sábado, 26 de febrero de 2011

LA READAPTACION SOCIAL




El tema de la readaptación social en Jalisco y en todo el país es un tema largamente aplazado. Si bien no es un asunto fácil de resolver, nuestra cultura asumió una posición humanista al considerar que todo ser humano que se ha equivocado tiene derecho a ser reincorporado a la sociedad mediante la readaptación. La propuesta surge del principio que todo hombre es susceptible de equivocarse, bien puede ser por temperamento, por una educación deficiente, o como quería Ortega y Gasset por influencia del medio en que la persona se desenvuelve.



De cualquier manera el hombre es un producto de una sociedad en determinado momento, para que luego esa sociedad se quiera desentender de él porque siente que la daña o agrede, sin considerar las causas que provocaron esa conducta. Así la propia sociedad tiene la obligación de buscar se reintegre a su seno, brindándole la oportunidad de reformar su actitud y conducta.



Sin embargo la propuesta humanista no ha prosperado por la simple y sencilla razón de que la sociedad nuestra no ha encontrado la forma de hacerla efectiva. Las resistencias van desde una administración pública viciada y burocratizada, hasta las más elementales razones, la corrupción, la indolencia, la improvisación.



En la realidad lo que hemos venido haciendo es tomar a los presuntos delincuentes y encerrarlos para que no sigan molestando a la sociedad. Los criterios que se aplican son en realidad primitivos y elementales. Unicamente nos preocupa que no haya las suficientes cárceles para tener encerrados a quienes delinquen o violan las normas que tenemos establecidas, tampoco al parecer nos preocupa mucho si quienes los encierran llevan adecuadamente los procedimientos y las razones reales que tienen para aplicar determinados castigos, los que generalmente se vuelven inhumanos y mucho más crueles que lo que el presunto delincuente causa en muchos de los casos.



La deshumanización de los lugares de reclusión cabe aclararlo no es un asunto solamente nuestro, pongamos por caso uno de los países con mayor desarrollo democrático como los Estados Unidos de Norteamérica, lugar en que incluso no tienen mayor escrúpulo para aplicar la pena de muerte, aceptando de antemano que la persona no tiene alternativa alguna de regeneración.



Cabe aclarar que en el caso de Norteamérica el tratamiento de quienes se considera delincuentes contiene un claro contenido religioso, o moral si se quiere y parte de un principio elemental del bien y del mal. De esa manera el mal tiene que ser castigado de forma implacable. Responde sin duda esa concepción al sedimento religioso protestante en que está construida esa sociedad. Así no es posible entender que el hombre es capaz de hechos trascendentes en su vida, incluyendo el cambio de conducta. Considerada así la conducta del hombre es una especie de determinismo, y si se quiere más allá de su propia decisión, el hombre nace bueno o malo, la definición es muy simple, el hombre no tiene elección en ningún momento, ni aun con educación o tratamiento médico en su caso.



El otro extremo lo representó el sistema soviético en el que como parte de la idea de un principio de amoralidad, el marxismo, tenía que justificar de alguna manera la conducta del hombre y entonces era una enfermedad la delincuencia y así las cárceles se convirtieron en otro concepto de la crueldad humana, reclusorios y sanatorios mentales. Tratamientos médicos forzados y así médicos mentales burocratizados aplicaban recetas administrativas a los supuestos enfermos para lograr su recuperación. En esta categoría quedaban también quienes representaban una amenaza para el Estado socialista.



No quiere decir de alguna manera que no haya delincuentes enfermos, de hecho se acepta que los hay, sin embargo el origen de la infracción es múltiple. Lo que no existe es el diagnóstico adecuado para el tratamiento, como no existe un tratamiento múltiple para la actitud o conducta infractora. Un sistema de readaptación debe ser de un análisis que permita construir objetivamente el diagnóstico de recuperación y en los casos en que esa no sea posible, así determinarlo y buscar la ubicación de la persona en un lugar en el que no cause daño y sin embargo con un trato digno y humano. Ese debe ser el caso extremo, cuando al individuo se le declare medicamente no curable e inimputable como consecuencia.



