De los
municipios de Movimiento Ciudadano, es Tlaquepaque el que despierta más
preguntas e inquietud en el origen y destino de su administración. La candidatura
primero y ahora el gobierno han caminado sobre terreno fangoso. Las decisiones erráticas
de su alcaldesa prefiguran un destino incierto, que navega entre la inocencia y
el capricho, en un mar infestado de intereses que operan en la sombra de la ilegalidad
y al margen de los propios partidos políticos.
En
la antesala de las elecciones de 2015, despertó curiosidad entre los analistas
cual sería el camino que tomaría Movimiento Ciudadano en Tlaquepaque. Conocidos
los vínculos del líder estatal de facto del partido con el jefe del poder de
dicho municipio quien actúa oficialmente en el PRI, pero mantiene lazos
cercanos con Enrique Alfaro y gozó de trato preferencial de Emilio González
como gobernante de Acción Nacional.
La
necesidad de presentar propuestas públicas coherentes llevó a Movimiento Ciudadano
a hacer candidata a alcaldesa a una participante de campañas municipales de
Acción Nacional. Algunos observadores llegaron a manifestar que dicha
candidatura tenía como objeto facilitar el triunfo del candidato del PRI, que
lejos se estaba de pretender confrontar a un aliado en los hechos, como era el
grupo en el poder municipal. Lo que no consideraron al tomar las decisiones,
fue la irritación de la ciudadanía que deseaba un cambio en el gobierno y que
otorgó su apoyo a la candidata del MC. Si bien los márgenes de
votación no fueron significativos, si lo fue el efecto de la elección, el
desplazamiento de un grupo y un partido que habían gobernado durante varios
trienios.
Lo
que tampoco nadie esperó fue la actuación de la alcaldesa. Al parecer la
inmadurez emocional, la inseguridad de su carácter y el estrés que le genera el reto de administrar
Tlaquepaque, provoca en ella un actuar impredecible. Si a eso le sumamos la frustración del grupo perdedor y un
Ayuntamiento integrado por regidores sin experiencia y administrado por
personal inmaduro y sin conocimiento, tenemos una mezcla de efecto explosivo.
Los resultados en lo inmediato se manifiestan en conflictos internos y actitudes infantiles, antes que acciones de una administración en busca de
resultados.
Así
la marca de la casa ha sido agredir a sus aliados y la alta rotación de
funcionarios, generando inevitable irritación e inestabilidad en la administración.
Por otro lado los señalamientos de favorecer familiares en la nómina y en los
negocios públicos son constantes, al tiempo que se violentan los reglamentos para
nombrar funcionarios y delegar funciones, así como en las decisiones
administrativas en las que el denominador común es el capricho.
Inició
la alcaldesa con el desconocimiento de su jefe de gabinete, un prestigiado
personaje del partido que la llevó al poder, con actitudes que la demeritan
más a ella que al funcionario. Continúo con otros funcionarios de primer nivel,
al tiempo que desconoció los derechos laborales de los servidores públicos, lo
que llevó a una parálisis de los servicios de la administración. La confrontación
con los regidores de su mismo partido es práctica constante, para no hablar de
la relación con la oposición.
Dentro
de los eventos de la errática administración surgió un hecho aun más
desconcertante, la agresión a un mando de la corporación municipal quien fue
ejecutado por la delincuencia organizada con su escolta, a escasa distancia del
edificio de la corporación. El evento continúa siendo un misterio porque a la fecha no ha habido entidad de
gobierno que lo resuelva, probablemente ante la incompetencia de la procuración
de justicia ni haya sido investigado. No se conoce por obvias razones la causa,
mucho menos los nombres de los autores intelectuales y materiales.
Lo
que si supimos en el corto tiempo fueron los resultados, la intervención del
alcalde de Guadalajara para imponer el sucesor del director en funciones. El
funcionario renunció ante la evidente amenaza contra su vida. Más extraño aun
resultó el nombramiento del sustituto, un policía de Guadalajara cuestionado
por investigaciones periodísticas por su relación con la delincuencia
organizada.
A un
año de la integración de la administración municipal no se observa mejora, antes
bien la inestabilidad es la constante, no se aprecia la idea del rumbo a seguir
y de cómo hacerlo. No debemos dejar de lado que el triunfo de Movimiento
Ciudadano fue por un estrecho margen del 5 por ciento, obtuvo apenas el 35
contra el 30 del PRI. Debe considerarse también que la participación ciudadana
fue de solamente el 42 por ciento de los electores de la Lista Nominal, 9
puntos abajo de la participación estatal. Señales claras de inconformidad
social que se manifiesta en un segmento importante al no sentirse representado por ninguna de las opciones
en la elección.
La
inquietud sembrada en el camino por los hechos de violencia, la falta de
control de las acciones de seguridad pública y la sensación de anarquía que resulta,
marcan de incertidumbre el futuro de Tlaquepaque. Sumado a la torpeza con que
se administra, estarán las enérgicas decisiones que tomará el grupo tradicional
del municipio, en su búsqueda de retomar el control. La proyección de los
resultados electorales de 2015 con la baja participación de los electores hacen
del escenario de 2018 un verdadero enigma, construido por los errores de quien
administra, las contradicciones de la dirigencia de Movimiento Ciudadano, las
circunstancias y la sensación de amenaza de los intereses que actúan en el municipio.