocas más ricas de las artes, especialmente la literatura.

Nació Dos Passos en Chicago en 1896. En su adolescencia estudió en Inglaterra y viajó por Bélgica y México. En 1916 se graduó en la Universidad de Harvard, en la rama del arte. Marchó a España a estudiar arquitectura, y ahí le sorprendió la Primera Guerra Mundial. Se trasladó a Francia y luego a Italia, donde fue miembro voluntario del servicio de ambulancias. Al entrar los EEUU en el conflicto, se integró al Cuerpo Médico del ejército. Participó en las movilizaciones contrarias al proceso y ejecución de Sacco y Vanzetti y fue encarcelado por ello. Al estallar la Guerra Civil regresó a España y luchó en pro de la causa republicana. Sostuvo una posición activa contra el nazismo y, finalizada la Segunda Guerra Mundial, trabajó como periodista en el juicio de Nuremberg. Tuvo problemas durante el maccarthysmo, pese a lo cual se mantuvo activo como escritor hasta edad avanzada. Murió en Baltimore en 1970.

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