Sin embargo para llegar a los puntos señalados muchas personas pueden considerar que es la utopía, que en este momento es tan grave el problema de seguridad pública, que lo que necesitamos es encerrar o recluir a quienes están violentando la vida de nuestra sociedad. Y si hemos de ser congruentes en el planteamiento para recuperar de alguna manera la libertad de transitar y vivir con tranquilidad, aceptaremos que en este momento no queda otro remedio que detener y encerrar a quienes han hecho de la violencia una forma de vida a costa nuestra y de las familias.



Sin embargo aun para llegar a ese punto elemental es necesario tomar algunas medidas administrativas, para lo que se requiere cierta capacidad de respuesta y organización, que no necesariamente los gobiernos han podido o querido realizar. En primer lugar se necesita crear más espacios para los recluidos para despresurizar los reclusorios que se encuentran sobrepoblados, en segundo brindar condiciones mínimas para bajar la tensión a la que están sujetos los detenidos. Para ambos casos es condición primera la eficiencia de la administración y sobre todo responsable y honesta. Fue conocido por todos como en los reclusorios de Jalisco en la última revisión realizada por corporaciones federales encontraron drogas y armas en los dormitorios de los reos. Ello sin considerar que quienes tenía poder económico gozaban de privilegios, además de convertir los reclusorios en centros de autogobierno.



Como corolario de la información que generaron los medios fue señalar a familiares del gobernador como quienes administraban la corrupción. Es claro que ese es el peor de los caminos para resolver ya no digamos el trato digno y sano a los recluidos, sino para tener condiciones mínimas que nos permitan recuperar la tranquilidad perdida, a través de una seguridad pública articulada.

sábado, 19 de febrero de 2011

LA ADMINISTRACION DE LA JUSTICIA





La aspiración de cualquier sociedad es mejorar sus formas de convivencia y éstas solamente se pueden desarrollar en una estructura sólida de valores. Para la comunidad uno de los bienes más preciados es la justicia, porque a través de ella se logra la vida en armonía, es además la garantía de que a cada persona se le otorga lo que le corresponde. Uno de los símbolos que caracterizan el nivel de civilidad es la aplicación del Derecho de manera ágil e imparcial, por consecuencia la obligación de cualquier Estado es su impecable ejercicio. Sin embargo para los jaliscienses por los vicios en que tradicionalmente se ha encontrado inmerso, el Sistema de Justicia deja mucho que desear. Se le percibe envuelto en una persistente corrupción, sus actuaciones se caracterizan por la parcialidad, sus procesos son burocratizados y lentos y la población lo ve como un ente de cara deshumanizada.



Cuando Flavio Romero de Velazco asumió la gubernatura del estado en 1977, afirmó que la Justicia de Jalisco era una caricatura del Derecho. Se refería el gobernador a que la Justicia en los seis años anteriores, había estado secuestrada por un grupo de malvivientes. Era públicamente conocido que algunos despachos disponían de los juzgados como si fuesen propios.



El antecedente de los decenios cincuenta y sesenta había sido de una justicia impecable, los magistrados y jueces eran reconocidos por su intachable conducta y su vasta cultura jurídica. Dicha situación entró en crisis a partir del año de 1970, sin embargo, se atribuye el germen del fenómeno al sexenio de Juan Gil Preciado, en que el grupo gobernante empezó a promover a sus amigos a los puestos clave del Poder Judicial.



Cuando se impulsó la Reforma Política de 1996 el estado de la Administración de la Justicia era lastimoso. El presupuesto era raquítico y como consecuencia los sueldos de hambre, los servidores públicos judiciales ganaban una quinta parte de lo que obtenía un funcionario federal de su nivel. Así la necesidad fue un pretexto recurrente para recibir dinero de los abogados o las partes en litigio, una de las prácticas reconocidas y aceptada era que el secretario de juzgado debía pagar de sus ingresos los gastos administrativos del órgano judicial. Cada actuación judicial tenía un precio, desde una audiencia hasta una ejecución, lo mismo una copia fotostática simple como una certificación.



