jueves, 11 de diciembre de 2014

LOS RIESGOS DE LA POLICIA UNICA ESTATAL I









La iniciativa presentada por la Presidencia de la República para integrar las policias municipales a una estatal, como era de esperarse ha generado diversas reacciones. Desde la protesta por desaparecer una de las funciones emblema de la descentralización municipal hasta la amenaza al federalismo mexicano, tema de casi dos siglos de discusión en el país. Otros segmentos de la sociedad ven en la medida la oportunidad de salir del atolladero en que se encuentra la seguridad pública.

La decisión fue tomada bajo la enorme presión a que está sujeto el Gobierno Federal a partir de los escándalos cuyo detonador fueron los hechos de Iguala Guerrero con la asociación de la policía municipal y un grupo delincuencial, que derivó en la muerte de varios jóvenes y la desaparición de otros.

Si sumamos a la resistencia que el actual gobierno ha enfrentado con importantes sectores del país, entre ellos el de los jóvenes que cuestionan su legitimidad y los abusos que han cometido personas cercanas al actual mandatario, tenemos una mezcla difícil de procesar. La irritación popular se conjuga con el consiguiente descrédito internacional y de lo que se han sabido aprovechar los grupos desestabilizadores con tintes anarquistas. Tenemos además la molestia de los sectores productivos y los grandes capitales, amén de la de las clases medias que cargan en la espalda los impuestos en oposición de quienes viven en la informalidad con la tolerancia del Estado.

Es clara la intención del gobierno federal de brindar resultados en el corto plazo sobre la seguridad pública en los estados, además de neutralizar la acción de las policías municipales contaminadas con la delincuencia. Tampoco se debe menospreciar la urgencia por crear condiciones favorables para los proyectos económicos de este gobierno y sobre todo para la economía nacional que se ve amenazada por tormentas internacionales. Si las condiciones no son propicias para la inversión y le sumamos inestabilidad política e inseguridad, tenemos la fórmula infalible para una crisis económica.

La actual circunstancia ha obligado al gobierno a adoptar posiciones audaces y de cierto grado de riesgo, que traen aparejadas además resistencias y dudas de la población. En esta etapa la propuesta del Gobierno Federal está en discusión de las distintas bancadas del Congreso Federal y a pesar de la urgencia y aun desesperación del gobierno por avanzar, se ha enviado la iniciativa para un siguiente periodo de sesiones, lo que indica entre otras cosas las posiciones encontradas, además del temor de caer en errores que en lugar de resolver compliquen el escenario.

Por declaraciones del Secretario de Gobernación nos damos cuenta que el interés del gobierno federal es hacer procesos sumamente rigurosos, por ejemplo afirma que se revisará la actuación de cada uno de los policías que se integraran a la Policía Unica Estatal, lo que se interpreta que los exámenes de confianza aplicados en los estados, cuando menos en los cuatro con que se inicia el proceso no son confiables. Además afirma que se capacitará al personal por la Academia Nacional en la ciudad de México, lo que nos induce a pensar que tampoco confían en la calidad y capacidad de las academias estatales, certificadas por cierto por la misma Academia Nacional. Debe considerarse además los rigurosos perfiles que exige la normatividad del Sistema de Desarrollo Policial.

Encontrar el número de policías necesario, significará un enorme reto por la dificultad que implica que los jóvenes se interesen por las convocatorias para la carrera policial en el Estado, por la desconfianza que genera la descomposición de las corporaciones y sus mandos policiales. Para superarlo se debe de crear todo un cuerpo de dirigentes con liderazgo y hacer de la carrera policial un asunto creíble, lo que se observa bastante difícil lograr en el corto plazo.

Si consideramos que en el Estado hay doce mil policías con problemas de perfil, contaminación de la delincuencia organizada y de capacitación, después de una selección rigurosa que dicen se aplicaría, no exageramos que pudieran quedar al final menos de seis mil elementos. Un número razonable de policías en el Estado debe ser de más de veinte mil, para lo que se tendría que reclutar y capacitar a cuando menos catorce mil en un término menor de dos años, lo que se antoja difícil de lograr. Esa es una de de las debilidades estructurales del proyecto planteado por el Gobierno Federal. Además de que significará un fuerte gasto mantener en capacitación durante seis meses a ese número de personas.

