Haciendo
combinación de elementos tradicionales de la poesía, Dante Aliguieri en una
armoniosa conjunción de mitología y religión crea una de las obras más
fascinantes de la literatura universal, La Divina Comedia.
Francisco
Montes de Oca en la introducción y comentario de la serie Sepan Cuantos, de
Editorial Porrúa, nos informa que es en Florencia la ciudad del Lirio Rojo,
donde nació Dante en la primavera de 1265. Su familia perteneciente a la
modesta burguesía florentina, se enorgullecía de tener ascendencia gentil
romana. El futuro poeta recibió las aguas bautismales hasta el 25 de marzo de
1266, diez meses después de su venida al mundo. Por su abuelo materno le fue
impuesto el nombre de Durante, que se abrevió después en el de Dante.
A
mediados del siglo XIII no debía contar la villa de Florencia con más de
ochenta mil habitantes. Por el sur limitaba con el Arno, cruzado entonces por
un solo puente, y por el norte con el emplazamiento de la actual Santa María
Novella.
Los
partidos gibelinos y güelfos entran en la Historia en 1212, como consecuencia
de la pugna entre las dos grandes familias de Florencia: la de Buondelmonte y la
de Arrighi, partidaria aquella del candidato imperial gibelino (Federico II) y
ésta del güelfo (Otón de Brunswick). Trasplantadas a Italia estas dos
banderías, representaban los gibelinos el partido imperialista y germánico; los
güelfos, el partido popular y papal. Dante pertenecía al partido de los güelfos
por lo que tuvo que padecer el destierro de su ciudad natal.
La
Toscana en creciente desarrollo económico, suministraba bienes con más largueza
que las restantes regiones italianas. Pisa, cuya prosperidad, debida en buena
parte al tráfico con el oriente, tocaba a su apogeo. Siena, donde se organizan
poderosos grupos de crédito, Pistoya, Arezzo, Luca son ciudades que van
extendiendo, firmes y seguras, sus actividades comerciales o manufactureras.
Florencia marcha a la cabeza de esa evolución y su economía crece y se
diversifica cada vez más.
La
emisión del florín de oro, la moneda de mejor ley y la más aceptada en
Occidente durante el siglo XIII, secunda eficazmente la expansión comercial.
Los treinta y seis años transcurridos entre el nacimiento de Dante y su
destierro sin retorno vieron crecer considerablemente la hacienda pública y
privada. Es la era de los grandes monumentos: 1278 reconstrucción de Santa
María Novella, 1295 se eleva la iglesia de Santa Cruz, los primeros trabajos de
Santa María de Fíore tienen lugar el año siguiente, el cuerpo principal del
Palazzo Vecchio se lleva a cabo en 1298.
El
espíritu de Dante está impregnado de la claridad que irradiaba en aquel siglo
el fenómeno franciscano. Si su genial amigo el pintor Giotto ha representado la
vida de Asís con un verismo impar, reproduciendo al Santo como hombre de su
tiempo, cercano a todos, asequible a los propios ensueños y dolores, no
obstante su alteza espiritual, Dante por su parte, ha sido capaz de captar como
pocos la esencia del mensaje franciscano.
Trascendental
impacto causaron en su alma de poeta la gracia y la belleza de una doncella
florentina, que él designa con el nombre de Beatriz. Los dos primeros
encuentros con la joven tuvieron
lugar a nueve años de distancia uno de
otro. Dante los recuerda emocionado: “Nueve veces ya desde mi nacimiento había
vuelto el cielo de la luz casi a un mismo punto, cuando surgió por primera vez
ante mis ojos la gloriosa señora de mis pensamientos, la cual fue llamada
Beatriz por muchos que no sabían cómo se llamaba…..” Pero Beatriz ha existido
en realidad: le llamaban Bice, diminutivo de Beatriz, y era hija de Folco
Portinari que vivía no lejos de la casa de los Aliguieri. Murió sin haber
tenido hijos, casada con Simón dei Bardi.
Los
últimos años de su vida los pasó Dante en Ravena en la que murió en la noche
del 13 de septiembre de 1321, cuando contaba con 56 años. Sus conciudadanos
reclamaron repetidas veces los restos de aquel a quien habían expulsado de
Florencia y amenazado con la hoguera; la respuesta de los raveneses no ha
variado hasta el presente: “No supisteis tenerlo vivo, no os lo devolveremos
muerto”
La
obra que ha elevado a Dante hasta el pináculo de la más alta fama es la Divina
Comedia. La crítica dantesca está de acuerdo en aseverar que Dante comenzó la
elaboración de la Divina Comedia en la primavera de 1304, la interrumpió dos
años más tarde al concluir el canto VII del infierno y volvió a proseguirla
hasta el VI del purgatorio antes del verano de 1310. En el mes de agosto de
1313, estaba totalmente terminado el purgatorio, pero el poema completo no lo
fue hasta poco antes de la muerte del autor.
El
plan se desarrolla en el curso de un viaje a través de las regiones de
ultratumba y el privilegio de emprender tal jornada se le concede al
florentino, como en lejanos tiempos se concedieron otros semejantes a Eneas y a
San Pablo. El epíteto “divina” no salió de la pluma del autor sino que lo
popularizaron las generaciones siguientes, aplicándolo, tanto al autor
excepcionalmente insigne, cuanto a la obra, henchida de belleza y de substancia
religiosa. El título actual, Divina Comedia, quedó consagrado para siempre a
partir de la edición veneciana de Giolito en 1555.
Asunto
del poema es una visita al mundo del más allá, tema harto frecuente de poetas y
visionarios del mundo grecorromano y, más todavía en los de la cristiandad
medieval. La concepción de la Comedia resulta de un encuentro espiritual de su
autor con Virgilio; en el sexto libro de la Eneida está su más señalado
precedente. El descubrimiento de Virgilio por el florentino, ese encuentro de
los dos latinos más grandes del firmamento de las letras, es uno de los
momentos culminantes en la historia de la cultura. Virgilio, y solo él, es el
maestro y el guía de Dante en los Infiernos y en la poesía. Aunque quien acerca
a Virgilio para que acompañe a Dante en su viaje de ultratumba, es la hermosa
Beatriz.
Su
obra la construyó Dante con nombres y relatos mitológicos, desde Homero hasta
Virgilio, las concepciones teológicas y religiosas del Medievo la complementan.
Aparecen en el relato lo mismo lugares y personas imaginarias que reales, desde
filósofos griegos hasta comerciantes de Florencia. Tipifica además vicios y
virtudes de personas y razas. Así entre la angustiada concepción religiosa y la
belleza de su poesía, nos presenta Dante Alighieri su obra maestra.