El primer acuerdo que se tuvo en la mesa de la Reforma Política aprobado por unanimidad incluido el Poder Ejecutivo, fue mejorar el presupuesto del Poder Judicial. También se estableció crear un órgano de administración y gobierno del poder judicial, que tendría entre sus funciones profesionalizar la administración y sobre todo realizar en forma escrupulosa los nombramientos de los funcionarios judiciales, eligiendo personas con antecedentes profesionales y de honestidad intachables.



Sin embargo al ser saboteada la reforma, quedaron en el limbo las decisiones complementarias que deberían llevar al Poder Judicial al nivel deseado. Entre otras limitaciones por ejemplo, no se estableció como se habría de ejercer la mejora presupuestal, situación que aprovecharon los magistrados para distribuirse el presupuesto en bonos y prestaciones irregulares. Sin embargo no ha sido ajeno a estas corruptelas el Congreso del Estado, que no se preocupó de reglamentar las aplicaciones presupuestales, hasta que la presión social lo obligó a terminar con el manejo discrecional de los recursos.



La responsabilidad del Poder Legislativo en el rezago de la administración de la justicia no ha sido menor, jamás se ha preocupado de ejercer su función de auditor con este sector, que se maneja de manera abusiva. Sin embargo, el papel más degradante de los legisladores ha sido el de prestarse a los acuerdos de los grupos de poder, que se reparten los nombramientos como posiciones. Así inició la aparición de personajes de fama pública cuestionada como magistrados en el Supremo Tribunal de Justicia, en el Tribunal Administrativo y en el Tribunal Electoral.



Para los conocedores del tema existe un desequilibrio entre los integrantes del Consejo de la Judicatura, al predominar entre los consejeros los especialistas de derecho penal siendo una de las ramas más susceptibles a la corrupción, sobre los de otras especialidades. Entre otras distorsiones que se generan, imponen criterios de su especialidad sobre las otras vertientes de la justicia, como la civil y la mercantil, en la designación de los funcionarios para las distintas disciplinas.



Los abusos además se presentan en cascada, el Consejo de la Judicatura manipula con descaro el procedimiento para nombrar funcionarios al interés de los consejeros. Directores del Consejo, jueces, secretarios, actuarios y todo tipo de servidores judiciales son nombrados por recomendación y procesos simulados, en lugar de ser escogidos por sus méritos profesionales y personales. Los nombrados son así a final de cuentas posiciones políticas o de grupo, destruyendo cualquier posibilidad de impartición de justicia imparcial y honesta. Los procesos de designación de servidores se convirtieron de esa manera en instrumentos de colocación de incondicionales de quienes ejercen el poder real, degradando a todo el Poder Judicial.



Ejemplo patético de las prácticas corruptas que se ejercen fue la distribución de las direcciones del Consejo de la Judicatura entre los familiares del presidente del Supremo Tribunal de Justicia y el secretario de gobierno de Francisco Ramírez Acuña. En ese caso como en otros asuntos el Congreso ha sido omiso en vigilar al Consejo, permitiendo las decisiones ilegales que someten al Sistema Judicial y sus instancias a grupos sin escrúpulos.



Casos aberrantes de la práctica del derecho se presentaron en el año de 2003, en que pasada la elección local y por diversas causas atribuibles a los defectuosos procesos electorales, los inconformes con los resultados buscaron en alzada la intervención del Tribunal Electoral del Estado. En este caso el titular del Poder Ejecutivo y el presidente del PRI estatal decidieron en previas y salomónicas reuniones que municipios debería ganar cada partido, girando las instrucciones respectivas al Tribunal Electoral. Mismo que se apegó en sus resoluciones al guión establecido por sus instructores, atendiendo de manera obsequiosa las instrucciones de sus mandantes, en un denigrante procedimiento de impartición de Justicia Electoral. Dicho tribunal había sido integrado en su momento como todas las instancias del Poder Judicial, mediante oscuros acuerdos de los grupos y los partidos.