Si bien se están considerando sueldos razonables para quienes se dediquen a la labor de la seguridad pública, no es el único elemento a considerar, en algún momento ni siquiera será el principal. Quienes quieran hacer carrera policial habrán de buscar señales de seriedad en quienes dirigen el proceso, de respeto a la normatividad en la aplicación de la justicia, y desde luego a la Carrera Policial, y sobre todo honestidad de quienes conduzcan los procesos y la operación de la corporación.

Todo un reto tienen entre sus manos las autoridades federales y estatales para arrancar y consolidar la primera etapa del proyecto de Policía Unica Estatal. Agrava sus dificultades la desconfianza y sobre todo la historia de corrupción e impunidad en que se ven envueltas las actividades relativas a la Seguridad Pública.


lunes, 8 de diciembre de 2014

LAS DEBILIDADES DE LA SEGURIDAD PUBLICA FEDERAL








Los hechos de Ayotzinapa vinieron a desatar una serie de acontecimientos que pusieron al borde de la crisis al país. La magnitud del evento y su crueldad, sacudió la conciencia nacional e internacional generando una enorme presión sobre el Gobierno Federal. Dicho sea de paso venía aplicando una política diseñada para no confrontar violentamente al crimen organizado, al partir de la idea de que al minimizar su presencia en la opinión pública, permitía un margen de maniobra para resolver lo urgente para el régimen, las reformas llamadas estructurales.

Algunas de las líneas de dichas políticas fueron reconocidas abiertamente como evitar su promoción en los medios, y otras quizá fueron aprovechadas hasta por ignorancia y que generaron un espacio de tiempo que no llegó a los dos años, para operar el proyecto estratégico. En este caso por ejemplo nos referimos al robo de combustible que genera enormes ganancias y está considerado extrañamente un delito menor, lo que permite a los infractores alcanzar la libertad bajo caución. Lo anterior genera la duda sobre si no es un delito inducido para que  la delincuencia minimice su actuación en otros delitos que generan mayor violencia.

Por las dimensiones que el delito de robo de combustible ha alcanzado, hay quien considera que genera ingresos para la delincuencia, superiores a los que obtiene de la producción, transporte y comercio de droga. Sin olvidar lo que la prensa ha registrado sistemáticamente, la complicidad de personal del propio PEMEX, así como de las corporaciones de los tres niveles de gobierno.

La tolerancia a los grupos delincuenciales, si es que no nos referimos a complicidad, se viene presentando de varios sexenios, incluyendo desde luego los de Acción Nacional.  Por la gravedad de las manifestaciones violentas y la desintegración social que llevaba aparejado, Felipe Calderón se vio obligado a desatar la lucha contra algunos de esos grupos, generando entre otras consecuencias violación sistemática de los derechos humanos, como desaparición forzada de personas, tortura y ejecuciones extrajudiciales.

Sin embargo para enfocar el fenómeno aunque sea de forma general debemos considerar además de la corrupción y la impunidad como eslabones de la cadena de los vicios, la ausencia de instituciones profesionales y sólidas en materia de seguridad pública y procuración de justicia.

Para el caso de la Procuraduría General de la República, atendiendo a una dañina práctica de todos los gobiernos, en el sexenio anterior prácticamente se desmantelaron las áreas de investigación, periciales y del Ministerio Público. En el inicio del presente gobierno fue patente como el Procurador se resistía a realizar algunas actuaciones ministeriales, por no tener los equipos adecuados, situación que ha mejorado. Sin embargo dichos procesos de institucionalización llevarán un largo periodo de tiempo para alcanzar la maduración necesaria en recurso humano. Situación que se resiente en este momento que  al atender el problema de Ayotzinapa, se dejó de investigar el secuestro y muerte del diputado federal del PRI en Jalisco.