Era consenso entre los conocedores del tema que en el sexenio de Ramírez Acuña se habían presentado diversos abusos, donde los grupos partidistas de las dos legislaturas se distribuyeron de manera burda la designación de magistrados y consejeros, degradando a la justicia y a sus instituciones. Faltaba una nueva etapa en el proceso degenerativo, la primera legislatura del siguiente sexenio inducida por los poderes fácticos, en un solo trámite logró destrozar la dignidad y el prestigio de los poderes Legislativo y Judicial. El procedimiento en una institución que se precia de ser seria y honesta, debió haber sido la creación de voluminosos expedientes por la Comisión de Justicia. Para los ratificados o despedidos, un minucioso historial de sus actuaciones como funcionarios judiciales que incluyera las quejas sobre sus actuaciones ministeriales, un detallado análisis de las ponencias y tesis surgidas de los asuntos conocidos en sus salas, así como el razonamiento de su voto en procesos de difícil definición.



Debieron haber sido trámites obligados del proceso la revisión de su imagen dentro del poder judicial y entre los litigantes, así como la opinión de agrupaciones de profesionistas ligadas al ramo de la Justicia y de las escuelas de Derecho. Sin embargo con criterios primitivos y resultados a su conveniencia manipularon las magistraturas, con quienes respondieran a su mando. Lograron de esa manera superar con creces las hazañas de sus predecesoras y surgieron enlodados de origen, los nuevos patriarcas de la justicia que cuidarán de los derechos de los jaliscienses.



Los nuevos funcionarios deberían de surgir del reconocimiento profesional y social, con las mejores calificaciones de probidad y calidad humana, de la certeza de que su presencia enriquece el mundo de la Justicia. Sin embargo, domina la regla de la conveniencia y del abuso, con el procedimiento se nombran sin trámite alguno a magistrados dóciles a los personajes que manejan los partidos políticos y que invariablemente serán funcionarios atentos y solícitos a sus peticiones.



El resultado de tales prácticas de elección de funcionarios judiciales, es una Justicia parcial y corrompida, con actuaciones que tienen un precio, magistrados que patrocinan asuntos en las instancias inferiores y un Derecho manipulado por los grupos de interés.

















sábado, 12 de febrero de 2011

EL VISIR DE HARUNU-R-RASCHID




Una de las historias más fascinantes de las Mil y Una Noches, que por lo demás es de personajes históricos, es la de los Barmeki. Una poderosa familia de abolengo iranio, que contó tres generaciones de visires y llegó a ser tan poderosa que Harunu-r-Raschid, quinto Jalifa de los Abasies, acabó por sentirse amenazado y decretó el exterminio de todos sus miembros.



Chafar-ben- Yahaya, el último de esos barmekies, fue siempre tildado de idólatra, lo que en lenguaje político significaba separatista. Su casa de Bagdad era centro de reunión y tribuna para toda suerte de librepensadores y en ella se expresaban las opiniones más audaces y opuestas a la tradición ortodoxa.



Se le consideraba a Chafar el caudillo de las causas nacionales de los persas y posible candidato al trono de Raschid, razones suficientes para que el Jalifa mandara exterminar en una noche a su gran visir y a todos sus consanguíneos, entre ellos los hijos de su hermana. Todo el fermento nacionalista de los persas se mantenía latente, alimentado en la fe de los abuelos, adoradores del fuego zoroástrico, desde la invasión de Persia por los árabes.



Los persas, es una raza como la judía calumniada por los compiladores árabes de las Mil y Una Noches y sin embargo en el trasfondo de la narración aparece su alma como el origen de muchas de sus historias, como afirma R. Cansinos Assens. La mayoría de los persas optaron por el exilio antes que la conversión y emigraron en verdadero éxodo, primero a la provincia de Kohistán, y luego, hostigados por sus perseguidores árabes, como los israelitas por los egipcios, se trasladaron, costeando el golfo Pérsico, a Ormuz, hasta que, no sintiéndose ahí tampoco seguros, resolvieron expatriarse y penetraron en la India, donde el Rachá de Guzarate, dando muestras de comprensión y tolerancia, les permitió establecerse y practicar libremente sus ritos zoroástricos.



Esos persas expatriados voluntariamente, viven todavía al cabo de los siglos en esa India hospitalaria que los acogió, donde son conocidos con el nombre de parsis, conservando su lengua y su fe nacionalista, que les sirven de lazo con sus hermanos que quedaron en Persia. No hay que olvidar que esa raza provino originalmente, como los gitanos y los arios, del norte de la India a las tierras de Irán.



Los persas inspiraban en los árabes un complejo de amor resentido y nunca estuvieron seguros de la sinceridad de la conversión forzosa al Islam. El pueblo iranio que contaba con una historia y tradición antiquísima, era difícil de creer se aviniese de buen grado a renunciar a su lengua pehlevi y a su religión, para hablar árabe y adorar al Dios único de los desiertos.



Debilitado en el siglo IX el poder temporal y espiritual de los jalifas, se emanciparon paulatinamente las antiguas satrapías y Persia se fraccionó en principados, cuyas cortes rivalizaban en esplendor con la de Bagdad. Se hablaba el persa y se rimaban poesías como el Sha Bamáh o Libro del Rey, del gran Firdusi, cantor de las antiguas glorias iranias, el Virgilio persa que tuvo por Augusto al sultán de Gasna, Mahmud.



Sin embargo no todo es vejación para los persas en la gran obra árabe, muchos de los cuentos se escribieron probablemente sobre viejos argumentos iranios y por literatos persas arabizados, o al revés, de los que frecuentaban las cortes de los sultanes. Es frecuente que los rapsodas realcen el prestigio de sus protagonistas, haciéndolos descender de linaje de reyes persianos, del Jorazán o el Fasistán. Es muy significativo que ocurra en el caso de los personajes más tiernos y delicados de esas historias, como el de Ali-ben-Bekkar, el muerto de amor por Schemsu-n-Nehar, la bella favorita de Raschid.



La Persia es el fondo de donde los narradores árabes toman los títulos de nobleza con que realzan a sus personajes y la poesía con que los transfiguran, y en ello podemos ver un homenaje al abolengo iranio y a la milenaria cultura de un pueblo que en muchos sentidos les sirvió de maestro a los árabes conquistadores. “La literatura árabe se refina bajo el influjo de poetas como Hafiz, Nizami, Sadi y Chami, que trabajan su verbo con preciosismo y le infunden el alma sutil”, nos dice también Cansinos Assens. En esa atmósfera los escritores miliunanochescos sitúan sus más elaboradas fábulas y sus más delicadas criaturas.



Al referirse a los personajes sacrificados por el Macero de Harunu, el narrador de Las Mil y Una noches, hace exclamar al poeta de la corte, Abu-Nuas:

"¡Desde que el mundo os perdió,

gloriosos hijos de Barmek,

ya de viajeros desiertos los

caminos en la noche

están, y tampoco nadie en la

aurora los recorre!



Y continúa el poeta cantando:

“Al prestigio de los Beni-Barmek

se debe que el nombre y la gloria de

Harunu-r-Raschid se extendiera

desde las mesetas del Asia Central

hasta el fondo de las Nórdicas Selvas

y desde el Magreb y Al Andaluz

hasta los Lindes extremos del país

de Az-zin y de Tartar.”



Otros personajes del Jalifato de Harunu-r-Raschid son, Al Fazi, hermano de Chafar; Ishak músico El Mozul; Mesrur (eunuco), macero y verdugo y Yunus el letrado.



El Jalifa de Bagdad muere el año de 809 y así termina la historia de los Barmeki, que le dieron luz y fama. Raschid acabó sucumbiendo ante su formación y destino de déspota con quienes lo encumbraron. Y estos a su vez fueron inmortalizados por la palabra de Schahrasad, en la enorme obra de Las Mil y Una Noches.