En el caso del ejército que ha sido utilizado para enfrentar la violencia de los grupos organizados, se presentó la crisis sobre todo en el sexenio pasado al involucrarlo en forma sistemática y terminó por generar graves violaciones de derechos humanos. Además de que los problemas de violencia en las áreas o regiones donde fue desplazado no fueron abatidos. En la actualidad es una tarea pendiente resolver todos los asuntos de derechos humanos ligados a su actuación. Considerando que no es un órgano con formación, conocimiento y capacidad policial, debiera permanecer al margen de dichas funciones. Cabe decir que en algunos de los casos en que ha sido utilizado por el actual gobierno, se ha optado por ponerlo bajo la conducción del Ministerio Público Federal, que lo limita en decisiones y actuaciones discrecionales.

En lo que se refiere a la Marina tuvo en el anterior sexenio dos vertientes, el trabajo territorial, en el que también fue acusada de graves violaciones de los derechos humanos como torturas y desaparición de personas y la segunda que ha sido la de operaciones quirúrgicas en contra de personajes destacados de los grupos delincuenciales.

En la Policía Preventiva Federal se localizan dos tipos de policía, la que podríamos llamar tradicional y que sobre todo en el sexenio de Calderón fue operada y manipulada de manera arbitraria y en no pocas ocasiones se le tachó de corrupción, destacadamente los mandos cercanos al Secretario de Seguridad Pública Federal. El segundo caso que se conoce como Gendarmería y que habiendo sido diseñada para operar cuando menos con un número de veinte mil elementos, arrancó apenas con cinco mil, lo que considerando la magnitud del problema que vive el país, es un débil intento.

No debe dejarse de lado el abandono en que se tiene al Sistema Nacional de Seguridad Pública, con órganos tan importantes como la captación y generación de información criminal, policíaca y tecnológica que apoyaría a todas las corporaciones en su labor y que por ignorancia fue abandonado. Además de conducir la capacitación y la profesionalización de las corporaciones estatales y municipales que han resentido un notorio relajamiento.

Así las cosas no debe extrañar la resistencia de los funcionarios federales de alto nivel para involucrar al gobierno en la tarea urgente de enfrentar la delincuencia organizada. Sin embargo los hechos recientes y la presión nacional e internacional han hecho del gobierno federal un objetivo de permanente y severa crítica, por lo que no se tiene otra alternativa que enfrentar los grupos que desestabilizan al país y generan crisis económica, social y política.



miércoles, 3 de diciembre de 2014

LA GUERRA DE LOS JUDIOS Y FLAVIO JOSEFO






La destrucción del templo de Jerusalén por los romanos fue la culminación de la caída de la ciudad, en la guerra de asedio del año 70 de nuestra Era. El templo Construido por Salomón entre  los años 1,013 y 1,006 a. de C., fue destruido junto con el Arca de la Alianza la primera vez por los Caldeos en 587 a. de C. Su reconstrucción la iniciaron los persas en el año de 516 a. de C. y fue ampliado por Herodes en el 18 a. de C. para doblar la superficie utilizable, incluyendo los enormes muros.

El asedio lo comandaba Tito, hijo de Vespasiano, proclamado emperador por un golpe de Estado de las legiones de Egipto. Informa Josefo que el suplicio duró cien días. Forzados el segundo y, luego el tercer recinto, Jerusalén seguía sin rendirse. Se tomaban los barrios casa por casa. Parecía que nada debía acabar con aquella ciudad exasperada y aquellos espectros, aquellos cadáveres descarnados, todavía hallaban la fuerza necesaria para efectuar salidas. Tomada la Antonia, quedo el templo, que rechazó el asalto general de los romanos. Tito vaciló en usar el fuego; ¿iba a destruir él “aquella maravilla de magnificencia”, como dice Tácito? Pero no teniendo otro medio de quebrantar la resistencia, hizo encender hogueras ante las puertas. Ardió el precioso cedro, se fundieron el oro y la plata; derrumbose el pórtico de Salomón.

La obra del historiador Flavio Josefo, tiene como asunto central la guerra de ese pueblo contra los romanos. Comprende siete libros, los dos primeros componen una introducción histórica con antecedentes remotos y próximos de la guerra. En el libro tercero hace su aparición Vespasiano, dando inicio a la narración de la verdadera guerra que concluye con la expugnación de Jerusalén. El libro séptimo hace las veces de epílogo, en que se da cuenta de las últimas operaciones militares dentro y fuera de Palestina.

Josefo, un hebreo que había participado en el conflicto, basado en su testimonio personal ofrecer una versión verídica de los hechos. Sin embargo no fue solamente el móvil del autor, a quien Vespasiano había concedido la libertad. Buscó también encarecer la victoria alcanzada, así como el arrojo y decisión de Vespasiano y Tito. Hacía poco que había ascendido al trono de los Césares la familia de los Flavios.  Envolvía una finalidad política flaviana el demostrar que esa guerra había sido mucho más dura e importante de lo que se había asegurado.

Sin reñir con la verdad, el relato de Josefo tenía que complacer a los imperiales amos, que habían proporcionado a su historiador sus propios comentarios sobre la misma guerra. Confiesa el autor que: “He insistido en esta materia, no tanto con la intención de exaltar a los romanos, como de consolar a los vencidos y disuadir a los amigos de innovaciones.”

La guerra de los judíos lleva un evidente propósito pacificador. Se escribió para disuadir a los judíos de la diáspora mesopotámica, quienes esperaban que acudiesen en su socorro para vengar la catástrofe del 70. Los hechos demostrarían bajo Trajano y Adriano, que la tesis pacifista del autor era fundada y que convenía a los judíos no provocar a los romanos.

Nos dice Salvador Marichalar que en realidad pocas veces en la historia habrá estado situada una persona en condiciones tan ventajosas para describir una guerra y un asedio, como lo estuvo Josefo para atestiguar la catástrofe de su nación. En los inicios de la insurrección se encontraba en Jerusalén y después en Galilea. Pasado más tarde a los romanos, hubo de asistir a muchísimos episodios, sobre todo durante el asedio de Jerusalén. Por lo que no debe dejarse de lado que el historiador se deja arrastrar no pocas veces por un fuerte apego a su raza y otras por el espíritu cortesano del liberto de los Flavios.

La Guerra de los judíos es la primera obra que Josefo escribió en Roma y fue terminada y publicada entre los años 75 y 79 de nuestra Era. El historiador contempló el resurgir de la ciudad imperial luego del incendio de Nerón, y las grandes obras emprendidas por los Flavios, como el Coliseo, el Foro y el Templo de la Paz.

No resulta fácil aclarar los móviles de Josefo por los que se rindió a los enemigos de su patria. De lo que no queda duda alguna, luego de la lectura de sus obras es que era un judío que sentía amor profundo y admiración por la religión, cultura e instituciones de su patria nativa y de su pueblo. Su nacimiento ocurrió entre fines del 37 y principios del 38 de nuestra Era, en la ciudad sagrada del judaísmo: Jerusalén. Pertenecía a la tribu de Leví, era hijo de un sacerdote y llevaba en sus venas sangre real. Su padre pertenecía a la primera de las veinticinco clases sacerdotales. Sus padres y su hermano se quedaron encerrados en Jerusalén durante el asedio romano.

Hablaba el arameo, el hebreo y el griego con algunas deficiencias. Experimentó las tres principales tendencias del judaísmo: los fariseos, los saduceos y los esenios. En su juventud llevó una vida ascética por espacio de tres años. A los diecinueve entró en la vida pública adscrito al partido de los fariseos. Militaba por supuesto en el grupo de los moderados. Al ser liberado por Vespasiano, conforme a la costumbre romana, tomó el nomen de su antiguo dueño y se llamó en adelante Flavio Josefo.

Lo único que se conoce de la muerte del historiador es que no tuvo lugar antes de los sesenta y cinco años de edad, sino después del 102. En Roma se erigió una estatua en honor a su memoria y sus escritos fueron conservados en las bibliotecas públicas. Afirma Marichalar que como miembro de la aristocracia sacerdotal, se acomodaba al yugo romano, fue ambicioso, vanidoso y tenía demasiada flexibilidad para la cortesanía de los romanos.